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martes, 7 de junio de 2022

Nuestros defectos son como...

 Es muy difícil en general aceptar nuestras debilidades e intentar mejorarlas; y digo mejorarlas porque según que aspectos de uno mismo son imposibles de cambiar del todo. Puedo reconocer más o menos por donde cojeo, puedo negarlo también, pero poco a poco, con los años, vas viendo que partes de ti explotar o dejar de lado otras en un cajón, quizás para otra ocasión. 

Es difícil separar lo mejor de lo peor de uno mismo. Tenemos cierta tendencia a valorar más lo negativo, que considerar el verdadero peso de las cosas positivas. Nuestros defectos son como las cuerdas de un títere que nos impiden muchas veces que nuestras virtudes actúen con libertad. Estas cuerdas pueden ser movidas por el miedo, la rabia o la intolerancia. Son muchos sentimientos negativos que nos nublan sin darnos cuenta el pensamiento y nos impide actuar como mejor sabemos. La experiencia del ser humano es la mejor virtud y a la vez la peor condena. 

Virtuoso por el aprendizaje acumulado y condenado por todo aquello depositado como negativo y que nos impide andar hacía sendas que se ven bloqueadas por nuestra mala experiencia. Lo único bueno que nos puede aportar el recuerdo de ‘’lo malo’’ es el hecho de que nos enseña a sobrevivir como entidades vivas. No meteré la mano más en el enchufe porqué sé que si lo hago puedo dañarme. Esta mecánica de obtener experiencia positiva o negativa para nuestro propio bien físico y vital, es muy útil en la infancia. Pero el problema llega cuando nos encontramos transformados en un ser adulto envuelto en nuestro propio mundo vital y social. Puedo llegar a entender con perfección que si me meto bajo el agua sin salir a respirar me ahogo y muero. Se que me hace bien y que me hace mal. Pero ahora puedo decidir lo que deseo para mí. Tengo mis propias responsabilidades. 

La cuestión llegada a este punto es: ¿Por qué a pesar de reconocer perfectamente que es ‘’lo malo’’, muchas veces nos acogemos a ello? ¿Somos realmente conscientes de nuestras actitudes autodestructivas? Creo sinceramente que sí. Pero siempre este suele ser el camino más fácil ya que obtenemos el placer, la felicidad instantánea y no la de a largo plazo. Preferimos sentir placer diario dirigiéndonos, muchas veces, ciegamente al futuro que, quizás, sacrificarnos un poquito y obtener una gran recompensa en el mañana. 

Muchas veces cuando vemos que no somos capaces de resolver una situación que por el tiempo o las circunstancias se ha ido complicando, tenemos cierta tendencia a dejarla a un lado e intentamos quitarle importancia con la esperanza de que de esta forma la situación por si misma, se arregle con eso que solemos llamar ‘’el paso del tiempo’’. Esta actitud no descarto que en según que situaciones pueda ser efectiva, pero si aplicamos este método en el ámbito de las relaciones personales, creo que no resulta nada efectiva y más cuando una de las dos partes esta siempre a la espera de haber que hace el otro. Si los dos dejamos de lado el conflicto, no habrá acción y por lo tanto a este, se le puede sumar el recelo tanto de una parte como de la otra por el hecho de que nadie ha hecho nada por nadie. 

Últimamente esto me esta ocurriendo mucho y sinceramente, he llegado a un punto de utilizar el silencio como una herramienta ante la pereza, cansancio y miedo a la palabra. ¿Por qué? Pues muy simple. Cuando tú tienes una manera de ver, pensar y hacer las cosas siguiendo el criterio de que esta manera es la correcta y te encuentras que te tratan o actúan contigo siguiendo un criterio que para el otro es correcto pero hacia tu persona puede hasta resultar una barbaridad; te encuentras en una gran conjetura. 

Lo que para mi está bien para el otro es una barbaridad, y para lo que al otro es correcto para mi está fatal. Llegados a este punto tenemos dos opciones: la primera es romper una relación que en absoluto está funcionando. La segunda opción se da en la circunstancia de que estés ligado al otro de tal forma que por terceros no puedes deshacerte del otro diferente. Pues bien yo al no poder deshacerme, estoy abusando del silencio porque una palabra de mi boca puede desencadenar ya no se que desastre. Intento ser lo más tolerante posible y sobre todo me esfuerzo por entender la forma de pensar y de hacer las cosas de los demás, pero sin que este esfuerzo o intento conlleve a la violación de mis propios principios y criterios. 

El problema llega cuando ves que los otros no sigue la misma actitud y te encuentras que al no regar la flor de la relación esta se marchita. A todo este marchitamiento se le añade el hecho de que no se como actuar, que decir. Estoy tan cansada de no encontrar el acuerdo que me he hecho amiga de los silencios. A mí que las palabras me queman en la garganta, a mí que mis pensamientos son siempre mis palabras…Sonrío. Recuerdo eso que muchas veces he oído de ‘tú si no hablas explotas’. Me pregunto por qué he dejado de hablar, si es bueno el silencio. No lo sé. 

Mª José 

17/08/2010

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