Primeros Años
Los hechos ocurrieron en el seno de una familia de clase medía; padres trabajadores, hijos estudiantes, abuelos jubilados, todo de lo más corriente y cotidiano.
Los padres: Ana y Bernardo se casaron muy jóvenes, con toda la carga de ilusiones que correspondían a sus dieciocho y veinte años, eran unos niños todavía cuando se embarcaron en la aventura del matrimonio, trabajaban los dos, tenían un piso que habían amueblado con todas las comodidades, se querían, ¿Qué más podían desear?
Su primer año de matrimonio, fue un sueño, todo les iba bien, Ana pronto quedó embarazada y tuvo a su primera hija: Emma, a la que decidió dedicar todo su tiempo, dejó de trabajar, no le hacía falta, así estaría siempre al lado de su niña, ésta fue la alegría de toda la familia, sobre todo para sus abuelos, era la primera nieta que tenían, el primer bebé al que brindar todo su cariño.
El padre de Ana estaba feliz con su nieta, la mimaba, jugaba con ella, la llevaba a pasear, la adoraba, si pasaba por cualquier tienda infantil se paraba en el escaparate y siempre hallaba algo que comprar para su nieta, hizo horas extras en su trabajo para comprarle la cuna, en la cual, ella dormiría sus primeros años, era como cualquier abuelo, con la diferencia de que él era una persona bondadosa que había dedicado toda su vida a su mujer e hijas.
Pronto descubrieron que; no todo era tan fácil y que la felicidad, se podía truncar en un muy corto espacio de tiempo.
Al año de nacer su primera hija, Bernardo se quedó sin trabajo, en el paro, todo en sus vidas cambió, ¿Qué iban a hacer? ¿Cómo iban a salir adelante? Buscó trabajo incansablemente, contestó a los anuncios de todos los periódicos, fue allí dónde le decían que había una posibilidad de trabajar, todo infructuosamente, no conseguía un empleo, los ahorros que tenían menguaban día a día, Bernardo había sido hasta entonces un hombre; tranquilo, alegre, siempre con ganas de hacer cosas, con ideas innovadoras, cada día tenia en mente algún negocio nuevo que nunca llegaba a realizar, pero él se ilusionaba con su idea aunque fuese un sueño. El carácter le cambió; se volvió más huraño, más taciturno, empezó a mostrarse deprimido, le estaba afectando mucho la situación en que se encontraba.
Ana, nunca se había encontrado en una situación semejante era una mujer luchadora a pesar de su juventud, alegre y optimista. Siempre con una gran sonrisa en los labios, cuando tomó realmente conciencia de que le estaba ocurriendo a su marido, decidió hacer algo por cambiar la situación en que se hallaban, pensó que si su marido no encontraba trabajo ella podía intentarlo y lo encontró, fregando suelos, pero daba igual, tenía que sacar dinero como fuese, él se podía ocupar de la niña y la casa como ella había hecho hasta ese momento.
Las cosas no iban bien, aunque ya no tenían tantos problemas económicos, habían empezado a tener problemas de convivencia, su marido no soportaba quedarse en casa, mientras su mujer iba a trabajar, se sentía inútil, algo tenían que hacer, la situación laboral no mejoraba en la ciudad en la cual vivían, un familiar les comento la posibilidad de trabajar en Mallorca y aunque tenían muchas dudas, decidieron emigrar.
Fue algo muy doloroso para ellos, dejaban la ciudad donde habían crecido, en la que estaban integrados, su casa, sus familias, sus amigos, para trasladarse a otro lugar que les era completamente desconocido, donde no tenían el apoyo de sus familiares, donde no tenían amigos, donde los inmigrantes eran mal recibidos, donde hablaban un idioma diferente al suyo, pero decidieron intentarlo, se marcharon con la esperanza de volver pronto, en cuanto su situación económica mejorase, sólo iba a ser algo temporal, trataban de convencerse a si mismos, aunque no lo fue.
Trabajaron muy duro, primero en un hotel, se habían trasladado a una isla que subsistía gracias al turismo, ellos no sabían ningún idioma, pronto aprenderían; muchas horas, no importaba, había que salir adelante; con turnos cambiados para cuidar a la pequeña Emma, Ana trabajaba de día y Bernardo de noche, así podían atender a la niña y el trabajo. No podían permitirse el lujo de contratar a ninguna persona para que cuidara de Emma mientras que ellos trabajaban, ésta fue la única solución que hallaron, trabajaron con los turnos cambiados muchos años.
A los cuatro años, nacería su segundo hijo: Oriol, aunque fue una sorpresa para ellos, aún no estaban en condiciones económicas de tener más familia, fue muy bien recibido, en cuanto supieron que Ana estaba embarazada saltaron de alegría, bueno habría que trabajar un poco más, no era difícil, en este lugar siempre había trabajo, el clima era bueno, las playas siempre estaban repletas de turistas, podrían conseguirlo, todo con la esperanza puesta en un día: volver a su casa, a su ciudad, a la que Ana añoraba todos y cada uno de los días que pasaban.
A Bernardo no le importaba tanto, la isla le gustaba, le gustaba el clima, los paisajes, la forma de vida de sus gentes, aunque se habían integrado y se encontraban bien en esta ciudad, poco a poco, habían conseguido hacer amigos con mucho esfuerzo, rompiendo muchas barreras, la gente de la isla no era fácil de tratar, sienten un desprecio muy grande por los que ellos llamaban “forasteros” aún siendo del mismo país, pero no querían a los peninsulares, para los isleños son gente de tercera, los consideran; Unos vagos y unos desgraciados por el simple hecho de ser emigrantes. La mayoría de los insulares son orgullosos, se creen seres superiores, porque ellos pueden seguir residiendo en su isla, no hay problemas laborales así que no necesitan emigrar; consideran que los forasteros vienen simplemente a llevarse el dinero a sus pueblos, poco importa lo que estos son explotados en la mayoría de los trabajos, son “forasteros”, no es la misma apreciación para con las personas de otros países que vienen de vacaciones, a estos no se les consideran forasteros estos son “turistas”, existe una gran diferencia en el trato que se les da a los peninsulares que a los turistas.
Consiguieron un grupo de amigos bastante bueno, alguno de ellos se convertiría más adelante en su mejor apoyo, otros se perderán, a estos no se les puedes catalogar como amigos, realmente son únicamente conocidos, amigo es aquel que está a tu lado tanto cuando ríes, como cuando lloras. Y las muchas veces que les tocará llorar, tuvieron muy poco apoyo por parte de sus “amigos”.
Su sueño de volver algún día a Barcelona, no lo verán cumplido jamás, lo intentaron alguna vez sin llegar a conseguirlo, hay muchos factores que se lo impiden. Sus hijos iban creciendo, ya tenían sus propios amigos, iban al colegio. ¿Adónde iban a volver? ¿Otra vez al paro? ¿A los problemas económicos? ¿A la incertidumbre? No, era mejor quedarse donde estaban, vendieron el piso que poseían en Barcelona y compraron uno en la misma zona donde trabajaban, era muy ruidoso, estaba en medio de todo el bullicio de turistas, pero estaba bien, preferían una casa, que fuese grande, espaciosa, tranquila y ninguna de las que habían visto hasta ese momento, cumplía los requisitos que ellos exigían, de momento se quedaran en el piso hasta que den con esa casa.
El piso no está mal, es grande, tiene tres habitaciones amplias, el problema surge cuando vienen los padres de Ana o algún familiar a visitarlos, los niños tienen que ceder sus habitaciones a los invitados y acomodarse en el comedor desplegando colchones para dormir. Miran en los anuncios de cualquier periódico que caiga en sus manos, así como visitan todas aquellas que encuentran anunciadas en las inmobiliarias, pero ninguna se acaba de adecuar a sus deseos, no pierden las esperanzas, algún día la encontraran.
Ana quería tener otro niño pero no así su marido, para él aún era pronto, antes quería mejorar sus ingresos y con él la calidad de vida de los suyos, le rondaba por la cabeza una idea hacia tiempo, quería montar una tienda y de esta manera establecerse por su cuenta, encontró una en alquiler y cerró el trato con la propietaria, era un alquiler muy elevado, como todos los de aquella zona, lo van a intentar, si este negocio les sale mal siempre pueden volver a trabajar en cualquier hotel.
La montaron con muchísima ilusión, pusieron algo muy diferente hasta lo que entonces había por la zona, apostaron por la gente joven y todo lo que vendían era para estos, camisetas de grupos musicales, banderas, collares, pulseras... y les funcionó, a pesar de tener mucho trabajo, estaban contentos, era lo que ellos querían conseguir para sus hijos y para sí mismos
Una soleada mañana de mayo, Ana esta mirando el periódico como todos los días, llama su atención un anuncio en la sección de ventas, decía más o menos así: “se vende casa de cuatrocientos cincuenta metros repartidos en tres plantas...”, entusiasmada se lo mostró a su marido, él se reía de ella, seguramente pedirían muchísimo dinero por algo tan grande, no lo podrían comprar, ella insiste en verla, sólo es por curiosidad, tiene que ser preciosa, lo anima con sus palabras y su risa, responden al anuncio y se ponen de acuerdo con el propietario para visitarla, están convencidos de que no la podrán adquirir, pero la verán.
Salen de la casa anonadados, allí sus hijos se sentirían felices, en una casa tan maravillosa lejos del ruido, en un pueblo tranquilo del interior de la isla, donde todo el mundo se conoce, donde no hay turismo, casi todos los habitantes del pueblo son mallorquines, menos algunos marroquíes que trabajaban en el campo y algunos peninsulares como ellos, a tan sólo doce kilómetros de la tienda, tiene un jardín para disfrutar en las noches de verano, han quedado enamorados de ella, es perfecta.
El dueño los insta a adquirirla, es cara para ellos y hay que hacer algunas reformas, no dispone de instalación eléctrica, ni de agua, hay que arreglarle el tejado, hacer los baños nuevos, sólo tiene uno, no disponen de tanto dinero en esos momentos. Esta vez la suerte los acompaña, este señor conoce al director del banco con el que ellos realizan todas sus operaciones financieras, hablará con él y no tendrán ningún problema para que les financie este proyecto el banco. De esta manera se embarcan en el proyecto más ambicioso de toda su vida, venderán el piso, tendrán suficiente liquidez para todos los gastos nuevos que traerá consigo la adquisición de la casa.
¡Es maravillosa hasta sin reformar! Tiene siete habitaciones, una la convertirán en un espacioso baño, cada uno dispondrá de su propia habitación, quedan dos libres para las vistas que puedan tener, la habitación de Bernardo y Ana esta sacada de un cuento de hadas, fantástica, con un estudio dentro de la propia habitación, así Ana no tendría que usar el escritorio de sus hijos, dispondría de su propio estudio, ¡aquella cama con dosel de madera labrada y los armarios a juego! Tienen un gran ventanal que da al jardín, el techo; con molduras de escayola hechas a mano, era lo que toda persona soñaba siempre y nunca llegaban a alcanzar, la casa tenia una entrada que ocupaba cuarenta metros cuadrados, con unas cristaleras preciosas dibujadas a mano, las escaleras cuando las vio Ana por primera vez, pensó que tendrían que cambiarla, están todos los escalones agrietados, se llevó una sorpresa el día que la limpió, es de mármol y las grietas que le pareció ver no son más que las vetas de este material. Comedor y salón independiente, hay que cambiarle los suelos de la primera planta, al pasar las tuberías hay que romperlos y no se podrán aprovechar, hacer de nuevo los baños, la cocina, pero ellos tenían muchas ideas, la dejarían perfecta, intentarán conservar todo lo que puedan tal como está, desde hace cincuenta años, que son los que lleva la casa construida, limpiaran y pulirán esas puertas dobles de madera de norte, macizas, labradas, abrillantaran la chimenea de mármol del comedor, cepillaran la arcada de la a entrada, es piedra de Santañy, lo que tengan que cambiar lo cambiaran, siempre respetando el estilo de la casa. La ultima planta la van a convertir en el estudio de sus hijos, mide ciento setenta metros cuadrados, ya tienen planes de futuro para este lugar, cuando sus hijos crezcan y quieran independizarse se podrán hacer dos viviendas independientes en esta planta, Emma enseguida planea como va a montar su piso, casi se podría decir que en su mente ya lo ve terminado.
Ellos lo habían conseguido, la habían comprado y era suya, sin saber que se iba a convertir en su peor pesadilla.
Sus hijos ya estaban en plena adolescencia, Emma había dado muchos problemas típicos de su edad o eso creían sus padres ¡qué equivocados estaban! Sus mayores protestas habían sido; por la ropa de esta marca, si esto no me lo pongo es del año pasado, me quiero maquillar, ¿por qué tengo que volver tan pronto? A mis amigas las dejan quedarse hasta más tarde, estoy deprimida el chico que me gusta no me hace ni caso. Lo típico, aunque en ese momento para sus padres era una lucha continua, pero en el momento del traslado las cosas estaban más calmadas, su peor época de adolescente ya había pasado.
Oriol era un chico de trece años un poco rebelde, mal estudiante al contrario de Emma, al que aún le daba igual la ropa que llevara puesta al igual que las chicas en las que todavía no se había fijado, aún salían a jugar a la calle con sus amigos y no daba más problemas que aquellos que todos consideramos normales en un chico de su edad.
Bernardo y Ana, eran felices con la familia que habían logrado formar, estaban los cuatro muy unidos, todo lo que hacían era decidido, previamente, entre todos, hablaban de cualquier tema, no habían temas tabú en su casa. Todas las noches, aprovechan la hora de cenar, es cuando coinciden los cuatro, para mantener largos debates, el tema es lo de menos, cada uno expresa sus ideas o convicciones libremente, unas veces son apoyadas y otras rebatidas, por uno o más miembros de la familia, están acostumbrados a estas largas sobremesas y si por cualquier motivo no pueden mantenerlas, las echan a faltar.
Todos los veranos los padres de Ana pasaban largas temporadas con su hija, así cuidaban de sus nietos, a los que adoraban, mientras los padres trabajaban, el yayo, así llamaban al padre de Ana, le gustaba estar en la tienda, pasaba con ellos muchas horas tratando de ayudar en la medida que podía, colocaba cosas o vigilaba que nadie se llevara algo sin pagar, la yaya se quedaba en casa y así descargaba a Ana de las labores propias del hogar.
AÑO 1997
Todo iba bien; los sueños realizados, los hijos creciendo, el trabajo aunque duro, trabajaban los dos catorce horas diarias, siete días a la semana, no hay domingos para ellos, ni festivos, alguna mañana no abren para descansar un poco, son muy pocos días durante la temporada que se permiten este lujo, valía la pena sacrificarse, las cosas habían mejorado notablemente y aunque en verano no dispusieran de tiempo libre lo compensaron con los viajes que realizaban en los inviernos, llevaron a sus hijos a Galicia, Sevilla, Paris... y siempre que podían se escapaban unos días a Barcelona.
Habían comprado un coche nuevo, por fin, han dejado atrás esos problemas económicos que tanto les preocupó en su momento.
Aunque, Ana, sentía que había algo en su vida incompleto, un sueño, que hacia mucho mucho tiempo que ella deseaba realizar y un día, se lo propuso a su marido:
-¿Por qué no tenemos otro niño? – le pregunta a su marido.
-¿Qué?¿A estas alturas de nuestra vida? – exclamó sorprendido.
-Si, ahora antes que sea demasiado tarde, yo ya tengo treinta y cinco años, es ahora o no será nunca
-Aún somos jóvenes – responde con una sonrisa en los labios.
-No, ya no lo somos, ahora o no habrá más niños en nuestras vidas – replica muy seria.
Bernardo estuvo unos días dándole vueltas, no quería más responsabilidades en su vida, estaban bien como estaban, con sus hijos ya crecidos, su mujer insistía a cada momento, llegando incluso a discutir muchas veces por ello, hasta que al final lo convenció, lo tendrían ¿por qué no?. Sus hijos cuando lo supieron decidieron de inmediato que si, que ellos querían un hermano, seria el juguete de la familia, mientras tanto la casa se iba arreglando, ellos iban a levantar suelos, hacer regatas en las paredes para pasar los cables de la luz, sacar escombros... Cada ratito que tenían libre que eran muy pocos iban a hacer algo en la casa, todo lo que hicieran ellos, no lo tendrían que mandar a hacer, de esta forma ahorraban algo de dinero, porque también tenían que pensar en los muebles, ellos no tenían muebles suficientes para una casa tan grande. El anterior propietario, les regaló un tresillo estilo Luis XV que quedó perfecto en la entrada y dos sillones tapizados en seda roja, desde que se hizo la vivienda habían permanecido en la habitación que ahora pasara a ser el despacho de Ana y allí continuaran. Ana se queda embarazada y para celebrarlo se fueron a Menorca unos días, además coincidían con su aniversario de bodas, así lo celebraban todo junto, los dos solos, sin niños, sin yayos, sin nadie, seria otra luna de miel.
Regresaron descansados, jóvenes, alegres, pero esta felicidad les dura hasta la siguiente visita del ginecólogo, el embarazo no iba bien y había un gran riesgo para su salud, había que practicar un aborto, a ella se le cayó el mundo encima, pero no había alternativa. Un día a mediados de agosto, en los que el sol está en todo su esplendor y nos regala sus rayos más calurosos, tiene que acudir al hospital para que le practiquen un aborto, fue un tormento para ella, aunque su marido estaba allí apoyándola se sentía muy sola, muy perdida; la entrada al quirófano por su propio pie, el tumbarse en la mesa de operaciones, fueron momentos que nunca olvidara, el anestesista a su lado dándole ánimos y ella llorando, no había nada que la confortara, el despertar en una habitación desnuda, sin más muebles que la cama de hospital y la silla en el cual esta sentado Bernardo, ¡aquel dolor en las entrañas!, algo le habían arrancado de dentro y no es sólo aquel niño tan deseado, sino alguna parte de su alma se la habían quitado con él, le ofrecieron quedarse en el hospital, pero ella no quiso, quería volver a su casa, con su familia, sentir el calor de los suyos, aunque se llevaba aquel vacio insufrible.
Estuvo un par de días en cama, refugiada en su habitación, sin salir para nada, sola ella y su dolor, se palpaba el vientre tratando de sentir lo que ya no tenia y cada vez que lo hacía, aumentaba su pena, no podía continuar de esta forma, lo sabía, volvió a su trabajo buscando en él el refugio y el olvido, pero en su mente sólo tenia una obsesión: Volver a quedar embarazada.
Los siguientes meses fueron muy crueles para ella, cada vez que tenia la menstruación era terrible, el ver esa mancha de sangre, que le decía que no estaba embarazada era su peor martirio y el de toda la familia, estaba malhumorada, taciturna, irascible, y esto repercutirá en el resto de la familia, gritaba por cualquier motivo, por cualquier cosa que hicieran o no hicieran, daba igual.
Trabaja con ahínco, lucha por olvidar esto que la atormenta tanto, hasta que en noviembre no tuvo la menstruación, pero no se fiaba, demasiadas veces se había hecho el test de embarazo para encontrarse con un resultado negativo, dejó pasar unos días y no pudiendo soportar por más tiempo la incertidumbre, se decidió, compró un test y con: muchos nervios, muchas esperanzas, mucho convencerse a sí misma que si era negativo no pasaba nada, aunque entendía que se engañaba. Se lo hizo, no se lo podía creer, aquel aparatito decía que si, lo miraba una y otra vez para estar segura, llena de emoción, lo dejó encima de la mesa para que lo viera su familia cuando llegara.
No cabían en sí de la alegría que sentían en aquellos momentos, que felicidad, por fin lo habían conseguido, iban a tener ese niño que tanto anhelaban todos, volvió al ginecólogo y éste no se mostró tan animado, les dio un plazo de tiempo hasta enero, si la gestación llegaba hasta esa fecha sin complicaciones, se haría realidad ese sueño también, tendrían un bebé.
Fueron unas malas fiestas, aunque entre todos intentaban animarse unos a otros, era difícil, el ambiente estaba cargado de tensión, ninguno lo expresaba en voz alta, pero todos recelaban que ocurriese como la otra vez, cada uno lo soportaba como podía en solitario, de cara a los demás todos sonreían.
Ana procuró hacer las mismas cosas que siempre hacía en Navidad, para ella estas fiestas constituyen un derroche de ilusión, era capaz en pocos días de engalanar la casa de arriba abajo, preparar grandes fiestas con manjares exquisitos, ésta es una faceta de Ana, que todo el que la conoce, aprecia, cocina muy bien, le pone todo su empeño e imaginación, para que sus comidas le salgan exquisitas, mima hasta el ultimo detalle para que sus invitados se sientan cómodos, es capaz de recordar que comida le gusta más a cada uno de sus amigos, igual que sabe que ese plato que no les gusta, que toman para beber, si les gusta una clase o marca de vino en particular, como prefieren el café, recuerda cientos de detalles de cada persona a la que invita, es muy buena anfitriona. Nunca ha dejado de hacer estas y muchas cosas en Navidad y por muy mal que le vayan las cosas nunca dejará de hacerlas.
Año 1998
Pasó Reyes y esta vez cuando salieron de la consulta del ginecólogo iban eufóricos, todo estaba bien iban, a tener ese bebé tan deseado por todos, aquello había que celebrarlo por todo lo alto y así los hicieron los cuatro juntos, unidos como habían estado siempre.
Siguieron arreglando su casa para que el bebé naciera en ese nuevo hogar, Ana con su barriga seguía trabajando en la tienda, los ratos libres hacia la mudanza, pusieron suelos nuevos, baños nuevos, la cocina, el tejado. Había que verla con su barriga picando paredes, para luego pintarlas, montando muebles, deshaciendo cajas para que todo estuviera en su sitio, metiendo prisa a los obreros que le ponían el suelo y le arreglaban el tejado, porque se acercaba la hora de que naciera su hija y no iba a estar la casa lista.
La primera vez que le hicieron una ecografía digital y se enseñaron a su niña dentro de ella bostezando, derraman lágrimas de emoción, al salir de allí su marido compró el primer vestido que tendría su hija, la felicidad era absoluta, ni siquiera la enturbia el hecho de que con el embarazo le entrara una diabetes y tuviera que hacerse cada día cinco análisis de sangre y ponerse insulina ocho veces diarias, que no pudiera comer de nada, todo el sacrificio que tuviera que hacer, lo haría, por ese ser diminuto que crecía dentro de ella. Se cuidaba como nunca lo había hecho antes ni lo hará después.
Pero algo vino a cambiar esa alegría, todo era demasiado perfecto, un día llamaron del colegio de Oriol, pero no querían hablar con Ana sólo con su marido, era muy extraño, allí le dijeron que el pobre niño se quejaba de los malos tratos que le daba su madre y ellos entendían que el niño no pudiera concentrarse para hacer los deberes o estudiar, le iban a aprobar el curso porque el pobre chaval aunque no había estudiado se lo merecía, pero estaban pensando en denunciar a su madre, hechos como aquellos no se podían pasar por alto.
Bernardo no daba crédito a lo que oía, trato de explicar que todo era una sarta de mentiras, aquello que su hijo les decía nunca había sucedido, le pidió a la profesora que no hiciera nada y esperara tan sólo veinticuatro horas, era el tiempo que necesitaba para aclarar todo este asunto, le explico la verdad, la manera en que vivían, el embarazo de su esposa y lo unidos que han estado siempre, le promete que hablara con Oriol y que al día siguiente lo traería al colegio para que él diese una explicación, aquella señora accedió a los ruegos de Bernardo.
Cuándo llegó a la tienda y se lo explicó a su mujer, ésta se quedó atónita ¿Qué estaba pasando?¿Por qué su hijo había inventado todo aquello?¿Cómo podían haberle creído?, fueron a casa aún sin saber como reaccionar, su hijo está muy tranquilo sentado delante del televisor y Bernardo, sin ninguna contemplación, apaga el aparato y empieza a hablar:
-Oriol, he ido al colegio y me han dicho unas cosas que no pueden ser ciertas – su mirada es fría y penetrante al pronunciar estas palabras.
Oriol no contesta, se pone nervioso y no mira a nadie.
-Dime que está pasando ¿Qué has contado en el colegio?¿Qué es eso de que no puedes hacer los deberes?¿Qué es eso de que no puedes estudiar?¿Cómo te maltrata tu madre? – le grita a su hijo, él que jamás levanta la voz por muy enfadado que esté.
Mientras, Ana en un rincón llora mirando a su hijo, odiándolo por mentir así y deseando estrecharlo en sus brazos a la vez. Oriol sigue con la cabeza baja sin responder.
-En el colegio me han dicho que van a denunciar a tu madre – continua su padre, quiere hacerlo reaccionar, que le hable, que se explique, aunque no hay ninguna explicación razonable para esto.
Al oír estas palabras reacciona, levanta la cabeza y con lágrimas en los ojos responde a su padre.
-No creí que os fueseis a enterar, mentí porque así aprobaba el curso aunque no hubiera estudiado, sabia que la profesora me aprobaría, le daría pena, pero no pensé que os lo dijese ni que esto perjudicaría a mamá.
-Mañana iremos al colegio y se lo explicas a tu profesora – sentencia Bernardo.
-¿Pero, cómo le voy a decir que le he mentido? – pregunta mirando a su padre con lágrimas en los ojos.
-Tú veras – es la única respuesta que le da.
Ella seguía allí de pie, sin decir nada con las lágrimas resbalándole por las mejillas, miraba a su hijo sin poder hacer nada, sin poder decir nada, se siente impotente, ultrajada, humillada. ¿Qué le ha hecho ella a este niño para que se comporte de esta manera? Es su única pregunta, no obtiene respuesta, ni la obtendrá jamás.
Al día siguiente fueron los tres a hablar con la profesora, Oriol se lo explicó todo, pero ya las notas estaban dadas y no se podían cambiar, había aprobado el curso basándose en mentiras, pero estaba aprobado, esto sólo fue el comienzo del calvario que Ana ha sufrido con su hijo, aunque ella poco lo podía imaginar, en ese momento su dolor era grande, pensaba que era lo peor que le había pasado en esta vida, esa traición de una persona a la que ella adoraba, por la que habría dado su vida, era inconcebible, pero era real.
La casa se acabó y allí se fueron a vivir, todo iría mejor era un ambiente más sereno para todos, su embarazo seguía adelante y ella seguía trabajando todos los días, sin aflojar ni un ápice el ritmo, no podía, había mucho que pagar y tenia que hacerlo.
Sus padres volvieron para ayudarla un poco con la casa y los niños, ella iba a su tienda y cuando volvía por la noche, ya no podía con nada más, ya estaba de ocho meses de embarazo.
Un día, Ana, abrió su tienda como siempre, no bien acaba de colocar las cosas vino la guardia civil, ella en un primer momento pensó que era algo rutinario, aunque traían a un chico con ellos que Ana conocía de vista, pero su cara se queda blanca cuando le dijeron que venían a por su hijo, éste el día anterior había robado la caja de un hotel, ella se puso histérica y aquel pobre hombre no sabia que hacer, intentaba calmarla, su marido no se movía, no reaccionaba, no daba crédito a lo que oía, los dos guardias se miraban uno al otro y repetían:
-Cálmese, señora, si llegamos a saber en el estado que usted estaba, no hubiéramos venido – el guardia la miraba asustado.
-Cálmese, no pasa nada, son cosas de niños – repetía su compañero
-Tranquila, sino lo vamos a detener, únicamente hemos venido a notificárselo – aquel pobre hombre no sabia como calmarla.
-Vamos, no pasa nada.
Allí había un error, su hijo, el día anterior había estado con ellos en la tienda todo el día, sólo había salido a jugar un rato, si era un crío, sólo tenia trece años, no podía ser y si pensarlo, ni mediar palabra con nadie, levantó el teléfono para llamar a casa, Oriol seguramente acabaría de levantarse:
-Mamá, di a Oriol que se ponga – a duras penas consigue articular estas palabras cuando la yaya contesta, le tiembla la voz..
-Está en su habitación – le contesta, esta sin prestar atención al tono de voz de su hija.
-¡Que se ponga! – no esta de humor para mantener una charla tranquila.
- Bueno, ya lo llamo, espera un momento.
-¿Qué quieres mamá? – Oriol está tranquilo, seguramente no se imagina el motivo de esta llamada.
-Está aquí la guardia civil y dicen que has robado la caja de un hotel – contesta Ana, sin más preámbulos.
-Pero mamá, no fui yo sólo – su hijo le da esta respuesta tan tranquilo.
Ella no podía oír nada más, con eso le bastó, su marido no necesita preguntarle nada, la cara de ella lo decía todo, era verdad.
Hablaron con los guardias para saber que iba a pasar y estos los informaron que si pagaban lo que habían robado, no habría denuncia por ser la primera vez, además era menor, cuantas veces más en su vida oiría Ana esa frase: “es menor”, quedaron se verían más tarde en el cuartel, únicamente para asustarlo un poco, no podían hacer nada más, no así con el otro chaval, éste tenia muchas denuncias y se lo llevaban a un Reformatorio.
Bernardo, fue a casa a buscarlo y para entonces, él estaba todo nervioso, llorando y jurando que no volvería a hacerlo nunca más, sin dar más explicaciones. Lo llevaron al hotel en el que se había producido el robo y allí con toda la vergüenza del mundo, pagaron todo el dinero robado. Oriol ya se lo había gastado o eso fue lo que dijo, luego fueron al cuartel y allí le dijeron cuatro cosas, que por lo que sucedió después, no debieron afectarle mucho.
Ana se quería morir, no había pasado tanta vergüenza y humillación en su vida. Rezaba para que esto no le afectara a la niña que llevaba dentro, pero su pena era infinita.
A los pocos días se empezó a encontrar mal y a sentir contracciones, aún, le faltaba, un mes de gestación, fue al hospital asustada temiendo por la niña que lleva en su seno, pasó la noche sin más dolores, había sido una falsa alarma, así que volvió al trabajo, a los dos días se nota rara, no tiene contracciones exactamente, pero no se encuentra bien, esta vez acude a la consulta particular de su ginecólogo, éste después de examinarla, decide poner fin a la gestación, le provocaran el parto, en pocos minutos se ve en una habitación de hospital envuelta en tubos y sueros, es diabética, por lo que tienen que controlar muy bien los niveles de azúcar durante el parto, a Ana no le asustan todas esas agujas que tiene clavadas en sus brazos y manos, las cuales la tienen conectada a un singular número de aparatos, su único deseo es que todo salga bien, en sus dos anteriores partos la durmieron con anestesia general y no vio nacer a sus hijos, esta vez lo hará, el ginecólogo se lo ha prometido, le pondrán una inyección entre las vértebras, lo que llaman genéricamente la epidural, no sentirá dolor y la verá salir de sus entrañas.
Y la noche de un martes de julio, tuvo al fin entre sus brazos, a esa niña por la que tanto había luchado. Todo lo que había tenido que hacer, quedó olvidado en el instante que se la pusieron en el regazo, con los puños apretaditos y la cara rojiza por el esfuerzo que ha hecho para venir a este mundo, era perfecta, morena, ojos oscuros, para ellos la más bonita del mundo, era su niña, su pequeña Beatriz.
Por ella olvidaron un poco los últimos acontecimientos, y fue como empezar de nuevo, Emma y Oriol estaban encantados con la niña, era un poco parte de todos. La felicidad parecía volver a florecer de nuevo, siguieron trabajando muchas horas, porque Ana regresó a su trabajo a los tres días exactos de haber dado a luz, mucha gente ni se enteró de que ya había tenido un bebé, se llevaba a su niña a la tienda y entre cliente y cliente le daba sus biberones, le cambiaba sus pañales, la atendía cuando lloraba, todo lo que su hija necesitaba, cuando llegaban a casa, a las doce de la noche, entre los dos bañaban a su niña y después se ocupaban de si mismos, de madrugada se turnaban para darle el biberón, por la mañana vuelta a empezar.
Disfrutaron de su niña, de cada sonrisa, de cada gesto que hacia, la mimaban tanto como podían; Bernardo se la ponía encima de la barriga y cuando ella se quedaba dormida en esa postura, él se sentía muy orgulloso, procurando no moverse para no despertarla, Emma la llevaba a pasear y como por la edad podía haber sido su hija reía encantada cuando alguien se lo preguntaba, Oriol jugaba con ella; la lanzaba al aire, le daba vueltas y más vueltas, cosa que la niña celebraba con grandes carcajadas y Ana era la mamá más feliz de la tierra, era una niña muy buena, desde que nació no dio ni una mala noche y aunque iba creciendo, dormía muchas horas lo cual les dejaba mucho tiempo libre para ocuparse de si mismos, es la criatura más amada de este mundo.
Año 1999
Llegó el invierno y pasó, llegó el verano y pasó, lo único importante de ese verano es que Emma cumplía dieciocho años, la mayoría de edad, un momento importante en su vida, no sabían que hacer para celebrarlo, su hija quería ir a cenar a un restaurante de lujo, ellos cinco solos, pero a sus padres se les ocurrió otra cosa:
-Bernardo ¿le hacemos una fiesta sorpresa? – pregunta Ana a su marido, un día en la tienda, en el momento que ella plantea una cuestión, es porque la tiene muy meditada.
-¿Cómo una fiesta sorpresa? Si preparamos algo en casa se dará cuenta – él no le hace mucho caso.
-No se dará cuenta si lo hacemos bien, yo le cojo la agenda y sin que lo sepa llamo a sus amigos, para adornar la casa podemos llamar a comercial Diez, ese mayorista que tienen cosas de broma y fiesta, como esto es una tienda, nos venderá – insiste Ana, es una mujer con ideas muy fijas, es difícil hacerle cambiar de opinión, cuando ha decidido algo.
-Pero, encargamos la comida hecha – a Bernardo empieza a gustarle la idea – de otra forma no podrás hacerlo.
-Si, sino, no me dará tiempo de prepararlo todo, también llamaré a una empresa de estas de música, para que venga alguien a cantarle y ¡lo mejor! Les puedo enviar unos billetes a mis padres, para que vengan ese mismo día – replica Ana cada vez más entusiasmada.
-¿Cómo van a venir sin que ella lo sepa? – mira a su mujer esperando una solución, cuando planea algo lo hace con todos los detalles y él lo sabe, la conoce hace muchos años.
-Es fácil, se los saco para ese mismo día, llamo a alguien para que los recoja en el aeropuerto y los traiga hasta aquí – cada vez está más animada, ella ya se lo imagina como lo va a hacer todo – ya convenceré a Emma para que ese día se venga contigo a la tienda y mientras, yo lo preparo todo para cuando lleguéis por la noche.
Ana empezó a trabajar con ahínco; llamó a todos los amigos de su hija, les explicó lo que quería de ellos y estuvieron todos de acuerdo, compraba cada día cosas para la fiesta, cuando llegaba a casa las escondía, invitó a todo aquel que se le ocurrió, mandó los billetes a sus padres, lo organizó para que unos amigos los fueran a buscar al aeropuerto, llamó a un electricista para que ese día le hiciera unas guirnaldas de luces, con la ayuda de su hijo hizo unos carteles que ocupaban todo el jardín, llamó a una florista, encargó la comida, convenció a unas amigas para que ese día le vinieran a ayudar a inflar globos, lo único que no pudo conseguir fueron a los músicos; era verano y muchos estaban ya contratados, los que estaban libres eran muy caros, cosa que la frustró mucho. Pero le faltaba lo más importante, el regalo ¿qué le regalaría a su hija?¿Qué seria eso tan especial que no pudiera olvidar? Buscó algo en todas las tiendas con las que se cruzó en su camino, nada le llamaba la atención lo suficiente para comprarlo, no sabia que es lo que buscaba exactamente y de este modo, es difícil encontrar algún objeto que la complaciera lo suficiente como para adquirirlo. Al final se decidió; le compró una gargantilla de oro con un diamante y le hizo un cheque, seria la primera vez que podría cobrar uno, ya seria mayor de edad.
Llegó el día y con la excusa del bebé, consiguió que su hija la sustituyera en la tienda, vino el electricista y puso las luces, la florista le montó un buffet precioso, pusieron las pancartas, adornó el jardín con guirnaldas de corazones (todos los manteles, platos y vasos tenían la misma decoración) llenaron cien globos de corazones y otros tantos normales, fueron a buscar mesas y sillas para todo el mundo, al final serian unos sesenta, aún cocina algo más; por si acaso, al atardecer estaba exhausta, pero no importaba, seria algo grande, algo que Emma no olvidará en toda su vida, algo que podrá contar a sus hijos cuando los tenga.
Vistió a su niña como una pequeña princesita, se vistió ella y empezaron a llegar los invitados, todos iban pasando para el jardín antes que llegara su hija y su marido, a los yayos ya los habían traído del aeropuerto, cuándo Bernardo y Emma, llegaron, la casa estaba en silencio, se iban a cenar fuera, Ana le dijo a su hija: “Ve por el cochecito de la niña, me lo he dejado en el jardín”, al abrir la puerta se encontró con toda la gente esperándola y no pudo reprimir la emoción, sobre todo cuando vió allí a sus queridos yayos, fue una noche inolvidable para todos, pero especialmente para ella, era lo que su madre pretendía, que fuera algo que su hija no olvidara el resto de su vida, que le quedara grabado en su corazón lo mucho que la querían, que para ellos era una persona muy importante y lo consiguieron, se sintió querida, halagada, mimada, esto no lo hubiese conseguido ni el mejor restaurante del país, pero sus padres eran así; siempre pendientes de los deseos más ínfimos que sus hijos pudieran tener.
Al empezar a clarear el nuevo día, se marcharon las ultimas personas que asistieron a aquella fiesta, toda la familia se quedó levantada para ayudar a recoger los restos del evento, Ana iba vaciando platos y ceniceros sumida en sus pensamientos, le daba vueltas a lo que podría hacer cuando Oriol cumpliera los dieciocho, como hoy los había cumplido Emma, sonrió para sus adentros, ¡faltaban todavía cuatro años!
El siguiente fin de semana, su hija mayor, les plantea lo que para ella es un gran problema, va a salir el sábado por la noche con sus amigas y no sabe a que hora tiene que regresar a casa:
-¿A que hora vuelvo?¿Puedo volver un poco más tarde?
-No sé a que hora tienes que volver – le contesta su madre –, ahora eres mayor de edad, puedes volver cuando tú quieras.
-No, a mí me dices a que hora tengo que estar en casa – tiene el gesto enfurruñado –, sino, yo no sabré si es pronto o tarde.
-Ya eres mayor, Emma – su madre no se quiere reír para no aumentar su enfado –, sabrás si es pronto o es tarde cuando decidas volver.
-No, yo quiero que me lo digáis vosotros – con cada minuto que pasa se pone más nerviosa – no estaré tranquila sin saberlo.
-Escúchame bien, haz lo que te dicte tu conciencia, hemos peleado durante años por este mismo tema, ahora es el momento que tanto has esperado – Ana la atrae hacia sí, le da un beso y prosigue –, confió en ti, lo sabes, ve tranquila, disfruta del momento y cuando tengas que volverte a casa, vuelves, eso si, despiértame cuando regreses y de este modo, yo dormiré más tranquila.
Regresó medía hora antes de la hora que tenia impuesta por sus padres antes de su mayoría de edad.
Ana, perdió muchos kilos, el exceso de trabajo al que se sometía le pasaba factura, pero nada importaba su familia salía para delante. Habían recorrido un largo camino los dos juntos, habían luchado codo con codo y es hora de recoger los frutos de sus esfuerzos. Cierto día mientras limpiaba la habitación que compartía con su marido se fijó en la foto que estaba apoyada en el tocador, es su fotografía de boda, siempre ha ocupado el mismo lugar y durante mucho tiempo le ha pasado desapercibida, era un objeto más, ahora la mira y con ternura la coge entre sus manos, se mira ella y mira a su marido, ¡qué jóvenes eran! Lo piensa con una pizca de tristeza, le da un beso a la fotografía y con una medía sonrisa le susurra “quien nos iba a decir que, tendríamos que vivir, todo lo que llevamos vivido juntos”, pero no está triste, sólo tiene un día de esos un poco nostálgico.
A Emma le encantan los retos, sé esta sacando el carnet de conducir, la parte teórica le ha ido bien, pero es un poco miedosa para la practica, no se atreve a hacer el examen y hace cada día practicas con el coche, hasta que Bernardo, le propone un reto si lo aprueba en menos de quince días le dará la entrada para un coche el próximo verano, mientras podrá usar el suyo y tuvo que dejárselo, a la semana siguiente de decirle esto, aprobó el examen y tuvo el carnet de conducir en las manos.
AÑO 2000
Este es el año que pasan más tranquilos, las cosas empiezan a funcionar por si solas, ese verano, Oriol, se va un mes a casa de sus tíos y a cambio viene la hija de estos a pasar un mes con ellos a Mallorca, la jovencita, es un soplo de aire nuevo en
sus vidas, ella quiere mucho a sus tíos, siente especial devoción por su Ana, la relación siempre ha sido muy buena entre las dos, a medida que ésta ha ido creciendo, han creado un vinculo muy especial entre ellas.
Tía y sobrina son cómplices en muchas cosas, ella le cuenta sus penas y alegrías. Esta niña, porque es una niña, tiene casi un año menos que Oriol, pero es la cosa más dulce y tierna que ha conocido Ana nunca, tiene un carácter dócil, alegre, aunque a veces se vuelve taciturna, usa a su tía para confiarle todos sus problemas, esos que en la adolescencia nos parecen tan graves y cuando somos mayores ¡que banales nos parecen!; todas sus penas; porque un día le ha salido un grano o aquel chico del que está perdidamente enamorada ni la mira, si ha engordado un kilo, es el mayor desastre que le pueda ocurrir. El gran problema y éste es el de toda la juventud, el más típico “es que, sólo tú, me entiendes”, “contigo puedo hablar”.
Allí donde va su tía, va ella también, si están en la tienda se pasa el tiempo intentando ayudarla en la medida que puede, aunque no sabe nada de ingles, pero le da igual, ella allí se siente como en su casa, a mediodía, comen juntas en un bar cercano a la tienda y por la tarde las dos vuelven de nuevo a trabajar, sale con Emma, de vez en cuando, a dar una vuelta o a la playa, eso le gusta, se llevan a Beatriz y disfrutan al ver como la niña se reboza de arena, como juega su palita y su cubo, como se llena todo el cuerpo de churretes cuando intenta comerse un helado, son pequeñas cosas que la hacen feliz, un mes pasa pronto y tiene, que volver a casa, pero esa intimidad que han creado en este mes, no se perderá a lo largo de los años, muy al contrario aumenta con el paso de estos, dentro de poco tiempo, será Ana quien le cuente a ella sus penas y alegrías, los papeles se cambiaran y será su sobrina quien la entienda, la aconseje y la reconforte.
La vida sigue y para ellos es dura, en invierno hay que trabajar, es difícil en la isla encontrar algún trabajo en temporada baja, pero Bernardo lo consigue, este trabajo lo tendrá durante algunos inviernos más, así se le harán menos cuesta arriba esos meses en que la tienda esta cerrada y no hay ningún tipo de ingresos, es lo malo de estos trabajos de temporada, aunque se gane mucho más dinero, sólo duran siete meses y el resto de meses, hay que pasarlo con el dinero que se haya podido ahorrar.
Oriol sigue en el colegio, trae unas notas que dejan bastante que desear, un día su madre le encuentra un paquete de tabaco en la mochila y se da cuenta que su hijo fuma, le tiene que regañar, aunque sabe que ellos son un mal ejemplo para esto, fuman los dos, pero aún así no puede hacer como sino lo hubiera visto, alguna cosa le tiene que decir para hacerle ver el daño que fumar le puede hacer, piensa en todo lo que le puede explicar y cuando están solos le dice:
-He encontrado un paquete de tabaco en tu mochila...
-No es mío –lo dice muy deprisa sin dejar acabar a su madre –, es de un amigo.
-No mientas, por favor, sabes que fumar es malo –empieza a explicarle – quizás no sabes los daños que puede causar, mira el primero es la esclavitud – él la mira interrogante – te conviertes en un esclavo del tabaco, lo necesitas y no puedes prescindir de él, allí donde vayas te acompaña e incluso te pone nervioso el pensar en quedarte sin él, aunque estés bien en un lugar, sino puedes fumar estarás deseando irte a otro sitio para poder fumar.......
-Menudo rollo –la corta su hijo –, eso a mi no me pasará, yo fumo poco.
-Eso decimos todos al principio, pero déjame que te explique algo más, aunque sé, que es un contrasentido que sea yo quién te lo diga, provoca muchísimas enfermedades, tanto pulmonares como de otros tipos.....
-Ya, el rollo del cáncer –otra vez no la deja terminar la frase – eso, ya lo sé.
-No es sólo el cáncer de pulmón, además de este cáncer te puede provocar otros tipos de cáncer como: el de boca, laringe y esófago. Otras enfermedades que causa el tabaco – continua explicándole –, además de las pulmonares es la arterosclerosis, lee algo sobre ella y veras que es algo serio, igualmente afecta al corazón, eleva la tensión sanguínea e induce, a un incremento de grasas en la sangre, es algo muy serio.
-¡Que ya lo sé!. Te he dicho que he fumado muy poco.
-Puede que lo sepas, pero hay muchas cosas que no sabes, yo daría cualquier cosa por no haber empezado nunca a fumar, así que no lo hagas, por favor aún estas a tiempo de dejarlo – le da un beso a su hijo y él la abraza.
-No se lo digas a papá que si lo sabe se enfadara – se va corriendo a hacer otra cosa.
Se lo dijo a su marido en cuanto tuvo ocasión de hablar a solas con él, pero pensaron que era mejor que él disimulara un poco y esperaran, si seguía fumando volverían a hablar con él, no iban a montar un escándalo por eso, pero no volvieron a pillarlo fumando, aunque alguna vez les pareció que tenían menos tabaco del que habían dejado en el paquete.
Oriol, traía a casa los compañeros más estudiosos del colegio, con lo cual, ellos pensaron que estaba cambiando, que aquello había sido una mala etapa de sus vidas, volvió el verano y pasó, ese año los padres de Ana se fueron muy pronto, para lo que ellos acostumbraban hacer cada año. Tenían que ir a la boda del sobrino del yayo, no podían faltar a ese evento, para los padres de Ana, ésta persona era como un hijo más, por este motivo este año se van un mes antes de lo que era habitual en ellos.
Su padre enfermó el mismo día que se casaba su sobrino, todos pensaron que seria una tontería, pero no lo fue, le hicieron muchas pruebas médicas y en octubre, le comunicaron a Ana, que su padre tenia un cáncer y que no llegaría a Navidad, ella lloró mucho al enterarse de estas malas noticias, no quería que el ultimo recuerdo que tuviera de su padre fuese cuando ya estuviera moribundo, no era esa la imagen que quería tener para el resto de su vida de él, la que ella quería conservar era otra muy distinta, quería a su padre vivo, sonriente, con una frase amable como ha tenido siempre para todos. Con esta idea en su cabeza piensa que es mejor ir a verlo ahora y no esperar a que este ya desahuciado o dentro de un ataúd, sin más demora, sacó unos billetes de avión para ellos y Beatriz, los dos niños mayores, no van, porque no quieren ver al yayo enfermo, es una decisión que ellos respetan.
Cuando llegaron a Barcelona, se encontraron con un yayo muy enfermo, Ana no reconocía a ese hombre que tenia ante sí, estaba sentado en un sofá, sin moverse, parecía que había encogido, lo vio pequeño, delgado, su cara era un reflejo exacto del dolor que sufría, parece tener mil arrugas que antes no tenia, ese pelo, hasta ahora era el mayor orgullo del yayo, haber envejecido sin canas y ahora se mostraba gris, ya hacia muchos días que no podía ni salir a la calle, apenas caminaba, sufría dolores en todo el cuerpo, el maldito cáncer se lo estaba comiendo por dentro demasiado deprisa, él ignoraba que enfermedad tenia, cuando le preguntaban como estaba, respondía:
-Los médicos, no saben que tengo, pero es; como si tuviera un niño aquí dentro, que me aprieta y no me deja, a ver si dan con lo que es y me mandan algo - repetía una y otra vez el pobre hombre.
La realidad se abre crudamente ante Ana, este hombre no es el mismo al que ella quería ver, éste no es su querido padre, es un hombre consumido por una terrible y devastadora enfermedad.
Ellos regresaron a su casa, a su rutina, puesto que no podían hacer nada más que esperar, un día el equipo de oncólogos que llevaban su caso, decidieron operarlo de los pulmones, pero no le dijeron en ningún momento que tenia un cáncer, él no lo pregunta y con su edad, era mejor ocultárselo, sólo le dicen que tiene un tumor en el pulmón y que si se opera puede mejorar, aunque podía ser peligroso para su vida, podría quedarse en el quirófano, pero era tal su desesperación, después de dos meses de sufrir dolor, que le daba igual lo que pasara en el quirófano, al menos tendría una oportunidad, si salía bien la intervención, le dieron cita para enero después de reyes, casi faltaba un mes, su estado de animo mejoró, viendo la posibilidad de una recuperación en su salud.
Mientras, Ana y su familia seguían adelante, la pequeña Beatriz ya había empezado a ir a la guardería, en el mismo centro que su hermano, Emma había empezado la carrera que le gustaba, aunque difícil, a ella le gustaba, había empezado Educación Social y sabia que seria mucha carga emocional trabajar con niños problemáticos, drogadictos, etc. Pero, esa era la parte de la carrera, que más le gustaba, ése era el reto, sus padres ya tenían demasiados gastos con la casa así que buscó trabajo en una hamburguesería para los fines de semana, podría costearse los viajes, la comida y sus gastos, no seria una carga para sus padres, el primer día que fue a trabajar, a su madre, se le llenaron los ojos de lágrimas, cuando la vio con aquel uniforme, se dió cuenta de que su hija ya era una mujer y ella apenas se había dado cuenta, la niña que tenía, había quedado atrás en el tiempo, estaba demasiado absorta con otras cosas y no prestó demasiada atención al cambio de su hija, su pequeña Emma, ya caminaba sola en el mundo de los adultos.
Oriol empezó a encontrarse mal, o eso creían sus padres, siempre tenia sueño, apenas comía, tenía ojeras, cosa que los preocupaba sobremanera, en cuanto tuvo ocasión le dijo:
-No puedes seguir así; con ese sueño y sin comer apenas te voy a llevar al médico.
-No, no es nada no te preocupes, ya se me pasara.
-Pero, es que cada día estas peor.
-Es por las clases, ya son muy duras y tengo que estudiar mucho.
-Mira haremos una cosa, pediré cita y que te eche un vistazo, igual tienes anemia o alguna tontería.
-Que no, mamá, estoy bien, no seas pesada – le cansa que su madre insista tanto.
Así siguieron unos días, él se dormía nada más llegar de clase, pero luego venían sus compañeros y se ponían a estudiar, antes de salir a dar una vuelta por el pueblo.
Ana no estaba tranquila, un día fue al médico a por unas recetas, con su hija, en la sala de espera tuvo una idea que le dio escalofríos.
-¿Tú crees que tu hermano sé esta drogando? – interroga a su hija muy seria.
-Mamá, ¡qué exagerada eres!, No, no creo, sino me hubiera dado cuenta – mira a su madre con una expresión grave en el rostro, sin poder creer lo que ésta le dice.
-No sé, esto es muy raro, cuando entremos le preguntaré al médico.
-¡Haz lo que quieras! aunque yo creo que exageras mucho las cosas – exclama Emma.
Y así se lo plantea al medico nada más entrar:
-Tengo un hijo, de quince años, que se duerme por los rincones, apenas come y tiene ojeras ¿cree usted que sé esta drogando?
Aquel hombre, la mira muy serio, incrédulo, sin saber si había oído la pregunta bien
-¿Cómo? – mira a Ana fijamente – creo que no la he entendido bien.
-¿Cree que se droga? – vuelve a repetir.
-Mire, eso es imposible de saber, sólo con estos datos, pero podría ser o podría ser que no – le explica el médico con mucha tranquilidad.
-¿Cómo lo averiguo? – quiere saber Ana
-Podemos hacer una cosa; tráigalo y como es nuevo en este pueblo le diré que le mando unos análisis de rutina, que se lo hago a todas las personas nuevas que vienen a vivir al pueblo.
-De acuerdo, mañana lo traigo.
-Cuando venga, intente dejarlo sólo para que yo hable con él, ya veremos que averiguamos, podría ser el cambio o cualquier otra tontería. -Muy bien, gracias.
Al día siguiente acompaña a Oriol, está nerviosa, pensativa, mil ideas dan vueltas en su cabeza, él está enfadado, no quería ir, se sientan en la sala de espera sin dirigirse la palabra, sale de la sala de espera con la excusa de fumarse un cigarro, cuando su hijo salió, con el volante para hacerse unos análisis, ella suspiró aliviada y a los dos días lo acompañó para que le realizaran la extracción de sangre, tardarían quince días en obtener los resultados.
Aquel sábado, Oriol, salió como siempre con sus amigos, los compañeros de clase con notas impecables, a su regreso únicamente está levantada Ana, todos dormían, le dio un beso, al igual que hacían siempre antes de acostarse, él subió delante de Ana, ésta iba apagando las luces, al pasar por la entrada vio los zapatos de Oriol, refunfuñando porque lo dejaban todo tirado, los recogió y los guardó en el zapatero.
Subió las escaleras despacio, estaba cansada y agradecida al poder acostarse ya, había sido un largo día, se metió en la cama donde su marido dormía placidamente, leyó un rato, como cada noche, por muy cansada que estuviera, siempre leía, apagó la luz y se dispuso a dormir. Estaba en ese estado de duermevela, cuando un ruido la sobresaltó, se levantó corriendo sin pensar nada más y al bajar las escaleras, vio a su hijo poniéndose los zapatos con la ventana de la entrada abierta de par en par, lo mira fijamente, no reacciona en un primer momento, su mente no asimila lo que sus ojos están viendo, está nerviosa, temblando, no sabe si es de frío o por la rabia que le va subiendo por sus venas, al comprender lo que está viendo:
-¿Qué haces?¿Dónde vas?¿Por qué esta abierta la ventana? – lo increpa casi en un susurro para no despertar a los demás, Oriol se queda sin habla, no contesta a su madre, desvía la mirada hacia las escaleras.
-¡Contesta, dime algo! – le dice Ana a su hijo levantando un poco más la voz.
-Me iba un rato a la Plaza.
-¿Cómo que te ibas a la Plaza? – le vuelve a preguntar incrédula.
-Es que... a mis amigos los dejan hasta más tarde y están todos allí.
-Pero... ¿Te ibas por la ventana? – Ana ya habla un poco más bajito, no quiere despertar a nadie.
-Si, porque así, si os levantabais, no os dieseis cuenta – su hijo le dice esto con mucha tranquilidad, la puerta principal es de madera maciza, tiene unos veinte centímetros de grosor, las llaves que la cierran, son de hierro forjado, no tiene una cerradura normal, sólo existen dos llaves que la abran y todas las noches permanecen depositadas encima de la mesa de la entrada, basta una mirada para darse cuenta si falta una de las dos.
-¿Ibas a dejar la ventana abierta? – le vuelve a preguntar, casi no puede creérselo.
-Si, no pasa nada- él responde sin inmutarse.
-¿Te das cuenta de que por donde tu salía otro podría entrar?¿Entiendes al peligro que nos expones? – Ana no lo puede evitar y vuelve a levantar la voz.
-No pasa nada, nadie me iba a ver – él se va alterando un poco.
-¿Cuántas veces has hecho esto?.
- Es la primera vez, perdona, lo siento – Oriol ya no sabe como mirar a su madre. Ella cada vez esta más enfadada y él sabe que contestarle es empeorar las cosas, a su madre por las buenas le puede sacar cualquier cosa, pero no así cuando se enfada, no hay manera de tranquilizarla, es mejor no provocarla más.
-Pero, pero... ¿Cómo se te ha ocurrido? ¡Por Dios! – le está chillando.
-Lo siento, no volverá a pasar.
-Vete a dormir, mañana ya hablaremos, yo me voy a quedar aquí sentada toda la noche o sea que si quieres salir, tendrás que pasar por delante de mí – Ana se lo dice con una gran rabia contenida.
-Te puedes acostar ¡eh! ya no me voy a ir – contesta, con toda la ironía de que
es capaz.
-¡Vete a dormir! Me quedo aquí.
Esta furiosa, pasea arriba y abajo por la entrada, menos mal que es grande, pero a ella se le hace pequeña para los pasos que da, enciende un cigarro, lo apaga, enciende otro, lo apaga, no piensa nada en ese momento, no puede pensar, sólo repasa en su mente una y otra vez la conversación que ha mantenido con su hijo, le parece subrrealista, cuando sus nervios se templan un poco, hace café, va a ser una larga noche, lo que ella no sabia es que iba a ser una de tantas noches en vela.
Vio cada una de las horas, minutos y segundos de esa noche, reflejados en el reloj, fumó un cigarro tras otro, bebió una taza de café tras otra, hasta que amaneció, se relajo un poco al ver clarear el cielo, la luz del día se iba abriendo paso poco a poco, dejando atrás la negrura de tan larga noche, sin apenas creerse lo que sus propios ojos han visto, ¿Qué estaba pasando con su hijo?¿En que se habían equivocado?¿Cuántas veces lo habría hecho?¿Cómo no se había dado cuenta? Tantas preguntas y ninguna respuesta.
Bernardo se despierta, al darse cuenta de que está sólo en la cama, pensó que Ana se habría despertado pronto, bajó a desayunar y allí encontró a su mujer con cara de haber dormido poco o mal.
-¿Has madrugado? – le pregunta su marido sin apenas mirarla.
-No, no me he acostado – le dice Ana con voz muy cansada – tenemos un problema.
Y le hizo un relato detallado de los hechos ocurridos la noche anterior, cuando acabó de contárselo todo, si que le salieron esas lágrimas contenidas toda la noche por la rabia, todo lo que llevaba dentro explotó y no podía dejar de llorar. No sabe que hacer, no sabe que pensar, se encuentra perdida, pasa la mañana como en una nube, haciendo muchas cosas para pasar el tiempo, pero sin hacer nada en concreto.
Cuando su hijo se levantó, ellos no sabían que decir o como decirlo, sólo sabían que las cosas no podrían quedar de esta manera, hay que aclararlas, y Bernardo empezó:
-¿Qué pasó anoche?
Se hizo un silencio sepulcral, Emma, que no sabia nada de lo ocurrido, miraba a unos y a otros, intentando adivinar que había pasado la noche anterior, seguro que su hermano no había llegado a la hora impuesta por sus padres, ¡iba a ser eso!.
-¿Qué pasó anoche? – Cómo no obtiene ninguna respuesta, le grita – Oriol ¡te estoy hablando!
-¡Nada... que me iba un rato! – Oriol también grita.
-¿Cómo que te ibas? Explícame eso.
-Sí. Es que a mis amigos los dejan más rato y yo quería estar con ellos – le responde a su padre muy tranquilo, sin gritar ya.
-Pero... ¿Qué es eso de que como ellos están, tú te vas? – mira a su hijo con furia y rabia.
-Es que yo siempre tengo que venirme antes, no es justo – sigue respondiendo Oriol tan tranquilo.
-¿Qué no es justo? Lo que no es justo, es que nos expones de esta manera a que nos hagan algo, ¿no ves que con la ventana abierta, igual que tú sales pueden entrar otras personas?¿Qué desde arriba no se oye absolutamente nada?.
-Ya, pero yo tengo cuidado de que no me vean.
-¿Pero crees que esa es la única cuestión?
-Es que... si tú me dejaras un poco más.......
-¿Qué pasa si te dejo un poco más? ¡Sólo tienes quince años!
-Si, pero se quedan todos mis amigos.
-¿Y?
-Que... yo no lo haré más – pone cara de niño bueno tratando de convencer así a su padre – venga..., no seas así..., déjame un poco más, no te pido tanto
-¿Bastaría medía hora más? – hace esta pregunta a su hijo, ya cansado de esa discursión.
-Si con eso me conformo – ya ha conseguido ablandar a su padre.
Pasar el día fue un infierno, con la tensión que había en el ambiente, menos para Oriol, él pasó el día como si nada hubiera ocurrido, llegó la noche y salió con sus amigos, Ana, espera de nuevo, la vuelta de su hijo levantada, como siempre, cuándo sus hijos llegan a casa ella se va a dormir relajada, es lo normal para ella, tenerlos a todos en casa. Su hijo llega a la hora prevista, le da un beso y este se va a dormir, le guarda los zapatos, pensando que así no se podría ir y ella podría descansar tranquila, ésa noche, durmió, a ratos intentando escuchar cualquier ruido, pero el cansancio la vencía y se volvía a dormir, fue una noche muy larga, al día siguiente todo parecía normal. Después de comer, Oriol, salió y ellos se quedaron con la pequeña, pues Emma estaba trabajando, iba a ser una tarde tranquila, no les apetecía salir de casa, hacía mucho frío fuera y se encontraban cómodos en casa, al calor de la chimenea, jugaron con la niña, la bañaron, le dieron la cena y se dispusieron a arreglar las cosas que necesitarían al día siguiente para ir a trabajar, Bernardo daba vueltas y más vueltas por la casa, parecía buscar algo;
-¿Qué buscas? – le pregunta Ana intrigada al verlo así.
-Mis zapatos del trabajo, no los encuentro.
-Están en su sitio, en el zapatero
-Allí no están, he mirado por toda la casa y no aparecen.
-¿Cómo que no están? No habrás mirado bien, tienen que estar en su sitio.
-¡Que no están te digo!
Ella mira a su marido y sin decir nada, subió corriendo a la habitación de su hijo, tenia el presentimiento de que los encontrara en ese lugar, mira dentro del armario, debajo de la cama, no los encuentra. Se da medía vuelta para salir de la habitación, con la mano en el picaporte, recuerda que hay un hueco entre el cabezal de la cama y la pared, se dirige a ese lugar, se agacha, es muy pequeño, consigue meter un poco la cabeza y allí están los zapatos, los coge como puede y al levantarse ve a su marido en la puerta y los dos supieron que había pasado, no tuvieron que decir nada, Ana desecha, sin saber que decir o que hacer, se sentó en la cama, con los zapatos en la mano mirándolos sin verlos. Muchas preguntas volvían a llenar su cabeza ¿Qué ha hecho?¿Por qué?¿Ha vuelto a salir? ¿Tan profundamente dormía que no lo oyó?
Llega su hijo, muy contento, a la hora prevista, no se pasó ni cinco minutos de la hora acordada, se tira en el sofá y al inclinarse para coger el mando oye a su padre decir:
-¿Qué hacían mis zapatos en tu habitación? – hay desesperación en la voz de Bernardo..
-No lo sé.
-¡Claro que lo sabes!.
-¡Yo no!, Los dejarías tú – no mira a nadie, tiene la cabeza agachada, se mira las manos mientras va girando el mando entre ellas.
-Te fuiste anoche otra vez – ya no era una pregunta, sino una afirmación.
- ¿Yo? No, mamá me vio llegar y que me fui a dormir – replica bajando la vista.
-¡No mientas! – vocifera Bernardo.
-¡No es mentira! ¡Yo no sé nada! – se están gritando mutuamente.
-¡No mientas más! Por favor – le vuelve a decir mirando a su hijo, más tranquilo al menos en apariencia.
-Bueno, yo...
-¿Tu que?
-Sólo fue un momento, es que medía hora más es poco.
Bernardo ya perdió la paciencia, él que jamás la perdía, era lo mejor de su carácter.
-Ayer dijiste que medía hora, ¡ahora ya no te vale! ¿Pero que quieres tu? ¡Si aún eres un mocoso y nos quieres torear!
-Pero mis amigos...
-¿Tus amigos que?¿Qué me importan a mí tus amigos?. Además no creo que a Moisés lo dejen más tiempo.
-No, a él no, pero a los otros...
-¡Pero, que otros! Sabes esto ya se acabó, voy a clavar las ventanas y ya veremos por donde sales y ¡de aquí no se sale hasta que yo diga! – lo dijo en el mismo tono que un juez dicta una sentencia.
Y cumplió con su palabra, las clavó, ahí empezó la cárcel de la pobre Ana, su casa tan adorada y perfecta se convertía en su prisión, ya no se podían abrir las ventanas de la entrada, las otras daban al jardín y por ahí no se podía ir de ninguna manera, desde arriba no se podía bajar a la calle, porque como los techos eran altos, correspondía a un segundo piso, por lo menos, aunque no entendiera a su hijo para él en ese momento se había acabado el problema de que se fuera por la noche, mientras dormían, aunque no es así para Ana, ella, se queda levantada la mayoría de las noches, mientras todos duermen, ella vela por los suyos, la mayoría de las veces al despuntar el alba y la tenue luz del amanecer se cuela por las rendijas de las persianas, se acurruca en un rincón del sofá e intenta dormir un poco, no es un sueño reparador, cualquier ruido, por insignificante que sea, la despierta con un sobresalto, a mediodía, después de comer, es cuando se permite dormir un par de horas, con el sol en el punto más alto en el cielo y su marido en casa, se disipan un poco esos temores que la acompañan por la noche. No se fía de su hijo; teme que se escape de nuevo por la noche, teme no oírlo si está dormida. Empieza a hacer cuadros de punto de cruz, para matar las horas, que de noche parecen ser más largas, acabará teniendo una gran colección de estos cuadros. Si no ocupa, las largas horas de la noche en esto, las ocupa escribiendo, escribe un diario, escribe pensamientos sueltos, escribe todo aquello que se le ocurre.
Al llegar del trabajo, Emma, se encontró con toda la discusión en marcha, no sabia que decir, ni que hacer, para consolar a su madre, sólo repetía:
-Este niño de mierda, este niño de mierda.
-No digas eso – le dice Ana con mucha pena
-Es verdad mamá ¿Cuántos problemas nos va a dar? – su cara es un reflejo del dolor que siente, se preocupa por toda la familia, está muy unida a su madre.
-Es la edad, se le pasara.
-No es la edad, yo no hacia cosas así.
-Emma, tú eres diferente, todos somos diferentes – la mira con ternura, sabe que habla de este modo, porque ella, preferiría morir antes que darle un disgusto así a sus padres, Ana esta segura de ello, pero, Oriol, también es su hijo y algo la impulsa a defender lo que no es defendible.
-Si, pero no deja de ser un niñato de mierda, sus amigos no son así, fíjate en Moisés (Moisés era el compañero de Oriol que siempre venia a casa) ni un problema a sus padres.
-Yo no puedo más, ya veremos, me voy a dormir, que mañana hay que poner el árbol y el Belén, este año aún no hay nada puesto – comenta Ana, ya no quiere seguir hablando, esa noche no.
-¿Sabes algo del yayo? – madre e hija suben las escaleras juntas, con las manos entrelazadas.
-No, mañana llamamos, porque cuando llamo, no puede ni ponerse al teléfono.
-Buenas noches mamá, que descanses
-Buenas noches hija, que sueñes con los angelitos – es una frase, que ha repetido, con alguna variante al final, durante años a sus hijos y la repetirá mientras estos vivan con ella.
Puso el árbol, puso el belén, adornó su casa como siempre había hecho, con todo el cariño del mundo, para Ana, las Navidades, siempre habían sido algo muy especial, ella adornaba toda su casa, con todo el cariño e ilusión de la que era capaz, ponía el árbol, cada año añadía algún adorno nuevo, recorría las tiendas en busca de algo especial que aún no tuviera, montaba un Belén, que aunque empezó con las figuras básicas, había acabado convirtiéndose en algo espectacular, ya medía dos metros por uno y pico, cuidaba hasta el más mínimo detalle, tenia casas, hornos de leña, árboles, palmeras, toda clase de animales, es digno de llevarlo a un concurso de belenes, disfrutaba comprando los regalos, elegidos con especial cuidado siempre, pensaba, indagaba, hasta que sabia que era eso tan especial que cada uno podía desear, preparaba comida para todos sus amigos, las cenas o comidas en casa de Ana eran algo muy, muy especial, celebraban las Nocheviejas hasta altas horas de la madrugada, siempre había sido así y así con los años se lo trasmitió a sus hijos, este año compró; Para Oriol, un móvil, que le hacia mucha ilusión, aparte de cuatro chucherías, a Emma una camisa, un bolso y algunas cosillas más, a Beatriz unos juguetes y algo para su marido.
Llegaba Nochebuena y aunque no tenían muchas ganas, habría que hacer una cena con los amigos, por lo menos, ya que con la familia no podían por la distancia. Prepararon una espléndida cena y Oriol se pasó todo el día enfadado, él quería salir con sus amigos y sus padres, no lo dejaban, a la hora de cenar apenas probó bocado, se pasó toda la cena con mala cara, en cuanto acabó de cenar, dijo que él se quería acostar, sus padres le pidieron por favor que se comportara, que era Nochebuena y además tenían invitados, unas cuantas de parejas con sus hijos respectivos y Gregorio, que era amigo de ellos desde su llegada a la Isla, éste estaba soltero, su hijo insistía, hasta que cansados de su mal humor le permitieron irse a dormir.
Ellos siguieron con la fiesta, Beatriz reía y reía, viendo como los mayores bailaban, todo llamaba su atención; el confeti, los espanta suegras, los gorritos... estaba feliz, las luces del árbol la tenían loca, se pasaba mucho tiempo mirando como iban cambiando de color, el Belén la fascinaba con tantos muñecos, montañas, casas, árboles y luces.
Para sus ojos infantiles todo lo que la rodea es mágico, nunca ha visto tantas luces en la calle, en casa, las tiendas adornadas, el ambiente navideño que se respira la contagia con toda su alegría, Ana, por las mañanas, cuando la levanta, le pone villancicos en el equipo de música, en el coche cantan todos, la pequeña sólo se sabe algunas frases de cada canción, con el paso de los años las aprenderá, al igual que las aprendieron sus hermanos.
A las dos de la madrugada, consideraron que era muy pequeña y ya era hora de acostarla, a lo que se ofreció Emma, ellos hicieron café y sirvieron más cava, a sus amigos, cuando Emma bajo corriendo:
-¡Mamá! La puerta de Oriol esta cerrada por dentro, lo llamo y no me contesta.
Ana y Bernardo se miran el uno al otro.
-Sube tu, Bernardo, a lo mejor estaba fumando, yo creo que sigue fumando y se ha quedado dormido, pero no quiero que cierre por dentro, le podría pasar algo y no podremos entrar.
Él subió y volvió a bajar, blanco como la pared.
-Ha saltado por la ventana – explicó mirando a todos los que estaban sentados en su mesa.
-¿Cómo que ha saltado? – le pregunta Ana – ¿no estaba la puerta cerrada desde dentro? – su marido asiente con la cabeza – ¿Cómo has entrado tú?.
- He forzado la puerta, la cama esta sin deshacer, la ventana abierta y él no está.
Todo los allí presentes se quedan callados sin saber que decir, Bernardo mira a su amigo. Para lo que va a hacer a continuación, necesita a su amigo al lado, si va sólo, no se fía de su posible reacción, si va acompañado, sabe que se controlara:
-Gregorio ¿me acompañas?
-¿Adónde?
-A buscarlo, lo voy a buscar hasta que lo encuentre.
-Claro que voy contigo.
Se marchan y Ana se queda clavada en el sitio, de nuevo las lágrimas brotan de sus ojos, sin poder contenerse, les cuenta a sus amigos lo que ha pasado estos últimos días, estos intentan consolarla a ella, consolar a Emma, que también llora, hacen tilas, manzanillas, se olvidan del café, del cava, de la música, ya se acabó la fiesta. No se da cuenta que su hija se ha levantado de la mesa, cuando la ve con el teléfono en la mano, le pregunta:
-¿Qué haces Emma?
-Llamo a casa de Moisés, aunque no esté con él, igual sabe donde puede estar.
-Hija, no es día, ni son horas, de llamar a casa de nadie.
-¡No me voy a quedar sentada esperando!
-...........................................
-Emma, no llames
-.......................................
-¡Emma! – la llama su madre, no quiere molestar a nadie a esas horas y menos en una noche de celebraciones como es esa.
-No están, sólo está el abuelo, se han ido todos a cenar a un restaurante.
Siguen sentados alrededor de la mesa, todos opinan, todos dicen como hay que tratar a un niño, todos tienen la solución, todos sabrían que hacer y a ellos no les pasaran estas cosas, Ana sólo llora, no habla, no escucha, hasta que oye la puerta de la calle y de un salto se levanta, recorre la cocina, el salón, hasta llegar a la entrada y allí ve a su marido con su hijo, antes de que pronuncie una palabra, Bernardo le dice:
-Ana vete al comedor – le ordena su marido.
-Pero...............
-¡Te digo que te vayas! Yo voy a hablar con este.
-Pero........
-¡Ana por favor! – le ha gritado, se siente excluida, rechazada y esto hace que renazca su llanto con más fuerza aún.
Ella camina despacio, todo el maquillaje corrido, la cara demudada por el dolor que siente en ese momento, vuelve a ocupar su sitio en la mesa y no mira a nadie, no sabe exactamente cuales son sus sentimientos en ese instante, siente pena por su hija, rabia contra su hijo, una vergüenza infinita por lo que esta oyendo decir a sus invitados, todos tan sabios y tan buenos educadores, sólo desea que se la trague la tierra en ese instante, escapar de allí, pero se queda clavada en la silla con su hija abrazándola y llorando.
Gregorio empieza a explicarle donde lo han encontrado:
-Estaba en un bar, cuando nos ha visto llegar ha intentado esconderse, pero tu marido que es muy tranquilo sólo le ha dicho “vamos a casa”, si es hijo mío le doy dos hostias allí mismo.
-Bernardo no es así.
-No, pero se las merece. ¡Y eso de hablar! Dos buenas hostias – Gregorio siempre se expresa así, es muy bueno, haría cualquier cosa por ellos, eso lo sabe bien Ana, pero es muy bruto.
-¿Qué ha dicho él? – pregunta Ana sin mirarlo.
-Nada, se ha quedado tan tranquilo, por el camino sólo ha dicho que Félix estaba allí, que lo dejaban sus padres ¿Quién es ese Félix?
-No lo sé, debe ser algún amigo. Tiene mucha cara, escucha... ¡se oyen golpes! ¡No le estará pegando?!
-Se lo merece – piensa así, no lo puede evitar, ella ya no lo oye, ha salido corriendo.
-¡No le pegues! – grita a su marido cuando va entrando al recibidor.
-No le he pegado, aunque se lo merecería, sólo le he dado un puñetazo al sofá, vete por favor.
Desanda el camino hasta el comedor y llora, sólo llora, se la quedan mirando expectantes, esperando que ella les diga lo que esta pasando en la entrada, pero no los mira ni les dice nada ¿qué podría decirles? ¿Qué no sabe y no entiende nada de lo que está pasando? No, sólo desea la soledad en este momento, no quiere que nadie le pregunte ni le diga nada, es mejor así. Parece que se han dado cuenta de lo que ella desea y se disponen a marcharse, de todas maneras nada pueden hacer por Ana ni por ninguno de los suyos.
Se despiden con un breve “ya nos veremos”, Ana y Emma, permanecen sentadas, en los mismos lugares en los que llevan casi toda la velada, cada una está sumida en sus pensamientos, hay poco o nada que decir, no hay palabras. Ana levanta la vista al oír los pasos de su marido, cuando éste llega a su lado se fija en las bolsas que tiene debajo de los ojos y en la ceja izquierda levantada, es un tic que tiene y que sólo se nota cuando esta muy pensativo o muy enfadado, apoya la mano sobre el hombro de ella, Oriol que estaba detrás se acerca a su madre y le dice:
-Lo siento – hay cierta pena en la voz, esta cabizbajo.
-No sientes nada, eres un hijo de puta – las palabras han salido de su boca sin pensarlas antes, le sale del alma, se lo dice con toda la rabia de que es capaz, no lo abofetea de milagro, sin embargo no ha levantado la voz, ya no le quedan fuerzas para chillarle.
-Perdóname Emma – le dice a su hermana.
-¡A mí, ni me hables! ¿ Te parece poco el daño que estas haciendo? – está furiosa y en su voz se nota, sus ojos desprenden unas chispas de odio, rencor...
-Lo siento, de verdad.
-¡Que me dejes en paz! – Emma no quiere que continúe disculpándose, para ella, todo lo que él diga en este instante, no es cierto.
Recogen los restos de la fiesta, es muy tarde, pronto amanecerá, vuelven a hacer café, se sientan, y Oriol les dice que se va a dormir, Emma ya ha subido a su habitación. Su padre se levanta del sillón y dice con una voz muy calmada, demasiado tranquila, lo que pone sobre aviso a Ana, algo ha pensado hacer:
-No, siéntate, se acabó ir a dormir para luego irte, esta noche no te vas a acostar.
-¿Qué vas a hacer Bernardo? – Ana se lo pregunta asustada
-Me quedare con él toda la noche o lo que queda de ella, si yo no duermo, él tampoco.
-¿Quieres que me quede yo? – conoce muy bien a su marido, cuando decide algo no se retracta fácilmente, llevarle la contraria seria provocar una discusión, es mejor hablarle con tranquilidad, suavemente.
-No, vete a dormir – responde mirándola con cara de rabia, pena, cólera, dolor, toda su cara es un reflejo de lo mal que se siente en esos momentos, ella decide no contradecirlo. Es mejor no decir nada, sólo conseguiría iniciar una discusión.
-Bueno, pues duermo unas horas y luego duermes tú.
-De acuerdo, lo haremos de esa manera si quieres, ahora acuéstate e intenta
dormir un poco – le da un beso y cuando llega a la puerta se acuerda de los regalos de Papa Noel, se da la vuelta y le pregunta a su marido que viene detrás de ella.
-¿Qué hago con los regalos? Las niñas no se merecen esto.
-Pon los de todos, pero los de Oriol, déjalos, para cuando se los merezca.
-¿Qué te ha dicho? – desde el salón su hijo no los puede oír y ella quiere saber, necesita saber, para tratar de entender que está pasando con su hijo.
-Nada, que sus amigos estaban allí esperándolo, no se arrepiente de nada éste, no sé que vamos a hacer.
-¿Le has pegado?
-No, aunque ganas no me faltaban, vete a dormir.
Ana sube las escaleras muy despacio, está muy cansada, se va acostar un rato aún sabiendo que no podrá dormir, arriba encuentra a su hija aún llorando, se abrazan sin decirse nada, no hace falta, comparten el mismo dolor, la misma pena, intenta consolarla con sus besos, su abrazo, con sus palabras, lo consigue a medías, cuando se separan, ella coge los regalos de sus dos hijas y su marido, baja, los deja bajo el árbol con mucha pena, lágrimas silenciosas vuelven a rodar por sus mejillas, se acuesta e intenta dormir un par de horas, tiene frío, mucho frío, ése frío que se le mete en los huesos y no puede desprenderse de él. Da vueltas en la cama, la encuentra grande, demasiado grande y vacía, demasiado vacía, intenta no pensar, relajarse un poco, al fin consigue dormir una hora.
Se levanta y pasa por encima de sus hombros un viejo abrigo, hace frío, vuelve al sofá para que Bernardo pueda descansar durante unas horas, entonces, su marido le pide que no deje dormir a su hijo. En ese instante, Ana, sabe a ciencia cierta que a ella le va a resultar imposible mantenerlo despierto sin mediar palabra con su hijo, y mucho más imposible va a ser, mantener una conversación con él, sin iniciar una disputa; al fin y al cabo es su hijo, y por mucho que se lo merezca, nunca va a ser capaz de torturarlo de esa manera. Así que se sienta si mediar palabra con él, enciende un cigarro, pone la televisión, no importa lo que estén retransmitiendo en ese momento, lo que quiere conseguir es no cruzar la mirada con su hijo. Oriol se duerme, ella lo arropa con una manta, apaga la tele, con el alma en vilo y el corazón en un puño vaga por la casa, mirándolo todo, intentado encontrar algo que no encontrara, que por mucho que mire no será capaz de ver, no hay respuestas para sus sentimientos.
Beatriz reclama su desayuno, ella la oye lloriquear desde abajo, con sumo cuidado, de puntillas, para que no se despierte Oriol, que sigue durmiendo en el sofá, ni Bernardo o Emma que están en sus habitaciones, sube y sin poder evitarlo, cuando la coge en brazos, aflora una sonrisa a sus labios, la besa, la mima, con un sentimiento que le sale del alma, recuerda que es Navidad y antes de nada viste a su pequeña con el traje que le había comprado especialmente para ese día, le susurra al oído “disfruta, tú que puedes” “se feliz ahora que nada te lo impide”, a la niña le hace gracia que su madre hable tan bajito y ríe feliz, tratando de imitarla, esto arranca una carcajada en ella, despierta a Emma y juntas bajan para que la pequeña desenvuelva sus regalos, ella aún no sabe que significan todos esos juguetes, pero ríe feliz entre papeles y lazos, además “hacen ruido”. Que inocente es la pobre criatura, ve a su hermano en el sofá y corre a echársele encima con sus cortas piernas, consigue despertarlo, él la mira sonriente, quiere mucho a esta niña, si a alguien quiere de verdad es a Beatriz.
Recibieron las llamadas típicas de la familia deseándoles Felices Fiestas, ellos disimulan como pueden, la peor fue la de sus padres, el yayo, como pudo, se puso al teléfono para hablar un momento, ellos intentan no dejar translucir en su voz nada, por mucho que les duela, ese hombre no puede sufrir más, no pueden explicarle nada, no pueden hacerle daño. Llama su hermana, Ana ya no puede más, llorando le explica lo de la noche anterior, lo de los días anteriores, le cuenta que no saben que hacer, que su vida es un fracaso, así lo siente ella, nada vale la pena, la lucha, el trabajo, nada vale la pena, le dice que no pueden pensar y como han pasado el resto de la noche, haciendo turnos, su hermana intenta calmarla y le da una solución: como no hay colegio mándalo unos días y así pensáis tranquilos, por lo menos podrán dormir, de todas maneras ellos viven en medio del campo a muchos kilómetros de la ciudad y de allí no se podrá escapar.
Lo habla un momento con su marido, los dos creen que ahora mismo es la única solución que tienen, así que sacan un billete para el día siguiente, hoy es Navidad y todo está cerrado, la mayoría de las personas están celebrándolo con sus seres más queridos, en su casa se ha acabado la alegría, hoy comerán cualquier cosa, aquellos que coman algo.
Pasan el día en un estado de duermevela, cada uno en un sofá, cada vez que el hijo, se va quedando dormido, su padre lo despierta, la noche, la vuelven a pasar a turnos, cuándo lo acompañan al aeropuerto y sube al avión, respiran todos, un poco más tranquilos, deshechos, pero más calmados.
Intentan dormir, ya no tienen nada que temer, se ha ido y con él, deberían haberse marchado, todos los temores y aún así, Ana no puede dormir, permanece tendida en la cama la mayor parte de la noche, intentando no moverse demasiado, para no molestar a Bernardo, siente a su lado la respiración profunda de éste. Pasan por su cabeza, como si de una película se tratase, todos los acontecimientos de los días pasados, todas las palabras que se han pronunciado, las repasa una y otra vez, de vez en cuando se cruzan pensamientos muy lejanos a lo ocurrido: “tengo que lavar el jersey de Emma”, “eres un hijo de puta”, mañana tengo que comprar leche” ”no sientes nada, eres un hijo de puta”, esa frase, pronunciada por sus labios, la atormentan, recuerda los análisis de su hijo, ya pueden ir a buscarlos, piensa que ese mismo día ira, se levanta, no sabe que hacer, vaga por la casa, la recorre y decide hacer algo para pasar el tiempo, barre, friega los suelos, limpia el polvo, lo hace todo con una frenética energía, deja una casa impoluta.
El resto de la familia duerme, apenas esta despuntando el día, se prepara un café y con él en una mano, y un cigarrillo en la otra, se deja caer en un sillón, ¡qué silencio más sobrecogedor! No hay un sólo ruido, ni dentro ni fuera de casa, tiene que ocuparse en algo, escribirá, sube con esta idea a recoger sus libretas y bolígrafos del escritorio, al poner el pie en el ultimo peldaño, se da cuenta de que su hijo regresa el mismo día que empieza el colegio, olvida el propósito que la había llevado hasta allí y se dispone a mirar el horario escolar y prepararle los libros, así ira del aeropuerto al colegio, recuerda que a su padre lo operan después de reyes, otra preocupación más para Ana, revisa el horario, empieza a colocar los libros de su hijo, tiene ingles, busca la libreta, se sienta a ojearla, pasa las hojas una y otra vez, hay algo que le llama la atención poderosamente, pero no sabe que es, de pronto se da cuenta, hay paginas en castellano, las mira y se lleva la mano a la boca, no puede ser cierto, eso que lee no es real, corriendo llama a Bernardo y se la enseña, lo pone muy claro, su hijo fumaba porros, en la carta lo decía textualmente, “anoche iba todo ciego de porros y hoy me hacían unos análisis, así que cogí agua del wáter y es lo que he llevado en el bote”
Ella está como loca, empieza a registrar toda la habitación, encuentra el papel de liar, las boquillas, colillas, muchos papeles escritos por Oriol, están dirigidos a sus amigos, explicando lo que ha consumido, cómo etc., lo tontos que son sus padres, no se dan cuenta de nada, el dinero que cogía de la tienda o de donde pillara. No saben a quien recurrir para que les ayude, deciden ir a recoger los análisis y explicarle al médico lo que saben y así lo hacen.
-En estos análisis, no hay indicio, alguno de droga – les dice el médico, después de mirar los resultados.
-No, no lo puede haber, hemos encontrado un escrito que explica porque no lo hay. Ana se lo enseña.
-Bueno, por unos porros no pasa nada.
-¿Cómo que no pasa nada? Se ha tirado de un segundo piso, agarrándose a los cables de la luz, para conseguirlos – le cuentan todo lo que paso en Nochebuena – antes de esto se escapaba por las noches, no estudia, apenas come, yo creo que si que pasa algo.
-Pero no es tan malo, cuándo vuelva que venga y yo hablare con él.
Se van de allí peor que llegaron sin saber que hacer, esa explicación no los ha convencido, algo tienen que hacer, llegan a casa y se lo explican a su hija, ella se desespera “¡cómo no se ha dado cuenta!” “¡Ella esta estudiando precisamente eso!” “¡No puede ser!” Pero es cierto.
Ana mira a su familia o lo que queda de ella con una tristeza infinita, su hija con esas ojeras, ésa cara de dolor, su marido con esas bolsas debajo de los ojos, fumando un cigarro tras otro, la única que no parece afectarle nada es la pequeña que sigue con sus juegos y sus risas, decide hacer algo lo que sea, sigue siendo una mujer luchadora, no se quedara con los brazos cruzados, no tiene la menor idea de cómo lo puede solucionar, poco es el conocimiento que tienen sobre estupefacientes, jamás han consumido nada, excepto los paquetes de fortuna que se fuman, no cejara en su empeño hasta encontrar una solución que la deje satisfecha. Busca en la guía telefónica algo sobre centros de desintoxicación, allí esta bien grande, ocupa toda una pagina, el número del centro contra las drogas, allí después de explicar su historia la remiten al Proyecto Hombre, llama allí vuelve a explicar toda la historia, la escuchan, la entienden, pero es de adultos, la mandan al Proyecto Joven, llama allí, consigue volver a explicar su historia, le dicen que si, allí los ayudaran, le dan una dirección para que vayan al día siguiente, le preguntan cosas increíbles para ella, ¿su marido vive con ella?, ¿Es una familia desestructurada?,¿Alguno más se droga? ¿Es alcohólico su marido? Ella contesta a estas y otras preguntas como puede negándolas todas, intenta permanecer serena pero es difícil, son preguntas que le hacen daño, “su familia es normal y se quieren” hubiese deseado gritarle a aquella mujer, tendrían que ir con el niño, ella vuelve a explicar que no esta, esta en Barcelona y no vuelve hasta el siete de enero, bueno pues que vayan ellos al día siguiente, les dan una dirección que no conocen y quedan a una hora.
Van los dos, a sesenta kilómetros de su casa, a un lugar que no conocen, en una zona que no conoce, esperando encontrar poco menos que una cárcel, después de muchas vueltas encuentran la casa, por fuera no parece que sea fuera de lo común, es una casa antigua, grande, pero normal, les atiende una mujer joven, Catyana se llama, lee lo que le han llevado y les explica que esa conducta no es fumar porros, es típica de pastillas u otras cosas, pero tenga la adicción que tenga, las normas son las mismas, allí tendrán que acudir tres veces al centro por semana; una para el niño y dos para ellos, entraran en un grupo de autoayuda, pero tienen que cumplir las normas a rajatabla, sólo de este modo conseguirán resultados positivos. Oriol no puede tener dinero, no puede tener llaves de casa, no puede tener móvil, tienen que poner candados en todas las ventanas, en las habitaciones tienen que estar todas las puertas cerradas con llave, le tiene que quitar de su habitación todo aquello con lo que se pueda hacer daño, a la hora de dormir le tienen que cerrar la puerta con llave, no puede salir sólo de casa, no puede ir al baño sino es acompañado, no puede ir o volver del colegio sólo, se tiene que desnudar delante de ellos, esto era más o menos lo principal, ellos se quedaron muy serios, todo aquello los abrumaba, aunque no se consideraban antiguos para los tiempos que corría, su única información en estos temas ha sido lo que ven por Televisión o algunas cosas que han leído. No sabían como era un porro, como sé hacia, como era una pastilla, como era la cocaína, Marihuana, hachís, todo les sonaba a algo que veían en la televisión, más tarde serian como una enciclopedia, aprendieron todo esto y mucho más.
Ana era tan inocente en estos temas que esperaba encontrarse a su hijo con el mono, tal y como había visto en algunas películas, ¡qué inocente era!.
Aprendió lo que era la heroína, como afecta al sistema nervioso y endocrino, el efecto eufórico que causa, que el efecto es inmediato y dura de tres a seis horas. Lo que es la cocaína, que su forma de consumo más habitual es aspirándola, sus efectos en el organismo, así como todo lo relacionado con el cannabis, LSD, morfina, elixir paragógico, anfetaminas y un largo etcétera. Supo que era un porro, como se hacia, que efectos tenia y todo lo relacionado con “las pastillas” o “tripis”, como los quisieran llamar. Lo estudio todo para entender mejor que motivos podía tener su hijo para consumir drogas y no encontró ese motivo ni lo encontrara nunca.
Consulto muchos libros, leyó muchos artículos relacionados con las drogas en esos días, pero en ninguno encuentra la respuesta a su pregunta, en la mayoría dicen: son niños de familias desestructuradas, la suya no lo es, de ambientes sociales marginados, no es su caso; escasas relaciones afectivas en el hogar, ellos aman profundamente a su hijo y siempre lo han apoyado en todas lo que han podido; supervisión inadecuada, demasiado permisivos o demasiado estrictos, tampoco, piensa Ana, siempre han estado encima de Oriol y han tratado los problemas con la mayor prudencia que han podido, si lo han tenido que castigar lo han hecho, sino han intentado arreglarlo dialogando con él. Comunicación escasa; siempre se ha hablado de cualquier tema sin tabúes, cuando les ha planteado alguna pena o ilusión la han compartido. Relación entre hermanos; hasta estos últimos problemas había sido buena. Conducta de sus iguales; tiene unos amigos ejemplares, buenas familias, buenas notas, correctos en el trato. La única explicación que se puede ajustar a su hijo de todo lo que ha leído es; trastorno disocial, que dice que es la persona que tiene un patrón repetitivo de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de otras personas o normas sociales importantes, pero no la convence tampoco, su hijo no es de esta manera. Entonces ¿Qué le pasa a su hijo?¿En que se han fallado ellos? ¿En que punto del camino se han equivocado?
En el proyecto les recomendaron que no le dijeran a su hijo lo que han descubierto, con la excusa de que ellos van a ir para la operación del abuelo le dicen que él también se queda y regresan todos juntos, les aconsejaron sobre todo que no se entere de lo que ellos saben, hasta que regresen, en cuanto vuelvan lo tienen que llevar al centro para la primera entrevista. En un año más o menos estará limpio y le darán el alta, estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por su hijo, lo que más les preocupaba era encerrarlo en su habitación para dormir, acordaron hacerlo de otra manera, como las tres habitaciones de los niños y el baño daban al mismo vestíbulo cerrarían la puerta de este último y así no estaría tan sólo.
Bernardo fue a comprar los candados para todas las ventanas de su casa, los puso y lo que había sido la casa de sus sueños se convirtió de pronto en una cárcel para todos ellos, se pusieron las llaves en todas las puertas, dejaron la habitación de su hijo sólo con los muebles, se morían por dentro cada vez que Oriol hablaba con ellos por teléfono, sin decirle nada, disimulando lo que sus corazones no podían aguantar, se pusieron en contacto con los profesores de su hijo que a pesar de ser fiestas los escucharon, intentaron hacérselo más fácil, esperarían por las mañanas que ella lo llevara al colegio, allí lo recogería un profesor que lo acompañaría a clase, no lo dejarían sólo, al final de la jornada se lo entregaría un profesor, Al polideportivo ya se ocuparían ellos de llevarlo en coche, se portaron muy bien con ellos, le pusieron a su disposición la sicóloga del centro para que le ayudara a ellos y a su hijo. Acabaron de pasar unas fiestas que ya para ellos no tenían ningún sentido, las pasaron como pudieron Ana siempre pensando en sus hijos y sin ganas el día de Nochevieja invito a Gregorio, hicieron una magnifica cena para los cinco ¡no iba a dejar a Beatriz sin fiesta con lo que le gustaban! Hicieron acopio de su mejor voluntad y consiguieron que sus dos hijas se divirtieran, comieron sus uvas, brindaron y llamaron a toda la familia como ya era tradicional para felicitarles el año, incluido a Oriol, estaba muy contento, iba a salir con sus primos a celebrar la llegada del nuevo año. Emma no quiso hablar con él, no podía, tiene un nudo en la garganta que la esta ahogando, derrama una lágrima silenciosa, es la primera vez en su vida que no están todos juntos en una noche de fin de año. Sale corriendo hacia el baño y vuelve con los ojos enrojecidos por el llanto, meses más tarde en una discusión que mantuvo con Oriol, éste se burla de ella diciéndole: “mientras tu llorabas por mí en Nochevieja yo me lo pasaba en grande”.
El resto de la velada lo pasan disimulando su estado de animo delante de la pequeña Beatriz, ajena a todo el drama que la rodea sigue bailando con sus cortas piernas al ritmo que le impone la música.
AÑO 2001
El día señalado para la operación del yayo llegó y fueron directos del aeropuerto al hospital, se encontraron con un yayo muy enfermo, casi sin poder hablar, con mucho dolor, pero resuelto a pasar por el quirófano, se pasó la hora señalada para comenzar la intervención y nadie les decía nada pero no venían a buscarlo, preguntaban y las enfermeras no sabían nada, finalmente acudió un cirujano para decirles que no podían operarlo en algún momento había sufrido un infarto cerebral y operarlo era provocarle la muerte segura, así que sus ultimas esperanzas se vinieron abajo, Su hermana le explica que Oriol aunque no les había dado problemas se comportaba de una forma muy rara, había ido un día a ver al yayo pero ni siquiera se había acercado a darle un beso, quedaron que lo llevarían a casa de los yayos para regresar todos juntos a casa:
-Hola Oriol – no saben como mirar a su hijo.
-Hola ¿Cómo os va? Jeje he tenido más días de vacaciones – ríe mientras lo dice, para él no ha pasado nada importante, parece haber olvidado el motivo de esas “vacaciones”.
-Date prisa que nos vamos – el avión saldrá en menos de una hora - dale un beso a los yayos
-Bueno yayo que te mejores ¿eh?
Eso fue todo lo que él habla con su abuelo, no tendrá ninguna otra ocasión de hablar con él, volvieron a casa sin pronunciar palabra ¿Qué podían decir? Todo lo que tenían que hablar no se podía decir en un aeropuerto, habrá que esperar a llegar a casa, sólo parloteaba Oriol muy contento explicándoles todo lo que había hecho y lo bien que se lo había pasado, para ellos era una tortura escucharlo hablar tan tranquilo, pero callaban, en casa los esperaban Emma, Beatriz que ya dormía y su amigo Gregorio que siempre estaba al lado de ellos cuando pasaba algo, nunca les había fallado y nunca lo haría.
Se sentaron en la mesa y nadie sabía como empezar, se miraban todos, ¿Cómo empezar?¿Qué decir?. Ninguno de ellos hablaba, se miraban unos a otros, menos Oriol que les explicaba lo mucho que se había divertido con sus primos, su padre ya no puede esperar más y le dice:
-Oriol fuimos a buscar los análisis – el ambiente se tensa, se oyen las respiraciones entrecortadas de todos los presentes.
-¿Y? – sólo una palabra, esta nervioso, expectante, se le nota en cada poro de su piel.
-Nada, porque no podían dar nada ¿verdad? – le manifiesta su padre con gran pesar.
-¿Cómo que no podían dar nada? – Ana piensa que este niño es el rey de la hipocresía, no se inmuta por nada, se levanta y trae los escritos, el papel de liar, las boquillas, todo.
-No lo niegues, por favor, ¿desde cuando dura esto? – dice Ana.
-¿Habéis registrado mi habitación? ¡No me lo puedo creer! – grita indignado Oriol mientras se levanta de la silla, con la cara desencajada por la rabia.
-Te vamos a llevar al Proyecto Joven, ya hemos ido nosotros y te van a ayudar - Ana se lo dice con toda la calma de que es capaz
-¿A que me van a ayudar? Yo no soy un yonky
-Pues lo pareces, te vas por las ventanas, robas, consumes...
-No es nada, solamente algún porro – no deja que su madre acabe la frase.
-¿Pero tú eres consciente de que se empieza por ahí y eso te abre las puertas a todo un mundo de drogas? ¿Sabes lo peligroso que es consumir drogas? – Su padre intenta calmarse antes de continuar – estoy seguro de que conoces todos los riesgos, hemos hablado en casa de ello alguna vez, te informan en el colegio, en la televisión os bombardean con anuncios y demás. Sabes al mundo de penurias que te expones al consumir estupefacientes.
-¿Ves me tratáis como a un yonky?
Oriol ya llora, no puede controlarse, tiembla, llora, se levanta, se vuelve a sentar, su madre desesperada los mira a todos y aunque ella también llora al ver a su hijo en ese estado intenta seguir hablando
-El problema en si no es un porro, sino adonde puedes llegar – trata de convencerlo su madre – aunque yo nunca lo he probado creo que tú ya estas enganchado, de ahí tu valor para escaparte por una ventana y todo lo demás, ¿Moisés también lo hace?.
-No, él no, Además yo no salgo con él, salgo con otros colegas, él sólo viene a hacer los deberes. No hay tantos peligros, yo sé controlar y sólo fumo lo que quiero, además hay unas salas para los que se pinchan, les dan jeringuillas y todo.
-¡Pero tú eres tonto!¡Que quieres acabar tirado en cualquier esquina! – Bernardo esta rojo de la furia que siente crecer en su interior – dices que no eres un yonky, pero actúas como si lo fueras.
-¡Yo no soy un yonky!
-¡Ni lo serás! Si yo lo puedo evitar – esta convencido de lo que le dice a su hijo – iras al Proyecto y pronto esto quedara olvidado.
-¡No voy a ir a quedarme allí!
-No te tienes que quedar allí – mira a su hijo con pena, siente en su piel todo lo que siente, ese temor a quedar encerrado en una institución, tiene que hacérselo entender bien, las cosas no funcionan de la manera que Oriol cree en estos momentos.
-Además los que se drogan son más amigos que vosotros
-¡Pero que dices! ¿Son mejores que nosotros tus colegas? ¡Por favor... !
-No son tan falsos como vosotros, son mucho más legales.
-Iras aunque te tengamos que llevar a rastras – Bernardo concluye la discusión con esas palabras
Mientras Emma hace tila para todos, ella mira a su hermano y calla, piensa que esta loco pero no se lo dice, piensa en como ayudarle, pero no sabe, piensa en lo desgraciados que son todos en su familia.
Le explican las normas del centro, todo lo que tendrán que hacer todos no sólo él, acepta al fin lo que sabe inevitable, deja de temblar, parece más tranquilo, su madre siente una gran ternura por ese niño le trae sus regalos de Navidad, aunque advirtiéndole que el móvil no lo podrá usar hasta que no le den permiso en el Proyecto Joven.
El primer día que acudieron iban todos un poco nerviosos, pero charlaron con él, le dijeron poco más o menos lo que ya sabia por sus padres, entró en un grupo de chicos y chicas de su edad, todos tenían más o menos el mismo problema. Sólo han consumido porros o pastillas y son menores de dieciocho años.
Para Ana empezó su calvario, a las seis abría la puerta para que Emma pudiese ir a la universidad, la volvía a cerrar con llave, a las siete de la mañana abría la puerta, levantaba a su hijo, esperaba que se vistiera, lo esperaba en la puerta del baño mientras él hacia sus necesidades, ella no entraba le parecía un abuso, le daba el desayuno, lo llevaba al colegio corriendo pues dejaba a Beatriz sola durmiendo, volvía corriendo, levantaba a Beatriz, la arreglaba y volvía al colegio, si tenia sesión con la sicóloga volvía de nuevo a las once, a las tres recogía a su hijo, a las cinco a su hija, había días que tenia la sensación de que se pasaba el día en ese camino. Se sentía una prisionera no podía ir a tomarse un café sino era con su hijo, no podía ir al supermercado sino era con su hijo, no podía hablar con nadie puesto que siempre lo tenia a él al lado, luego tres tardes a la semana recorrían sesenta kilómetros de ida y sesenta de vuelta para ir al Proyecto, dejaban a su pequeña con Gregorio para poder llevarlo a él, menos mal que tenían a esta persona, que si era de verdad un amigo, por la noche esperaba en la puerta del baño a que se duchara su hijo, se ocupaba de Beatriz, la cena y otra vez a hacer de carcelera, abrir las habitaciones para que se acostara, cerrar las puertas, era insoportable. Cada dos o tres días tiene que registrar la habitación de su hijo, en busca de algún tipo de droga, así como el resto de la casa, misión que a Ana se le hace inacabable e imposible, en esta casa hay demasiados recovecos donde poder ocultar algo, es demasiado grande.
La volvieron a llamar porque su padre volvía a estar ingresado y se moría, era mejor que fuera, pero ellos tenían un problema, ¿con quién dejaban a sus hijos?. De nuevo recurrieron a Gregorio que se mostró conforme en cuidarlos y hacer todo lo que ella hacia cada día con la ayuda de Emma que no iría a la Universidad esos días pero no podía dejar el trabajo, se fueron un sábado a mediodía, dejando atrás preocupaciones muy grandes, para ocuparse de otro problema igual o más grande, el yayo estaba ingresado en un hospital oncológico, sabían que de allí no saldría, pero no querían creérselo, era una persona muy importante para todos ellos, cuando llegaron parecía que no estaba tan mal, al menos en ese hospital lo trataban como a un ser humano, él no quería el pijama de hospital y no lo obligaron a ponérselo, no quería que lo sondaran y no lo hicieron, esa noche no se quedaron en el Hospital, la pasaron en casa de su madre, volvieron de nuevo al hospital muy temprano, pasaron todo el día con él, así pasó el fin de semana, recordó de pronto que al día siguiente era lunes y Oriol tenía que ir al centro, por teléfono encontró a una amiga, Ursula era la chica que trabajaba con ellos en verano en la tienda, con el tiempo más que empleada pasa a ser una amiga, para que lo llevara al Proyecto, avisó en el centro que iba otra persona que ellos estaban con su padre, quedó en llamar después para saber como habían ido las cosas, eso será otra bofetada en plena cara, hace esa llamada más tarde y descubre que Oriol ha roto el candado de la ventana de su habitación, niega haber salido, pero en el Centro no le creen y ella tampoco, llama a su casa y casi a gritos le ordena más que le pide a Gregorio que mire si eso es cierto, lo es, para su pesar, lo es, no se había dado cuenta, no oyó ningún ruido, en esos momentos ese hombre siente que la ha fallado a sus amigos, que no ha estado atento como debía, cuando Bernardo entera decide irse a casa.
-Yo tengo que ir, allí me necesitan – intenta explicar a su mujer
-¡Yo te necesito aquí! – alza la voz sin de percatarse siquiera de ello, lo necesita a su lado, no puede dejarla sola, por una vez piensa solamente en ella misma.
-Pero le hago falta a los niños – la mira con desesperación ¿por qué no lo entiende?
-A mí también me haces falta – una lagrima solitaria recorre su mejilla, sabe de antemano que esta batalla la tiene perdida, lo conoce demasiado bien.
-Me voy – bernardo la mira de frente como hace siempre, esta vez no es capaz de sentir la amargura de su mujer.
-Mi padre se está muriendo, ¡te necesito aquí!
-¡Pero sí pasas el día en la sala de fumadores! – responde él gritándole también.
-No puedo estar ahí metida, necesito fumar.
No le dice que en realidad lo que le pasa es que teme que su padre se muera estando ella sola con él, por eso cada vez que puede abandona la habitación y sale con la excusa de fumarse un cigarro.
-Me voy, si pasa algo llámame, le voy a dar la comida a tu padre y me voy
-No me hagas esto – Ana le esta suplicando.
-Emma ya no puede más, además voy a arreglar eso del candado – sin pronunciar una palabra más se da la vuelta y entra en la habitación dejándola sola en el pasillo.
Le da la comida a su suegro, fue la última comida que tomó y se marcha al aeropuerto.
Ana se siente completamente sola, allí están sus primos, su hermana, su madre, pero le falta lo más importante para ella, su marido, ella ya no se va ningún día del hospital, permanece allí noche y día, duerme un poco de día, de noche no, alguien le ha dicho que la mayoría de los enfermos se mueren de noche, ella tiene miedo e intenta no dormir hasta que se hace de día, por la noche charla con su primo, los dos hacen guardia, para éste el yayo también es una persona muy especial, así que pasan la noche fumando, tomando café, yendo y viniendo a la habitación hasta que es de día y duermen unas horas, le cuenta todo lo que ha pasado en casa, sólo lo sabia su hermana, es un alivio contárselo a alguien más, compartirlo con alguien. Él le da algunas claves para averiguar si sube algo escondido a la habitación no en vano él ha trabajado muchos años en una cárcel y conoce muy bien las tretas de los convictos para esconder cosas, le dice que vigile el dobladillo de los pantalones y camisas, son sitios ideales para esconder cosas, entre la funda y el colchón etc., a ella no se le hubiera ocurrido mirar en esos sitios, se siente agradecida por los consejos y también por el cariño que su primo y esposa están demostrando por sus padres y por ella, la mujer con la cual se ha casado su primo es una excelente persona, Ana no la conocía, pero enseguida se hacen amigas, es muy cariñosa y tiene un carácter y un corazón que a ella la conmueve, no le importa que su marido haya pedido días libres en el trabajo para pasarlos al lado de su tío, lo entiende y lo apoya, aunque sólo fuese por esto Ana ya la querría, pero es por la gran bondad que tiene esta mujer por lo que la aprecia más.
Su padre empeora, el médico decide dejarlo morir, le quitan el suero, los medicamentos, le ponen un cartucho de metadona, así duerme y no se entera de nada, sólo cabe esperar el final, que al menos le llegue plácidamente sin dolor, Ana lo mira allí tendido en la cama con ternura, con mucho amor, le habla, ahora que no puede oírla le cuenta lo infeliz que se siente, lo poco que vale su vida y recuerda a medía voz los momentos tan buenos que han pasado juntos, lo mucho que él la ha ayudado a crecer, a ser mejor persona, todo lo que es, se lo debe en gran medida a sus padres. Le promete que cuidara de su madre, que él se puede ir tranquilo al cielo, porque Ana cree en Dios y sabe que su padre ira allí derecho, le promete un año de luto cosa que jamás ella hubiera creído hacer por nadie y que más tarde cumpliría a rajatabla, estará un año entero vestida de negro, le promete muchas cosas en aquel hospital, pero él no puede contestarle, no puede confortarla, no puede abrazarla, sólo respira.
Ella llama desesperada a su marido para que vuelva, si quiere estar al lado de ella, su padre tiene las horas contadas, él vuelve, menos mal, temía que no lo hiciera, al verlo no puede evitar preguntarle con cierta ironía
-¿Tus niños bien? –le pregunta mirándolo con unos ojos doloridos.
-Tenia que ir – parece cansado, al menos esa es la sensación que trasmite su voz.
-¿Rompió el candado? – esta enfadada, le habla en un tono brusco.
-Si, hay más cosas
-¿Qué cosas?
-Rompió el candado, he puesto una cadena en la ventana que no romperá, pero lo pille fumando una noche.
-¿Cómo fumando?¿Un porro? – ha abierto los ojos como platos, no puede ser, ¿Cómo lo ha conseguido? Si ella rebusco por toda la casa antes de venirse, ha estado en estado de alerta las veinticuatro horas de cada día, ¿Cómo ha podido burlar toda esa vigilancia?
-Si, yo me acosté y no sé, me pareció oír algo, no sé, Emma estaba trabajando, así que me levante y olía a Marihuana que apestaba, fui a su cuarto y le dije que lo sacara, se hacia el tonto, repetía que él no tenia el porro y yo que lo sacara.
-¿Qué hiciste?
-Cogí una silla y lo amenacé que se la partía en la cabeza, como no había manera me fui a buscar el cinturón, ¡vaya si lo sacó! cuando me vio tan cabreado y dispuesto por primera vez en mi vida a pegarle lo sacó, lloraba y repetía que no le pegara,
-¿Le pegaste? – para sus adentros reza porque le diga que no.
-Lo había subido en los calzoncillos.
-¡Dios mío! Pero, dime, ¿le pegaste o no?
-No, claro que no, sólo lo amenace – la mira con mucha pena en los ojos – ¡No sé que vamos a hacer, de verdad!
Queda otra vez desconcertada ¿nunca se va a acabar esto? ¿Siempre van a vivir así?. Son ya las cinco de la madrugada, llama por teléfono a Emma necesita hablar con ella, necesita hablar con alguien, pero a esas horas ¿a quién va a llamar?. Sabe que su hija esta a punto de salir del trabajo, quiere pillarla cuando se monte en el coche para regresar a casa, es muy prudente y no cogerá el teléfono si esta conduciendo, por otro lado se asustara cuando vea que la llama su madre a esas horas.
-Hola hija, no pasa nada, no te asustes – la tranquiliza antes de que le pregunte nada – solamente quería hablar contigo antes de que te acuestes. ¿Cómo te ha ido en el trabajo?
-Bien. ¿Cómo esta el yayo?
-Mal hija, muy mal
-Si pasa algo me llamas enseguida
-Si no te preocupes ¿se levanta Gregorio para abrirte la habitación?
-Si cuando llego lo llamo, me abre y luego me cierra – le contesta Emma tristemente.
-Bueno, que le vamos a hacer, las cosas son así, ya cambiaran.
-Mamá ¿estas bien? – hay algo en su madre que la inquieta, ¡cuánto esta sufriendo!
-Si, me ha explicado tu padre lo de la ventana
-Si, él dice que no salió, yo creo que sí, aunque a mí me juró llorando que no llegó a salir – Emma esta sentada dentro del coche en una calle cercana a su trabajo, es de noche, aún no ha amanecido, no siente miedo de la oscuridad, su madre esta al otro lado del hilo telefónico, esta bien acompañada – yo sigo creyendo que miente y si salió.
-¿Otra vez por la ventana? Se va a matar...
-No sé como lo hace porque esta muy alto, supongo que para volver a subir engancha los pies a las lamas de la persiana y va escalando. Luego lo pilla papá con el porro
-Esto es una pesadilla, no te preocupes lo solucionaremos.
-Si mamá, lo lograremos, saldremos de esta también – responde su hija y así se despiden.
Ana no sabe cuanto tiempo más va a aguantar su cuerpo sin dormir, sin comer apenas, sólo café, que toma uno tras otro, se ducha, pero no quiere dormir, no hasta que sea de día, su marido duerme un rato, cuando él se levanta ya son las siete, de día, o eso cree ella, sin mirar siquiera al exterior decide dormir un poco en un sillón al lado de su padre, cuando empieza a quedarse dormida siente susurros, intenta no prestar atención y dormir, su hermana y su prima no se callan.
-¿Os queréis callar un poco que voy a dormir? – las regaña Ana con una medía sonrisa.
-Hay algo raro – responde su hermana muy bajito.
-Ya es de día – ella aún sonríe.
-No, no lo es, esta nublado
-¿Cómo que no lo es? – se levanta de un salto y se acerca a la cama de su padre, él gira un poco la cabeza y mira a Ana con unos ojos claros, limpios, ella conteniendo las lágrimas, pone en su cara una sonrisa y le dice:
-Miguelito estas dos no nos dejan dormir ¿eh?
Él sólo emitió un leve suspiro y en ese momento dejo de respirar, ella lo supo al instante, no hizo falta que nadie se lo dijera, había muerto.
Salió corriendo a llamar a las enfermeras y al resto de su familia que estaban en la sala, cuando volvió a su lado el enfermero que estaba al lado de su padre tomándole el pulso la miro y asintió con la cabeza, no podían hacer nada mas por él, sólo firmar la defunción.
Murió como paso por la vida, una vida en silencio, su voz dulce quedara en el recuerdo de quienes lo conocieron, ya no habrá más dolor en su cuerpo, ya no habrá más sufrimiento, dejando tras de sí a mucha gente que lo quería, a la que él había ayudado toda su vida, siempre fue bueno con todo el mundo, era muy querido entre sus amigos y familiares, a pesar de que le tocó vivir en un tiempo que no era el suyo, no entendía nada de adicciones, divorcios, infidelidades, las cosas más normales del tiempo que le ha tocado vivir, para él lo normal era que uno se casaba para toda la vida, el alcohol lo tomaban sólo los hombres y las mujeres con moderación, una mujer debía amar a un hombre no a otra mujer, el hombre tenia que traer el sueldo a casa no estar parado, todo aquello que no entendía a la fuerza lo vivió con sus tres hijas. Vivió el alcoholismo y la homosexualidad con su hija mayor, el divorcio con las otras dos, aunque cuando él murió las dos, como si se hubieran puesto de acuerdo, volvían a vivir de nuevo con sus maridos, el paro en sus dos yernos. Ahora podría descansar. Ya no se enteraría del asunto de drogas de su nieto, ya no sufriría por su hija mayor, que era quién más lo hacia sufrir en ese momento, a la que él le tenia pánico, ahora ya descansaría, desde el cielo velara por todos los suyos.
Ana llama enseguida a su hija al móvil y a Gregorio para que subiera a abrirle la puerta, de otro modo no podrían salir de la habitación, le explico que su padre ya había muerto, que cuidara mucho de los niños, sobre todo a Emma que era muy sensible, iba a sufrir mucho con esa perdida, ya estaba sufriendo mucho, así que este iba a ser un golpe difícil de superar para ella.
Bernardo se marcha al día siguiente del entierro, ella se quedo una semana más para cuidar de su madre y ocuparse de retirar las cosas que han pertenecido a su padre, fue una tarea muy dolorosa; quitar la ropa de los armarios, sus cosas de aseo del baño y todo aquello que han sido los objetos personales de su padre, unas cosas las tira a la basura, otras las regala, sus objetos personales se los deja aparte a la yaya para que disponga de ellos, Ana conserva para si misma el bote de colonia que su padre estaba usando en el hospital, ese aroma cada vez que lo huela la acercara a su padre. Volvió a casa, a su rutina diaria, llevar los niños al cole, llevar a Oriol al Proyecto, los fines de semana salían para que Oriol no se sintiera tan encerrado en casa y así ellos mismos desconectaban un poco de los quehaceres diarios, hacían excursiones por la isla, iban de compras, paseaban, comían fuera de casa, etc. eso aliviaba la tensión de la rutina semanal a la que se veían sometidos, iban pasando los días, cogieron otra tienda, la montaron sin ninguna alegría, sólo iba a suponer más trabajo, le prometieron a su hijo que si aprobaba el curso le comprarían una moto.
Y así lo hicieron, aprobó el curso y se la compraron, una moto grande, que les costó mucho más de lo que podían pagar y a Emma le dieron el mismo dinero para un coche como le habían prometido, está contenta, se compra un coche, mucho más caro de lo que pensaban, ella trabaja en verano a jornada completa y se lo pagara, durante cinco años estará atada a esos recibos, ya le podrá devolver a su padre el suyo, ella lo usaba para ir al trabajo.
Oriol consiguió el alta en el proyecto ya podía salir con sus amigos aunque todos tenían que pasar antes por el centro, para una entrevista si el centro no daba su aprobación no podría salir con esa persona, quitaron los candados de las ventanas, lo cual supuso un alivio emocional muy grande, no así los clavos de las de la entrada que jamás llegaron a quitarse, podía usar el móvil, se podía duchar sólo, podía volver a hablar por teléfono, muchas de las cosas que le habían estado prohibidas hasta entonces.
La situación económica de la familia ha vuelto a cambiar, han tenido las dos tiendas cerradas tres tardes a la semana, los domingos, en un negocio que sólo es de temporada supone una merma importante de ingresos.
Oriol conoció a la chica que trabajaba al lado de la tienda de su madre, Patricia, era mayor que él, ya tenía diecinueve años, él sólo quince, pero se hicieron amigos, pasó por el Proyecto y les pareció bien, así que pasan juntos muchas horas, hay algo más que una amistad, lo saben, pero ya ni siquiera eso les importa, piensan que es una chiquillada, además cuando empiece el curso él volverá a la escuela, ella acabara de trabajar la temporada y se ira a su casa, vive lejos, se les pasara.
Llega septiembre y Ana vuelve a recibir una mala noticia, su hermana mayor ha muerto, se ha ahogado en una piscina y aunque ellas hacia años que no se hablaban no deja de sentirlo, era su hermana, ha muerto en unas circunstancias muy extrañas, nunca se reconciliaron, en parte por lo cabezota que es ella, su mayor problema ¿Cómo se lo dice a su madre? Esta se vino con ellos hace unos meses para olvidar un poco.
Llora por su hermana, llora por si misma, pero sobre todo llora por su madre, deja a Ursula al cargo de una tienda y cierra la otra. Se va a casa, tiene que sacar billetes para irse, tiene que dejar a los niños con alguien, parece que últimamente se pasa la vida dejando sus hijos al cuidado de otros, pero sobre todo tiene que decírselo a su madre, de camino a casa se para en el ambulatorio, sube a la consulta de su médico y le dice de sopetón:
-Mi hermana ha muerto, tengo que decírselo a mi madre, pero sufre del corazón ¿Cómo se lo digo? – le pregunta al medico, ese hombre se convertirá en una de las pocas personas que sabrá todo lo ocurrido en su vida.
-Tranquilízate
-¿Cómo se lo voy a decir? – le repite llorando desesperada.
-Te daré unas pastillas cuando llegues le das una y dentro de una hora otras dos, si le duele el pecho que se tome una Cafitrina – mirándola de arriba abajo continua diciéndole – y a ti si te hacen falta, además de lo que ya tomas también las puedes tomar.
-¿Le pasara algo? – esta temblando, su voz deja asomar todo el miedo que siente.
-No, no te preocupes que no le va a pasar nada – al abrir ella la puerta de la consulta para salir él añade -, te acompaño en el sentimiento.
Llegó a su casa y su madre se extraña mucho de verla a esas horas, así que mientras su marido se lo decía ella fue a por un vaso de agua y las pastillas, la pobre mujer lo asimilo como pudo aunque no se lo creyó del todo, mientras metían cuatro cosas en una maleta saco unos billetes de avión por teléfono, fueron al funeral y volvieron, tenían que trabajar, no podían dejar ahora dos tiendas cerradas, ya habían cerrado muchos días para llevar a Oriol al Proyecto, era un lujo que ya no se podían permitir, volvieron solos, su madre ya se quedo en su hogar, en Barcelona.
Empieza el colegio y un poco de tranquilidad para Ana, ahora ya no hacia tantos viajes al colegio, su hijo podía ir sólo, Patricia venia los fines de semana y se quedaba a dormir con ellos, aquel fin de semana vendría.
Oriol fue a recoger a Beatriz, los viernes él sale una hora antes que la niña, cuando llega a casa su madre le pregunto:
-¿Dónde esta Ramón? – Ramón era el osito de peluche de su hija, la acompañaba siempre allí donde ella fuera.
-No lo sé. ¿Lo llevaba esta mañana?
-¡Claro que lo llevaba! – responde Ana enfadada, dejárselo en el colegio todo el fin de semana iba a suponer dormir mal todos, Beatriz no dormía sino era con su Ramón.
-Pues se habrá quedado en el colegio
-Vuelve corriendo y mira si aún hay alguien y te lo dan – ordenó Ana
Él volvió sin el oso, ya habían cerrado y no quedaba nadie a quien pudiera pedírselo. En octubre era la feria del pueblo, ellos han preparado todo para poner un puesto de venta, necesitaban dinero, así que fueron a buscar a la amiga de Oriol a la estación, la dejaron en casa y se fueron a la feria, al sacar las cosa del coche Ana encontró una cajita de madera que le había visto a la chica, con curiosidad la abrió, se llevó la mayor sorpresa de su vida, allí no había otra cosa más que unos canutos liados, se le vino el mundo encima.
-Mira lo que he encontrado – le dijo a su marido mientras la abre para que vea lo que hay en su interior.
-¿De quién es?
-De Patricia, nos ha engañado, ella también consume
-¡No puede ser! – Está asombrado – si pasó por el proyecto y estuvieron conformes, les pareció buena idea que saliera con Oriol.
-Si que es suya, lo sé porque cuándo la compro me la enseño – y con una sonrisa amarga prosigue – aunque entonces contenía flores secas.
-Lo aclararemos esta noche en casa – Bernardo ya estaba harto de problemas y no quería pensar más en este asunto, al menos de momento.
Pero Ana no dejaba de darle vueltas en la cabeza y cuando la vio paseando por la feria, la llamo y sin más preámbulos le dijo:
-He encontrado tu cajita de madera
-Ah, la estaba buscando – contesta con una sonrisa que se torna en una expresión grave al darse cuenta del enojo de Ana –, devuélvemela.
- ¡Sé lo que contiene!
-Sólo son unos porros, ¡dámela!
-¿Tienes idea de lo que hemos sufrido para sacar a mi hijo de ese mundo?
-No pasa nada, sólo son unos canutos, además a él no le doy, está limpio
-¿No pretenderás que crea eso? – que cara más dura tiene esta chica, ni se inmuta.
-De verdad, además si me los fumo con mi madre no me lo vas a prohibir tú.
-Ahora no puedo hablar más, no tengo tiempo – la gente que paseaba se quedaba mirando como se gritaban -, luego hablamos.
Sigue trabajando y hacen turnos para ir a comer, primero va ella, cuando llega están allí su hijo y su amiga, Ana come en silencio, ya hablaran más tarde, ahora tienen que prisa, seguro que su marido también tiene hambre y cuando se dispone a marcharse se da cuenta de que no están, pero no piensa más, se va rápidamente al puesto de venta. Él estaba deseando que volviera para comer y salir de allí un rato. Al volver este le pregunta:
-¿Has visto a Oriol y a Patricia? Cuando me vine antes no estaban en casa.
-Si salían de la habitación de ella – le contesta su marido sin darle más importancia.
-¿Cómo que salían de la habitación de ella?
-No sé, salían de allí.
Se queda con una duda dándole vueltas en la cabeza y en cuanto los ve aparecer, les grita más que les pregunta.
-¿Dónde estabais vosotros cuando yo me he venido? – casi se imagina la respuesta.
-En la habitación de ella – l e contesta Oriol.
-¿Cómo que en la habitación de ella?¿Qué estabais haciendo?
-Pues..... Estábamos juntos....
-Coge a esta, acompáñala a la estación y asegúrate de que coja el primer tren
Ellos sin decir nada se van, se queda toda nerviosa, pero tiene que seguir trabajando, ¿Cómo ha podido ser tan ilusa? ¿Es que nunca va a conocer a los demás? ¿Cómo ha podido engañar a todos los trabajadores del Proyecto? Se hace muchas preguntas, pero con la gente yendo y viniendo no puede pensar con tranquilidad, ya lo solucionara en casa, la tarde pasa lenta, muy lenta, están cansados se levantaron a las cinco de la madrugada y aún no habían parado, agradecen que llegue la noche, así pueden recoger e irse a casa, una ducha y hablaran con su hijo, le explicaran porque no va a poder seguir viendo a Patricia, es joven pronto la reemplazara otra chica.
-Emma ¿Dónde está tu hermano? – Ana lo pregunta cuando no lo ve en casa.
-No lo sé, vino al poco de irte tú, subió arriba y cuando yo fui a levantar a la niña de la siesta vi que bajaba, la niña estaba despierta y cuando bajamos ya no estaba aquí
-Bueno me voy a duchar – le duelen todos los huesos de su cuerpo – si vuelve mientras nos duchamos le dices que no se acueste, que espere a que nos duchemos antes de irse a dormir.
Se duchan, se ponen los pijamas y él no ha aparecido todavía, sus miradas se cruzan en un mudo interrogante ¿Dónde estará a estas horas? Ya nerviosos lo llaman al móvil.
-¿Dónde estas? Es hora de volver a casa – le dice su padre.
-No voy a volver me he ido de casa, no me busquéis – no se oye ni un sólo ruido de fondo, el silencio es absoluto.
-¿Cómo que te has ido?¿Qué quieres decir?
-¡Pues que me he ido no volveré nunca!
-¿Estas con ella verdad? – no hace falta que le especifique a su hijo de quien habla –. Dile que se ponga.
-No estoy con ella ¡estoy sólo!
-¡Dile que se ponga! – le chilla su padre, no puede ni quiere controlar su enfado.
-¡Que estoy sólo!
La comunicación se corta le ha colgado el teléfono, cada vez que lo intenta llamar de nuevo le sale la vocecita irritante de mujer diciéndole que ese móvil esta apagado o fuera de cobertura, pero aún así insiste, no hay manera, el móvil está apagado.
Se miran sin saber que hacer, llaman a los pocos amigos que a él le quedaban, nadie sabe nada, ellos están seguros que están juntos pero poco saben de ella, no saben dónde vive, no saben sus apellidos, se dan cuenta de que en realidad no saben nada de ella, sólo el nombre de la empresa donde trabajo ese verano. Es domingo por la noche así que por ahí no van a conseguir nada, vuelven a recurrir a Gregorio, ¿a qué otra persona pueden recurrir?, Para que venga y se quede con las dos niñas, ellos van a denunciar la desaparición de su hijo.
Ana llora de rabia, de impotencia, no cree que pueda aguantar mucho más esa situación, son demasiadas cosas para ella, su padre, su hermana, todos los problemas con Oriol, ya esta harta de que le hagan daño.
Ponen la denuncia en el cuartel de la Guardia Civil, se la aceptan a pesar de no haber pasado setenta y dos horas porque “es un menor”, se ha ido con alguien mayor de edad por tanto lo basan en retención contra su voluntad, sino no le hubieran aceptado la denuncia, eso sí, le recuerdan que al día siguiente se tiene que personar en el cuartel para formalizar la denuncia.
Aquella noche fue muy larga como otras que ya había pasado, como muchas más que pasaría, su marido se fue a dormir advirtiéndole que él iba a irse a trabajar al día siguiente, ese invierno ha conseguido trabajo en un hotel y no va a dejar de acudir a su empleo, así lo ha decidido, y no hay nada más que hablar o discutir sobre este tema. Ana permaneció toda la noche en vela, no había lugar más que para las lágrimas amargas que salen de su interior, volvía a recorrer la casa de sus sueños, se había convertido en la casa de sus insomnios, la que recorría en las largas noches que le estaba tocando vivir, lloraba, de repente se reía y pensaba ¿Dios mío me estaré volviendo loca?. No podía hacer nada hasta por la mañana, que podría averiguar donde vivía ella, sabía el nombre de la empresa donde trabajo, así que busco en la guía el número, por la mañana llamaría para que le dieran la dirección.
Se sintió muy abandonada, se habían roto todos sus sueños, se estaba convirtiendo en una esclava de su propia soledad, otra vez estaba sola ante algo que no podría soportar, su marido se levanta a la hora de costumbre y se marcha a trabajar, ella espera hasta la siete hora que ella sabia ya habría alguien en el colegio de su hijo, iba a ir allí, tenia que averiguar sí alguien sabia algo; No se podía quedar en casa esperando..... ¿Esperando a que? Tenía que moverse, hacer algo.
Encamino sus pies por las calles aún medio dormidas hasta el colegio al que asistían sus hijos, al llegar a la puerta por la que entraban los profesores, vio a la monja no pudo reprimirse más y sin mediar palabra se echo a sus brazos llorando, la pobre mujer aturdida le preguntaba una y otra vez:
-¿Qué ha pasado? Ana tranquilízate y explícame que te pasa.
Pero Ana no podía responder, se sentía muy desgraciada, por una vez quería que la consolaran, no hablaba, no miraba a nadie, simplemente lloraba.
-¿Qué ha pasado? ¡Dime que te pasa!
-Oriol se fue de casa anoche – le respondió con un hilo de voz.
-¿Adónde se fue?
-No lo sabemos, vengo por si algún compañero de clase sabe algo. No sé, si lo vieron ayer y les comentó alguna cosa, si sanen donde puede haber ido, algo.
-Pasa, pasa y siéntate te voy a dar una tila
Es la primera vez que ella se sienta al lado de esa mujer y se desahoga con ella, en los meses venideros pasara muchas horas en esa misma silla explicándole sus sentimientos, sus penas, sus alegrías, los logros de Emma que lograra que se sienta muy orgullosa de ella, hablaran mucho en un próximo futuro e incluso la monja le contara cosas de su vida, nunca antes habían cruzado más que algunas frases corteses.
-¿Ha pasado algo que pueda justificar esto que ha hecho? – le pregunta de nuevo – ¿habéis discutido por algo? - Ana como puede se lo explica, quedan de acuerdo la monja y los profesores intentaran averiguar lo que puedan entre los alumnos.
Vuelve a su casa, con pasos cansinos, mira al cielo y piensa que ha salido un día tan gris como lo esta su alma en esos instantes, Emma esta vistiendo a la pequeña para llevarla al colegio, la niña no debe darse cuenta de nada, mientras ella vuelve a salir, esta vez va al cuartel,
Aún no esta abierto, espera en la puerta, todo el que pasa por su lado la mira, sigue llorando, pero nadie se para, nadie le pregunta nada, cuando el Guardia va a abrir y la ve allí en la calle y en ese estado la hace pasar inmediatamente:
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? –le pregunta muy amable.
-Mi hijo ha desaparecido – y le explica toda la historia, él toma notas
-¿Tiene una foto reciente?
-Si, la he traído – cuando la saca del monedero y ve la cara de su hijo, sin poder evitarlo se le vuelven a saltar las lágrimas.
-Por casualidad, ¿no tendrá una foto de la amiga?
- No, no tengo ninguna – de pronto recuerda que hay una – si hay una, ya no me acordaba.
-Bien, vaya a buscarla y me la trae, por favor, es mucho más fácil encontrarlos con una imagen – la ve tan nerviosa que pone una sonrisa en sus labios antes de continuar hablando – no hace falta que sea ahora mismo, pero si que la traiga.
Ana llega a su casa y encuentra a su hija descompuesta llorando, se abrazan, intenta con todo el amor que sólo una madre puede dar, consolar a su hija, le dice al oído muy bajito, con voz calmada: que todo se va a arreglar, que lo encontraran pronto, que es una chiquillada, todo lo que se le ocurre para hacer que su llanto remita, Emma la saca del error en que se halla, no llora por lo que ella piensa:
-No es eso, es que cuando hemos llegado al colegio Ramón no estaba allí, la profesora me ha dicho que como llevaron el viernes los juguetes viejos a Caritas seguramente sin darse cuenta lo metieron con los demás juguetes, Beatriz se ha puesto a llorar y yo con ella, los demás niños estaban alucinados y no te digo nada la profesora.
-¿Te has puesto a llorar allí? – le pregunta su madre asombrada.
-Si no podía parar y claro mientras más lloraba yo más lloraba Beatriz.
- -Dios mío – exclama su madre sin saber que otra cosa decir.
-Cuando he llegado aquí el teléfono estaba sonando.......
-¿Quién era? – le pregunta sin dejarla acabar.
-La policía Judicial de Menores, querían saber que había pasado, me han hecho muchas preguntas sobre vosotros, luego volverán a llamar.
-Vale, voy a hacer unas llamadas y luego tengo que volver otra vez al cuartel.
-¿Para qué? – la increpa Emma asustada.
-Para llevar una foto de Patricia, me han dicho que es más fácil de encontrar si tienen una foto.
No sabe muy bien por donde empezar, primero llama a la empresa donde trabajo Patricia, sólo pide su dirección, no se la quieren dar aún cuando les cuenta que su hijo es menor y se ha escapado de casa con Patricia, llama a Ursula, no sabe a quien acudir, alguien se tiene que quedar con Emma, además esta quiere ir a comprar otro osito igual al que ha perdido para su hermana, pero había sido un regalo que le habían hecho a la niña y no sabían donde encontrar uno igual.
Vuelve a desandar el camino que ha hecho unos minutos antes, con pasos lentos, muy lentos, la mente en blanco, mira el punto blanco que divisa al final de la calle, hasta allí tiene que llegar, ese punto es el cuartelillo, se le antoja un camino largo, insalvable, aunque apenas distan trescientos metros de su casa, esta muy cansada, apenas avanza con cada paso que da, de improviso tiene ante ella esa puerta grande de hierro verde, es la entrada al cuartelillo, no es consciente de cómo ha llegado hasta allí, lleva la foto de Patricia en la mano apretada.
-Le traigo la foto que me ha pedido, ha llamado la Judicial a mi casa – le dice con ojos interrogantes al guardia.
-Si señora su hijo es menor y llevaran ellos el caso – contesta el guardia.
-He llamado a la empresa donde trabajaba esta chica, pero no me han querido dar su dirección.
-¿Tiene usted ese número? – Le habla en un tono muy suave – yo realizare esa llamada, tranquila los encontraremos.
-Si que lo tengo aquí – le tiemblan tanto las manos que no atina a sacarlo del bolsillo donde lo lleva, por fin atrapa el papelito donde lo apunto – tenga.
-Ahora mismo llamo, vera como descubrimos algo.
Llama y pone el manos libres para que ella pueda oírlo
-Comercial Juan dígame.
-Buenos días, llamo del Cuartel de la Guardia Civil, mi número de agente es 028546, necesito información de una empleada suya.
-Yo no puedo facilitarle esa información – responden al otro lado de la línea.
-Mire, la señorita Patricia esta acusada de un delito de retención de menores, inducción a abandonar su hogar y posiblemente inducción a tomar estupefacientes a un menor, elija usted me la da o le mando una patrulla con una orden.
-Bueno, no se ponga así no creí que fuera tan grave – le da todos los datos dirección, nombre y apellidos, número de DNI – a Ana se le queda grabada en su memoria esa dirección, aunque nunca estuvo en ese lugar, todavía hoy la recuerda.
-Se puede marchar a casa y ya nos pondremos en contacto con usted, ya sabemos donde puede estar su hijo si es que realmente esta con esta chica.
Se dispone a levantarse, llega un sargento y le pide a su subordinado que le explique el caso, así lo hace este, mira a Ana largamente y le pregunta.
-¿Usted cree que su hijo donde esta ahora estará bien?.
La pregunta le pilla por sorpresa
-No no creo que con esa gente este bien – contesta airada.
-Mire si usted creyera que allí esta bien yo le aconsejaría que lo dejara, porque nuestra experiencia nos dice que se lo traeremos y cuando lo dejemos en su casa se volverá a ir, esta vez puede que sepamos donde buscarlo, la próxima vez puede que no tengamos tanta suerte.
-¡Pero, es mi hijo! – le grita llorando.
-Cálmese, lo sé, sólo le digo lo que puede pasar.
-No lo voy a dejar allí.
-De acuerdo, váyase tranquila tramitaremos con menores la denuncia y ya nos pondremos en contacto con usted, deme un número donde localizarla a cualquier hora.
Se lo da y vuelve otra vez a casa, que cansada está, que pena siente de sí misma. Lo esta haciendo todo sola, con la ayuda de Emma, pero se siente muy sola no es esa la ayuda que ella quiere, lo que ella quiere es a Bernardo a su lado, es la segunda vez en su vida que la deja sola en los momentos que más falta le hace a su lado, aunque sabe que el trabajo es una excusa para superar un poco su dolor, están juntos aunque ahora mismo hay un abismo abierto entre ellos dos y eso a ella le duele más que otra cosa.
El teléfono suena sin parar, amigos, familiares, ya lo sabe mucha gente, vuelve a llamar la Policía Judicial y esta vez si que habla ella, le duele cada pregunta, se siente humillada, ¿Le ha pegado ella o su marido al niño? ¿Lo han castigado sin motivo? ¿Esta separada? ¿Dónde está su marido? ¿Toman algún tipo de estupefacientes? Contesta a todas las preguntas como puede, pero esta abrumada, no sabe muy bien lo que contesta, pero contesta, cuando cuelga sin tiempo a reaccionar llegan Emma y Ursula al fin han encontrado otro Ramón en una tienda, el único inconveniente es el tamaño, es un poco más grande, lo visten con ropita que la pequeña utilizaba para jugar con su antecesor y rezan para que la niña no se dé cuenta del cambio.
Beatriz torna del colegio le dan a Ramón, le cuentan que estaba en casa y la niña con todo el amor del mundo lo coge en brazos y sólo exclama:
-¡Ramón! – Lo abraza, ellos se quedan atónitos ante eso, nadie dice nada, ella sigue con su muñeco, besándolo, abrazándolo, ya no volverá a separarse de él, se quedan mudos ante la exclamación de la pequeña – ¡te has hecho grande!
Las llamadas se suceden toda la tarde, a ultima hora llama por fin la Policía Judicial, vuelven a hacer a Bernardo las mismas preguntas que hicieran a Ana horas antes, el policía les pide él número de móvil de su hijo, él le advierte que su mujer ha estado llamando todo el día pero que esta apagado, volverán a ponerse en contacto.
Llama una mujer.
-Soy la madre de Patricia, su hijo está aquí, yo no sabía que se había ido de casa.
-¿Cómo está? –le pregunta Bernardo.
-Bien, pero él no quiere volver, ¿Qué hago? ¿Se lo llevo?
-Dígale que se ponga – Bernardo estaba muy nervioso.
-Hola ¿Qué tal estáis? – contesta Oriol sin dejar translucir ninguna emoción en la voz.
-Hola, te va a llamar la Policía Judicial ¿Qué vas a hacer?
-Yo no me voy, que me llamen, además nosotros hemos llamado a la policía nacional
-¿Qué vas a hacer? – le vuelve a preguntar su padre.
-Que me llamen ellos – cuelga el teléfono.
Intentan llamar a Rafael, el policía con el que habían hablado, comunica, lo siguen intentando una y otra vez, hasta que consiguen línea
-Ha llamado mi hijo y la madre de su amiga – Bernardo se lo cuenta con urgencia en su voz, quiere que hagan algo ya.
-Ya hemos hablado con él, esta noche se queda donde esta, así lo hemos acordado.
-¿Cómo que se queda allí? – aúlla Bernardo al auricular, tiene los nudillos blancos, aprieta aquel aparato con todas sus fuerzas.
-Si señor mañana a las ocho yo iré a buscarlo y lo llevare a un centro de menores
-¿A un centro de menores? ¿Por qué?
-Su hijo los ha denunciado por malos tratos.
-¿Qué ha hecho qué? – Bernardo grita la pregunta a la vez que se levanta de un salto de la silla en la que se hallaba sentado.
-Los ha denunciado, mañana yo lo recojo y lo llevo a un centro de menores, cuando lo deje a él, los llamare para decirles donde está.
Sin más cuelga el teléfono, el teléfono se queda mudo, aún no cree lo que ha oído, no puede ser verdad, mira a todo el mundo y suelta la bomba
-Oriol nos ha denunciado por malos tratos, mañana a las ocho lo llevan a un centro de menores, cuando lo dejen nos llamaran para darnos la dirección.
Ana se abraza a su hija y murmura:
-Hijo de puta, hijo de puta – lo ha dicho bajito pero todos la han oído.
Ya creía que no podría llorar más o con más pena pero no es así, aún le quedan muchas, muchas lágrimas por derramar, su hija al oír esto parece que le va a dar algo, esta pálida, temblorosa, asustada, no llora, no habla, no se mueve, lentamente como si acabara de despertar va a la cocina y vuelve con más tila, será la compañera de muchos días y el único alimento junto a los cafés que Ana tomará.
Pasan la noche como pueden; cada uno en su habitación, durmiendo a ratos, otros no, Ana es la única que se queda deambulando por la casa como un fantasma, aún no ha vuelto a entrar en la habitación de su hijo, tardara días en volver a poner los pies en ella, así como en la suya que sólo la usa para cambiarse de ropa, el agotamiento que tiene en su cuerpo hace que se quede dormida en el sillón en el que se ha sentado y medio dormida piensa: “a las ocho lo llamo, a las ocho lo llamo”, antes que se lo lleven. Se despierta al sentir los pasos de su marido se a marcha al trabajo, son las seis de la mañana y empieza a despuntar el sol por el horizonte, las estrellas han escondido todos los sueños de aquellos que dormían, la brisa suave de la mañana le da en el rostro, ella espera impaciente que lleguen las ocho, mira el reloj una y otra vez, las agujas permanecen en el mismo lugar, los segundos pasan con una lentitud exasperante, no puede esperar más y poco antes de las ocho coge el teléfono y marca el número de su hijo.
-Oriol ¿Cómo estas? – pregunta con todo el dolor de su corazón.
-Bien – contesta él muy serio.
-Pronto te irán a buscar ¿verdad? – no encuentra las palabras adecuadas, quiere transmitirle lo mucho que lo quiere, el dolor que siente, todo el ansia que siente por no poder abrazarlo y besarlo, en vez de eso ha pronunciado esta frase tan inocua.
-Ya han venido, vamos de camino.
-Adiós hijo cuídate... – y su corazón dice, te quiero mucho hijo mío, hagas lo que hagas te seguiré queriendo.
Cuelga y grandes sollozos salen de su pecho, se sienta en el suelo de la cocina, al lado del teléfono, esperando que se le pase esa angustia que no la deja respirar, esperando que todo sea una pesadilla, esperando despertar de ella, esperando que suene el teléfono, que alguien le diga que todo ha sido una broma de mal gusto, pero se tiene que sobreponer, ha de llevar a la niña al cole, Emma parece que duerme y es mejor dejarla descansar, seguro que no ha pasado muy buena noche, la chiquilla esta destrozada si Ana siendo mucho mayor apenas puede seguir adelante ¿de donde va a sacar fuerzas su hija?
Cuando regresa de dejar a su pequeña en ese mundo de felicidad que tiene en el colegio no sabe que hacer se sienta del sofá, se levanta, camina, espera, esperar se ha convertido en su única ocupación, habla con el director del Proyecto Joven, donde llevaron a su hijo, le explica lo que le pasa, este llamara a ver que puede averiguar, de alguna manera los ayudara, le ofrece volver a la terapia de grupo, les seria de mucha utilidad hablar con otras personas. Pero ella sabe que no iran, demasiadas veces le dijo Bernardo cuanto odiaba aquellas sesiones. Esta ahí sentada con el teléfono en el regazo cuando su hija aparece en el salón:
-¿Has dormido algo? – quiere saber su hija.
-Si, mal pero algo he dormido.
-Voy a hacer café ¿quieres?
-Si me tomaré uno – ya ha tomados muchos pero lo necesita para seguir de pie.
Vuelve con los cafés, se sienta al lado de su madre y le dice:
-He estado pensando que tengo un profesor en la Universidad que a lo mejor nos puede ayudar, lo puedo llamar.
-Bueno llámalo si quieres Emma.
Ella está impaciente, aquel policía le había dicho que la llamaría cuando dejara a Oriol en el centro y no llamaba, ¿Qué estaría pasando? ¿Lo habrá llevado ya? ¿Lo traería a casa? Ese era el deseo que Ana tenia, pero sólo era eso un sueño de ella, eso no iba a pasar, las horas pasaban muy lentas, ella miraba el reloj y no se movían las agujas, iba al comedor miraba allí la hora, iba a la cocina miraba el otro reloj, pero no pasaban los minutos, parecía que se había detenido el tiempo, que soledad más absoluta sentía, era el sentimiento que más le dolía, lo sola que se encontraba, miraba a su hija y la encontraba perdida en sus pensamientos, con esa cara, esas ojeras profundas y negras, ese rictus de dolor en su boca, era sobrecogedor mirarla, pronto llego Ursula a hacerles un rato de compañía, traía un cartón de tabaco en las manos y con una alegría fingida les dijo:
-Bueno al menos tabaco no nos faltara ¿eh?
Hablaban de otras cosas de la niña con Ramón, de que solamente había dicho que estaba grande, del tiempo, de la tienda, de cualquier cosa que no fuera su hijo, eso era demasiado doloroso para mencionarlo siquiera, querían que pasara el tiempo, sólo eso, que pasara, las tres esperaban que llamaran, pero ninguna lo mencionaba, Ana se dio cuenta de que desde el día anterior ni se había cambiado ni se había duchado, tiene un aspecto deplorable pero ni siquiera eso le importaba, que más daba, ya lo haré más tarde pensó, cuando sonó por fin el teléfono se sobresaltaron las tres, se miraron, pero ninguna lo cogía, al fin Ana se dio cuenta de que era ella quién lo tenia y descolgó:
-¿Dígame? – su voz es temblorosa.
-Su hijo ya esta en un centro de menores, anote el número de teléfono es el 371654987, lo puede llamar pero sino se quiere poner nadie lo va a obligar, pueden ir a visitarlo pero sino quiere verlos, el guardia de seguridad les impedirá entrar.
-Pero ¿no podemos verlo? – pregunta ella desolada.
-No señora, si él no quiere no, están ustedes acusados de malos tratos psíquicos.
-¿Qué tenemos que hacer ahora? – pregunta ella, está desorientada.
-Ya los llamaran y se lo dirán, adiós, sin más le cuelga.
Ana mira el teléfono que tiene en las manos y de nuevo lágrimas silenciosas caen por sus mejillas, sólo se derraman, ella no hace nada por secárselas las deja caer sencillamente, ya no tiene fuerzas para nada más, Ursula se sienta a su lado y la abraza, ella sigue llorando en un silencio que se hace sobrecogedor, su hija la mira desde el otro sillón, también llora, ¿Quién la va a consolar a ella? Porque su madre no puede, ¿por qué les pasa todo esto a ellos?, Siempre habían estado unidos, habían hecho muchas cosas juntos, habían arreglado esa casa entre risas y bromas, habían hecho viajes fantásticos, habían hecho fiestas maravillosas entre todos, ¿Cuándo cambio todo eso?¿Cuándo perdieron la alegría?, Piensa todo eso mirando como su madre ya se ha derrumbado, como ya no es la mujer fuerte y luchadora que ella conocía, esa que llora ahí impotente no puede ser su madre, cuando Ana se repone un poco logra explicarles a las dos su conversación con el policía, ahora es Emma la que llora desconsoladamente, no puede ser, no puede ser es su único pensamiento.
Coge la guía telefónica y se pasa toda la mañana llamando de un juzgado a otro, quiere que alguien la informe de cono va a ser el procedimiento, de uno la remiten a otro y de otro a otro, así sucesivamente, en el ultimo la persona que la atiende la informa que si es un caso en el que esta implicado un menor tiene que pasar obligatoriamente a la Fiscalía de Menores, le facilitan el número de teléfono para que llame y así lo hace, la vuelven a remitir de una extensión a otra, hasta que llega al departamento adecuado, aún no tienen constancia de ningún menor llamado Oriol Pomares, pero si los hechos son tan recientes – le dicen – no es raro que el expediente no este todavía en este departamento, en breve plazo de tiempo recibirán alguna comunicación y le aconsejan que espere tranquila, tienen cuarenta y ocho horas para dar curso al expediente. Por lo menos ha habido alguien que le ha dicho algo concreto. En estos momentos por duro que sea sólo cabe esperar.
Ursula prepara algo de comer, hay que alimentarse aunque sea sin ganas, cuando llega Bernardo le cuentan las novedades, mientras que picotean la comida, le dan vueltas en los platos, sin llegar a comer verdaderamente, no tienen hambre, el nudo que tienen en el estomago les impide comer, aunque lo intentan, más que por ellos mismos por los demás, Ana lo intenta para que coma su hija, su hija lo intenta para que coma Bernardo y este lo hace para que coma Ana, pero es algo imposible, allí queda toda diseminada en los platos casi sin tocar, ya comerán más luego, en la cena, piensan los tres.
Por la tarde dormitan algo en el sofá, hasta que les vuelve a despertar el teléfono, es para Emma, su profesor, ella le explica todo lo que ha pasado con su hermano, como se fue, con quien, ¡vaya! Él conoce a Patricia, él era director del centro de menores donde han llevado a su hermano y esta chica salió de ese centro, la mujer con la que vive no es su madre biológica, su madre es una prostituta a la cual le quitaron sus cuatro hijos, Y esta chica siempre ha sido muy difícil, ha pasado por muchos centros. Ha sido preadoptada y devuelta al centro en varias ocasiones hasta que la adopta la mujer con la que convive, esta señora trabajaba de limpiadora en ese mismo centro. Le da el teléfono y el nombre de una persona del Equipo Técnico de Recepción de Menores, que es a donde se tendrán que dirigir para saber como esta el caso, allí les ayudaran, supuestamente los citarán para decirles algo, les aconseja que para agilizar los tramites llamen ellos y pidan cita, la policía les tendría que haber dado este dato, pero no es así, no lo ha hecho, esto ultimo le extraña muchísimo a este profesor, pero él hará todo lo que pueda por echarles una mano.
Se quedan muy impresionados por toda esta información, no saben que pensar, todo les parece muy extraño y oscuro, tienen la sensación de que algo no está en su sitio, en realidad nada lo está, pero es una sensación que ellos tienen, esa tarde Beatriz los sorprende cuando les pregunta con su lengua de trapo:
-¿Po qué suena todo el rato el fofono? – dice intrigada la pequeña.
Todos se quedan de una pieza, creían que lo estaban haciendo muy bien, que están disimulando bien delante de la niña, que ella no ha notado nada, pero no es así, Ana cae en la cuenta de que la pequeña no ha preguntado ni una sola vez por su hermano, pero la verdad es que tiene tantas cosas en la cabeza que no vuelve a pensar en ello de momento. Intentan entretenerla, jugar con ella, para que todo sea normal, para que por lo menos ella no sufra, pero ¡cómo se equivocan!, Así que juegan, ríen, bailan con ella, para todos es un alivio hacer otras cosas, esto les impide pensar más, cuando llama Robert, el profesor y tutor de su hijo en el colegio, Ana sale del salón para que su niña siga sosegada con sus juegos y no la oiga hablar.
-¿Ya sabéis algo? – Pregunta el profesor muy preocupado – ¿sabéis ya donde esta?
-Si, nos ha llamado la policía, Robert, ¡nos ha denunciado por malos tratos! – le explica ella con lágrimas otra vez en los ojos.
-¿Cómo que os ha denunciado? – su tono denota incredulidad –. A ver, explícame eso.
-Si, nos ha denunciado y lo han llevado a un centro de menores, donde no podemos verlo si él no quiere vernos, si lo llamamos y no se quiere poner no se pondrá, no sabemos nada más, la policía no nos ha dicho nada más – consigue explicar Ana más tranquila –, un profesor de la Universidad de Emma nos ha explicado quién es la amiga de Oriol, Patricia con la que se fue y adonde nos tenemos que dirigir, porque la policía no nos ha dicho nada más – se lo expone todo sin parar de hablar, es como se tuviera que desahogar con alguien.
-¿Necesitáis algo? – inquiere él solicito.
-No, pero gracias por llamar.
-Ana ¿Qué os parece si intento hablar con Oriol, le propongo que se venga a vivir a mi casa una temporada? – Robert se lo ha ofrecido con la mejor intención.
-¿Con quien hablas Ana? – Bernardo ha entrado en el comedor y al encontrar a su mujer llorando otra vez con el teléfono en la mano, siente curiosidad por la identidad de la persona que ha llamado.
-Con Robert, ya sabes el profesor de Oriol, dice que que nos parece si habla con él y se lo lleva a vivir una temporada a su casa – Bernardo la mira y sólo se encoge de hombros
-Pero Robert, tú tienes mujer e hija ¿Qué van a decir ellas? – lo pregunta pero en el fondo de su corazón es una lucecita de esperanza, su hijo no quiere estar con ellos eso esta claro, pero igual con otra persona....
-Mi mujer está de acuerdo, ¿lo intento?
-Bueno, haz lo creas más conveniente – en el fondo de su alma quiere que lo intente, que lo intente y lo consiga
-Bien, dame el número de su móvil, lo llamare, pero no le diré que he hablado contigo, ya te volveré a llamar y te cuento.
Ana se lo da, se despiden y cuelgan, ella con un hilo de esperanza, la vida tiene que continuar, así que decide bañarse con Beatriz, es una de las cosas que más les gusta hacer juntas, a la niña la divierte mucho, y ella necesita relajar sus músculos un poco, así lo hace llena la bañera de agua caliente, mete todos los muñecos de su hija y se mete en el agua burbujeante, relajante, con su niña, le enjabona la cabeza, le hace cosquillas, chapotean en el agua y la niña ríe tranquila, piensa en lo feliz que es su hija, no desea que nada enturbie esa carita tan alegre, deja que la niña la enjabone a ella, hasta que el agua se va enfriando y hay que salirse, en ese momento la niña siempre protesta, pero la rabieta se le pasa pronto.
A medianoche Beatriz se despierta llorando, tiene mucha fiebre, olvidando todo lo demás acuden con ella a un centro hospitalario allí examinan a la pequeña una y otra vez sin ningún resultado, será un virus, dice el medico, esperemos un par de días, le bajaremos la fiebre y en un par de días estará bien o sabremos que tiene. Otra preocupación más, la niña pasa todo el día lloriqueando, durmiendo, despertando, no le apetece comer nada, esta tristona, con el medicamento la fiebre le ha bajado.
Ese día Ana hace mil llamadas, llama al Equipo Técnico de la Entidad Pública de Protección de Menores de Palma, le dan cita para el lunes, no antes no puede ser, además ellos no tienen ningún caso de un menor con ese nombre, aún así los atenderán, llama al Proyecto Joven de nuevo y por fin allí le confirman que su hijo esta en ese centro de menores, ellos lo han llamado y no se ha puesto al teléfono, ella se arma de valor y decide llamarlo, para sus adentros piensa “bueno sino se quiere poner, no pasa nada”, “me da igual sino se pone” “no voy a sufrir porque no se ponga” aunque sabe que se engaña, hace esa llamada, es muy rápida, no, no se pone al teléfono, como puede, porque apenas le sale un hilo de voz de la garganta, tiene la sensación de tener los pies clavados en el suelo, no se puede mover, intenta hablar pero tiene que carraspear un par de veces para conseguir agradecer la información a la persona que esta al otro lado de la línea, cuelga, esta temblando, no puede controlarse, quiere llorar, desahogarse, no puede, no le cae ni una lagrima, aunque los sollozos están en su garganta, pero no llegan a sus labios, ese lloro tan seco le produce un gran picor en los ojos que se restriega con el dorso de la mano hasta hacerse daño, recuerda que Beatriz esta ahí, en la habitación de al lado; abre la puerta y coge a su niña, la besa, le da un achuchón, la mira una y otra vez hasta que piensa “es hora de jugar con ella”.
Pasan esos días como en una nube, reciben una llamada del Gabinete psicológico del Consell Insular de Palma, para el mismo día que tienen que ir al Equipo Técnico, no quieren pensar, no quieren llorar, no quieren que les duela el alma, en parte lo consiguen gracias a la preocupación que siente por Beatriz, han vuelto al hospital con ella, la fiebre la abandona, le vuelve a subir, pero los resultados son los mismos, la niña no tiene nada, pasan esas noches durmiendo a ratos, con la niña en su cama, se despierta a medianoche gritando, llorando, debe ser la fiebre.
Por fin llega ese lunes, Bernardo va acompañado por su mujer e hija, hoy no va a trabajar, van los tres nerviosos, no saben que les van a decir, imaginan muchas cosas, pero no saben nada, les reciben muy bien, repiten toda la historia de nuevo, en ese departamento ya tienen constancia del caso, les ha llegado el expediente de Oriol:
-¿Cómo se han puesto ustedes en contacto con nosotros? – Pregunta aquel hombre que estaba sentado detrás de su ordenador – no es el procedimiento habitual.
-Ya lo sabemos – contesta Ana – pero nos dio esta dirección el señor Jonás de la Vega y no podíamos esperar más días sin saber nada.
-El procedimiento normal es que: el caso llegue a la Fiscalía de Menores y nosotros estudiemos el expediente y nos pongamos en contacto con los tutores del menor.
-¿Por qué no podemos verlo si él no quiere? – al hacer esta pregunta todo su cuerpo se estremece.
-Oriol tiene sus desechos, ha solicitado la protección de esta entidad y se adoptan unas medidas cautelares de la guarda del menor mientras se estudia el caso y en base a los resultados que obtengamos se tomara una resolución.
-¿Qué quiere decir eso? – Ana lo pregunta porque no ha entendido nada con tantas palabras que ella no conoce.
-Sólo quiere decir que estará bajo la custodia del estado hasta que aclaremos todo lo que ha ocurrido, no es más que eso – los vuelve a mirar a los tres asegurándose que lo han entendido – a veces los menores reaccionan de una manera desmesurada cuando se les amonesta por algo que han hecho, su hijo los ha denunciado por malos tratos psíquicos ¿saben lo que se consideran malos tratos psíquicos?
-Nosotros nunca lo hemos maltratado de ninguna manera – Bernardo siente bullir la rabia en su interior.
-Se considera maltrato psíquico – empieza a enumerar todos los supuestos de la ley -: hostilidad verbal crónica en forma de insulto, desprecio, critica o amenaza de abandono, o constante bloqueo de las iniciativas de interacción infantiles – se da cuenta de que lo van a volver a interrumpir, que no lo están entendiendo – espere un momento, luego les aclaro las dudas que tengan. Desprecio o degradación y otras formas no físicas de tratamiento hostil, avergonzar y/o ridiculizar al niño por mostrar emociones normales: afecto, dolor o tristeza; explotación laboral, estos son solamente algunos ejemplos.
-¡Nosotros no hemos hecho nada de eso! – Ana lo mira directamente a los ojos – si algo hemos hecho mal ha sido porque queremos lo mejor para él.
-No lo pongo en duda, pero Oriol ingresó en el centro con la Policía Judicial a través de una orden de la Fiscalía, esto quiere decir que concurren varios de estos supuestos en el caso de su hijo.
-¿Qué tenemos que hacer nosotros?
-En primer lugar, tienen que firmarme este papel en el cual ceden la Guarda temporal de su hijo al Consell, sólo es la custodia no la Patria Potestad, esa no se la retiran a nadie salvo en casos muy excepcionales.
-¿Pero, para qué? – vuelve a decir Bernardo mirando a su mujer, no han entendido nada
-Es un tramite, él esta bajo nuestra tutela en un centro de acogida, es una simple cesión de custodia.
-¿Cuánto tiempo va a estar allí? – Pregunta Ana – yo lo llame y no se puso.
-Las normas son esas, sino quiere no lo obligaran, el niño tendrá la consideración de maltratado mientras este allí- mientras dice esto los mira fijamente – hasta que todo esto se resuelva las cosas funcionan de este modo.
-Nos han llamado del psicólogo del Consell, ¿Para qué? – vuelve a preguntar Bernardo.
-Para una reunión con su hijo, primero estarán ustedes solos y luego los tres, es para evaluar el caso, además ellos conjuntamente con el educador del centro realizan un seguimiento del menor. Se estudian a todas las partes implicadas así como el entorno donde reside el menor.
-Pero, ¡nosotros no lo hemos maltratado! – Ana no puede evitar que estas palabras salgan de su boca rápida
-Eso es lo que se intentara averiguar si es verdad o no lo es, este tipo de maltrato es el más difícil de comprobar, pero al final se prueba si son ciertos o no.
Les dan un montón de papeles para firmar, ellos los firman sin apenas mirarlos, no entienden nada, todos son artículos número tal, artículos número cual, salen rápidamente, ya van tarde a la otra cita, no cogen el coche, llegaran antes caminando, Emma se dirige a la Universidad, tiene que entregar unos trabajos. Ellos bajan toda la calle sin mirarse ni decir nada, de todas maneras no hay nada que decir. Cuando encuentran el edificio al que se dirigen, se quedan un momento en el portal inmóviles y los dos al unísono encienden un cigarrillo tienen que templar los nervios de alguna manera, ya un poco más calmados suben hasta la segunda planta:
-Buenos días, nos citaron para hoy a las once – dice Bernardo a la mujer que les ha abierto
-Si ustedes deben de ser los señores Piomares ¿verdad?
-Si, somos los padres de Oriol.
-Pasen, por favor, yo soy Bárbara y me ocupare de este caso – les habla con un aire de superioridad que los hace encogerse.
-¿Qué ha pasado? Su hijo los acusa; de no haberse ocupado de él, él empezó a tomar drogas y ustedes no hicieron nada – los mira por encima de las gafas, ellos se quedan blancos, aquella mujer no sabe lo que esta diciendo – los acusa de no dejarlos salir de casa, que nunca obtiene una muestra de cariño, que lo hacen trabajar tanto dentro como fuera del hogar, estas son en conjunto las acusaciones más importantes que su hijo ha manifestado en contra de ustedes.
-Nada de eso es cierto, apenas nos dimos cuenta que consumía lo llevamos al Proyecto Joven, estuvimos yendo tres veces por semana durante un año hasta que le dieron el alta – Ana esta muy sorprendida por lo que acaba de oír...
-Bueno, eso tendrán que demostrarlo, tráiganme algún documento que lo demuestre, los acusa también de que lo encerraban para dormir y le registraban la habitación, eso atenta contra la intimidad de la persona..... .
-Eh, eh un momento – la interrumpe Bernardo sin dejarla continuar – mire lo de la habitación es una de las normas del Proyecto, ellos nos lo dijeron así y eso de trabajar, ¡por favor!, Las escasas veces que ha estado en la tienda han sido para vigilar un momento para que nosotros fuésemos al baño o a comer un bocado, la esta engañando.
-¡A mi no me puede engañar!
-¡Es lo que ha hecho! – Mira a esa mujer casi con odio – sólo seguimos las indicaciones que nos dieron para sacarlo de ese mundo, ya hace casi seis meses que todo quedó atrás, cuando le dieron el alta en el proyecto.
-Ustedes, no pueden hacerle estas cosas a un hijo, lo tratan como si fuera un yonki y no tienen en cuenta sus sentimientos – continua la sicóloga, recalcando cada palabra.
-Pero, no podemos permitirle hacer todo lo que le venga en gana, en mi casa somos cinco, él no puede desestabilizar la convivencia y armonía familiar de esta manera – Ana lo dice con mucha pena
-¿Van a sacrificar a su hijo, en pos de una mejor convivencia del resto de la unidad familiar?
-Haré lo que haga falta para que lo que me queda de familia viva dentro de un ambiente lo más feliz posible y si, si hay que vivir sin él, como parece que tiene que ser, lo haremos, cualquier cosa con tal de acabar con esta situación, si tan mal esta con nosotros quédenselo ustedes – Bernardo está rojo, furioso, mientras dice esto, ¿Qué se ha creído esta mujer?
-Nosotros, como usted dice, nos lo quedaremos si demostramos que no son capaces de educar a su hijo en el ambiente y con las condiciones adecuadas, para eso está la ley del menor, para proteger a los menores, ¿tienen una hija más pequeña...?
-¿Nos la van a quitar? – pregunta Ana llena de miedo sin dejarla acabar la frase
-Solamente en el caso de que consideremos que se encuentra en una situación de desamparo.
-¡Esto es irreal!, También tenemos una mayor que jamás se ha quejado del trato que le hemos dado – Ana se lo dice mirándola directamente a los ojos.
-Por eso mismo, como es mayor de edad puede decidir por si misma, tendrán que traer informes sicológicos de Oriol, si los tienen, ir a la asistenta Social para que les oriente como deben tratar a un niño, en resumen demostrarme que ustedes no han maltratado sicológicamente a este niño, ahora vendrá él y hablaremos los cuatro. ¡Ah! Una cosa más no vayan a acercarse a él si le ven por la calle, si Oriol quiere verlos o llamarlos se pondrá en contacto con ustedes – ¡Dios mío! Esta mujer es de hielo piensa Ana.
-Él iba al colegio ¿Qué pasa con eso?
-Pues que lo cambiaremos de colegio, irá a uno que este cercano al centro, no se preocupe, nosotros nos ocupamos de él – dice con cierta ironía en el tono de voz – ¡ya está aquí!, ¡Pasa Oriol!
Oriol se acerca a su madre y le da un beso, eso desmorona a Ana que sin poderlo evitar mira a su hijo con mucho cariño mientras le caen lágrimas muy amargas, trata de mirarlo ¿Está más delgado? ¿Comerá bien? ¿De quien es esa ropa que ella no conoce? ¿Por qué? Esa es la pregunta más cruda que ella se hace ¿Por qué? Pero no encuentra ninguna respuesta ese porque que la atormenta, que lleva tantos días con sus largas noches haciéndose y no encuentra ninguna respuesta que la deje tranquila, en sus largas noches de insomnio ha repasado una y mil veces todos los hechos, gestos y conversaciones que ha mantenido a lo largo de los años con su hijo, intentando encontrar en que se han equivocado ellos, porque en algo se han equivocado, de eso está segura, ¿habrán sido muy duros con él?¿Habrán sido muy blandos?¿No han sabido explicarle bien el riesgo que una persona corre al consumir drogas?¿No han sabido inculcarle ningún valor moral?¿Lo han tratado mal?¿Por qué él no los quiere?¿Por qué los odia de esa manera?¿Por qué no siente ningún respeto por la familia?¿Por qué les hace esto?¿Tan malos son ellos? ¡Cuantas preguntas y ninguna respuesta! Las ha repasado muchas veces pero no ha conseguido llegar a ninguna conclusión que la deje aunque sea mismamente satisfecha. Su hijo se sienta y los mira con una sonrisa en los labios.
-Tus padres dicen que ellos te llevaron al Proyecto Joven – la psicóloga lo mira con ojos interrogantes.
-Si, pero sólo unos meses y allí me pasaban los porros – contesta él muy feliz.
-¿Cómo que allí te los pasaban? – Después de habérselo preguntado Ana piensa que eso es mentira – ¿Por qué cuentas tantas mentiras?
-¡No digo mentiras!, además me teníais en la tienda trabajando sin pagarme, me hacíais limpiar la casa, no podía salir, no me dejabais acostarme con Ursula
-¡Tú eres tonto o qué! – Lo increpa su padre – ¿te voy a dejar que te acuestes con una en mi casa? No vives sólo, es una cuestión de respeto hacia los demás, además aún no tienes edad suficiente para hacer ciertas cosas.
-¿Qué quieres que me la lleve al medio del campo?
-Por mí llévatela donde te parezca pero en mi casa no – se lo repite ya más tranquilo – además ¿Cuándo has trabajado tú? Tú hermana sí, pero tú ¿cuándo? ¡Venga hombre déjate de tonterías!
-Es verdad mientras que ibais a comer me quedaba alguna vez, sólo en la tienda – replica.
-¡Venga ya! Diez minutos algún día y siempre para poder poner esa música estridente que escuchas – Bernardo no sabe que más decir.
-Tenia que barrer las escaleras y sacar siempre el lavavajillas.
-Todos contribuimos en las tareas del hogar, es lo más normal del mundo.
-Pero, tú sólo bañas a la niña y poco más.
-¡No voy a oír más tonterías! – Bernardo no puede creer que en esas acusaciones se hayan basado para romper su familia.
-Bien – interviene la sicóloga –, discutir no nos lleva a ningún sitio, así que damos por terminada la sesión y les doy hora para la semana que viene, el miércoles por la mañana........
-Por la mañana no podemos, tengo que trabajar – la interrumpe Bernardo – así que si tenemos que venir tendrá que ser por la tarde.
-Bueno... – se ha quedado un poco desconcertada, vuelve a consultar la agenda que tiene abierta delante – en ese caso será el jueves por la tarde a las cinco.
Al salir Oriol baja las escaleras corriendo, sus padres esperan el ascensor, Ana vuelve a llorar, allí en aquel rellano desconocido, apoyada contra la pared, sus hombros se mueven al compás de sus sollozos, era su hijo el que se había ido sin un adiós, sin un beso, sin una caricia, sin una palabra, ella hubiese dado su vida por cualquiera de estas cosas, pero tiene las manos vacías, el alma desecha, su cabeza le da vueltas y más vueltas, en ella sólo hay la imagen de ese niño que ha salido corriendo escaleras abajo.
Vuelven a casa peor que salieron aquella mañana, saben más cosas, saben que ya no tienen la custodia de su hijo, saben que tienen que espabilarse y buscar ayuda profesional porque aquello los desborda, no saben nada de leyes aún, porque más tarde conocerán la ley del menor como si fuera su Biblia, tienen que encontrar un abogado, no conocen a ninguno, jamás han tenido problemas con la ley, ni siquiera una multa de trafico, saben que en el centro; no admitirán ni llamadas, ni visitas que su hijo no quiera, saben que miente como un cosaco, saben muchas cosas sin saber nada, cada uno va perdido en sus pensamientos, ninguno los expresa en voz alta, hasta que Bernardo rompe ese silencio:
-Yo no voy a ir a verlo al centro – no mira a su mujer, se concentra en la carretera, es como si hablara para sí mismo.
-Yo tampoco – le dice Ana – no voy a ir allí para que me echen porque él no me quiera ver, no podría soportarlo.
-¡Cuantas mentiras! – la mira de reojo y añade – y esa mujer que prepotente, ¡encima que la están engañando! Va y se lo cree.
-Siempre ha sido así ¿no? Siempre lo han creído, sabe mentir muy bien.
-Si lo debe hacer bien para que tanta gente lo crea – Bernardo no puede evitar que su voz suene tan triste.
-Acuérdate en el otro colegio, cuando se escapaba, ¡tantas veces!, Y siempre hemos creído todos cualquier patraña que haya contado.
-Demasiadas – y vuelve a concentrarse en la carretera, Ana cierra los ojos, para no tener que seguir hablando, es demasiado doloroso hablar de ese hijo que ha visto hace solamente unos minutos y que parece que ya no es el mismo hijo que tenían hace tan sólo un puñado de días,
En casa esta Ursula cuidando de Beatriz, la niña sigue igual, tristona a ratos con fiebre, casi no come, no quiere jugar, sólo ha querido estar sentada encima de esta todo el día, ha llamado mucha gente, Ana le da un beso a la niña, intenta hacerle cosquillas, pero esta apática, no quiere nada, ¡el dichoso teléfono que no para!.
-¿Dígame? – a Ana ya se le nota el cansancio en la voz...
-Hola soy Robert, ayer conseguí hablar con Oriol, le propuse que se viniera a casa como quedamos y no acepto – este hombre quiere mucho a Oriol, se le nota – Ana allí esta muy bien, es un aprovechado, esta ocupando el lugar de un niño que realmente haya sido maltratado, tiene mucha cara, le dan de comer, le dan ropa, un dinero de bolsillo, puede usar el teléfono, puede salir o entrar cuando quiera, como es por malos tratos esta en un centro abierto, además y ya es el colmo está a cien metros de la casa de su amiga.
-Lo sé, hoy lo hemos visto – otra vez llora, se ha convertido en lo único que sabe hacer en los últimos días – va mal vestido, bueno moderno, pero mal vestido – ya un poco más calmada le explica todos los hechos que han ocurrido esa mañana.
-¡Cuánto lo siento!, es una pena todo lo que os esta ocurriendo por culpa de un niño que no sabe lo que quiere
-Si, pero así son las cosas, bien, cuando sepa algo más te llamo, gracias por todo – otra vez se agolpan esas malditas lágrimas en sus ojos, ya no puede seguir hablando, además aún tiene que llamar al Proyecto, a la directora del colegio, al medico de Beatriz.... Son muchas llamadas por hacer.
Pide cita en el hospital para el día siguiente, en el colegio, en la asistenta social, en un abogado que les han recomendado, en el Proyecto le tendrán un informe para recogerlo el mismo día que vuelvan a la sicóloga, así no tendrán que hacer otros ciento veinte kilómetros para recogerlo, está agotada, ya no le quedan fuerzas para seguir, como puede prepara algo de cenar mientras su marido baña a la niña, tiene ganas que se acabe ya el día y poder sentarse o acostarse, no sabe lo que quiere hacer. Emma trae consigo un texto de, “La Ley del Menor” y con las mismas cosas que ya más o menos sabían, todo lo referente al centro, como funciona, lo de la custodia, en este libro se enteran de todos los derechos que tiene un menor pero paradójicamente las referencias de las obligaciones que tienen los menores apenas ocupan medía pagina, todo es su derecho a la educación, a la sanidad, a la intimidad, etc. su profesor la ha visto en la Universidad y ha estado hablando con ella.
Se personan en el despacho del abogado que les han recomendado, él los recibirá si esperan medía hora, no tienen cita, así que esperan, entran en aquel despacho lleno de libros, oscuro, iluminado solamente por una lamparita de sobremesa, Ana se encoge en el sillón donde le indican que se siente, está asustada, algo nerviosa, pasea la mirada inquieta por los cuadros de la pared mirándolos sin verlos, sólo fija la mirada un momento en el titulo que hay enmarcado en la pared de enfrente,, cuando intenta leerlo la voz de aquel hombre la sobresalta:
-Ustedes dirán – les sonríe.
-Verá estamos acusados de malos tratos síquicos a mi hijo – empieza a decir Bernardo y vuelve a relatar toda la historia, el abogado lo deja hablar intercalando alguna pregunta y tomando notas, cuando acaba su relato aquel hombre les dice
-Miren, yo no haría más que lo que les han indicado, presenten esos informes, esperen a que ellos hagan una acusación formal, esto lo hace la Fiscalía, ahora deben de estar evaluando el caso y luego deciden cursar o no la denuncia, esto sólo son pasos previos a la estimación o desestimación de la denuncia, pero por lo que me explican este caso será desestimado-les esta explicando todo esto con mucha calma – y no se preocupen que no les van a quitar a la menor que vive en el hogar familiar, vayan tranquilos, no es tan fácil que saquen a un menor del entorno familiar, son casos muy extremos en los que esto ocurre, a su otro hijo si lo han acogido porque aún siendo menor ya tiene edad para explicarse y él mismo ha puesto esta denuncia solicitando protección y esto es lo normal, separara al niño del entorno en el cual se han producido los hechos, pero les han dicho la verdad es una medida cautelar, si además el centro de acogida está al lado de la casa de la chica con la que se fue es perfecto para él, pero no llegara a ningún sitio este caso, sigan con su vida aunque sea difícil y si hubiera alguna novedad vuelvan, pero estoy seguro de que nunca les llegara una citación de la Fiscalia de Menores para un juicio, en todo caso para mantenerlos informados del curso que esta siguiendo el caso, no se preocupen más, aunque sea difícil procuren mantener la calma y hacer una vida normal dentro de lo posible. Ya saben para cualquier cosa que necesiten estaré a su entera disposición.
Ellos se marchan un poco más tranquilos, al menos si necesitan de un abogado ya tienen a quien acudir.
Pasan muy mala noche, Beatriz no deja de llorar, no quiere dormir en su cama, pero en la de sus padres tampoco, nada la consuela; cuando tiene fiebre duerme un poco, cuando le baja llora, pero no parece dolerle nada, Ana le toca todo el cuerpo intentando encontrar algún punto en el que la niña se queje, pero no es así o ella no sabe descubrirlo, de madrugada se queda dormida por fin, para ellos ya es hora de levantarse, Bernardo va al trabajo con más cansancio que el que tenia cuando se acostó, no puede con su alma pero se va, Ana empieza la ronda de visitas, primero al colegio, cuando llega la monja la ve y la llama:
-¿Cómo estáis? – Le dice ofreciéndole una silla para que se siente – aunque no hace falta que me contestes, se te ve en la cara.
-Ay, Sor Ángela, ¿Por qué nos tiene que pasar todo esto? – necesita que la mujer la consuele, que alguien la consuele.
-Hija mía os ha tocado a vosotros, estáis sufriendo mucho, pero tenéis que sobreponeros a este revés – lo dice con una gran ternura en la voz mientras le coge la mano – mírate, no puedes seguir así, arréglate, intenta dormir, sal por ahí, no te quedes en casa.
-Pero no puedo, no tengo ganas ni de ducharme, ¡lo vi ayer! – Al decir estas palabras sus ojos se le iluminan – ¡estaba allí! – y pasa a relatarle toda la entrevista con la sicóloga.
-Por Dios ¿Cómo puede alguien creer eso? Yo hablare con la sicóloga del colegio para que te dé los informes de todos los años que ha estado aquí Oriol y haremos uno de vosotros, estos niños siempre han asistido a clase en las mejores condiciones, Beatriz jamás ha dado muestras de malos tratos al igual que Oriol, esas cosas se notan, en el colegio si que ha habido un caso y se nota en el niño que lo sufre enseguida – al nombrar a la pequeña recuerda que no asiste a clase porque está enferma – ¿Cómo sigue Beatriz?
-Sigue igual, ahora tengo llevarla al hospital de nuevo, no saben cuál es el mal que la aqueja.
-¿Qué dice de Oriol?
-Nada, no ha vuelto a preguntar más por él, es como sino hubiera existido nunca, jamás lo menciona – de pronto se da cuenta de que era esta idea la que se había quedado en su mente y que no podía localizar por más que lo intentaba – es muy raro porque ellos pasaban muchas horas juntos, él siempre ha jugado con ella y no lo menciona absolutamente para nada.
-Díselo al médico – es el consejo que le da Sor Ángela.
-Lo haré, me tengo que ir ya.
-Ven mañana estará todo listo y cuidaros.
La pequeña ya está preparada para ir al hospital, Emma se ha ocupado de ella, esta pálida, los ojos tristes, acuosos, es la mayor preocupación de su madre en estos momentos, no sabe que le puede pasar, por el camino se le ocurren mil cosas y cada una peor que la anterior, ¿Qué enfermedad tiene a su hija en ese estado?¿Será algo malo?¿Lo descubrirán a tiempo?¿Por qué no encuentran lo que es?¿Lograra el médico descubrirlo? Un escalofrío recorre su cuerpo ¿Se va a morir su niña? ¡No, Dios mío no lo permitas, mi niña no! Tal como acude esta idea a su mente, la desecha, pero no es la primera vez que la ha tenido en estos últimos días, mira a la pequeña ahí tan quieta en el coche y la abraza, no puede evitarlo cuando la niña levanta los ojos hacia su madre ella le sonríe y le susurra “tranquila, te vas a poner bien ya lo veras, no sufras cariño mío que siempre me tendrás a tu lado”.
La consulta esta abarrotada de niños pero es sobrecogedor verlos tan quietos, todos en el regazo de sus padres o en los cochecitos, unos lloriquean, otros dormitan, las veces que ha ido allí anteriormente nunca se había fijado en que pocas veces hay el griterío que seria normal con tantos niños juntos, Beatriz también dormita en su regazo, cuando oye a la enfermera pronunciar su nombre abre un poco los ojos y Ana sin habérselo pensado antes le dice a Emma:
-Espera aquí con la niña voy a hablar a solas con el médico – deja a la pequeña en el regazo de su hermana, la niña aún medio dormida y entra en la consulta.
-Beatriz esta fuera con su hermana, sigue igual – le expone al médico casi con prisa – he entrado sola porque quiero explicarle algo – narra toda la historia por centésima vez o esa es la sensación que tiene ella.
-¿No pregunta dónde está su hermano o por qué no lo ve?
-No, no ha vuelto a mencionarlo nunca, es. , No sé. , como si él no hubiese existido en su vida – le comenta entonces lo de Ramón su peluche, cómo sólo lo encontró más grande, lo del teléfono, todo lo que recuerda del comportamiento de la pequeña Beatriz en esos últimos días.
-Examinare otra vez a la niña, pero después de lo que me explicas creo que puede ser más bien una defensa de tipo psicológico, ella se ha dado cuenta de que no es el mismo muñeco, pero su mente no quiere admitirlo, se defiende de algo que le haría daño – expone el medico – los niños tienen mecanismos de defensa de los que muchos adultos carecemos y ojalá tuviésemos, creo que ella se esta defendiendo de algo que no entiende y que le hace daño, la mirare, pero de todas formas tienes que llevarla al psicólogo, puede que tengáis que ir todos, antes de irte te daré un informe para que lo lleves al Consell, por cierto ¿Cuánto hace que no duermes?.
-No lo sé, duermo mal, pero ya se me pasará.
-Ve a tu médico, que te mande algo, lo necesitas.
Después de volver a examinar a Beatriz llego a la misma conclusión la niña no tenia nada físico, le dio un jarabe a Ana para que la pequeña pudiera descansar un volante para que la visitara el psicólogo y un informe para el Consell explicando que tanto Oriol como Beatriz habían sido pacientes suyos y que jamás les había encontrado ningún signo de maltrato ni físico ni psíquico. Ella queda muy agradecida es el primer papel de ese tipo que tiene en sus manos lo lee, lo relee una y mil veces, allí está escrita la vida de sus hijos en el ámbito sanitario, ella no encuentra nada fuera de lo común, en ese papel no pone más que lo que cualquier madre hace con sus hijos cuando están enfermos. Luego llevaran a la niña al psicólogo.
El psicólogo habla con Ana y Bernardo primero, le explican otra vez toda la historia, ya con voz cansina están los dos hartos de repetir una y otra vez la misma historia, cuando tiene a la pequeña Beatriz delante le enseña unos dibujos, la niña los reconoce todos, le da papel y colores para que pinte mientras habla con ella, le hace muchas preguntas de todo tipo, desde: ¿te gusta tu colegio? ¿Qué helado te gusta más? Hasta ¿Dónde vive Oriol? A lo que la pequeña no responde, se encoge de hombros y sigue pintando, el hombre cambia de tema un ratito, la niña sigue charlando con él y entre una cosa y otra le repite ¿sabes donde vive Oriol ahora?
La niña asiente con la cabeza y muy bajito dice:
-...ta con su novia y yo no lo veré más – la pequeña Beatriz baja la cabeza y su boquita empieza a hacer pucheros, los ojos llenos de agua, esta a punto de ponerse a llorar.
Ana y Bernardo se miran atónitos, la niña lo sabia pero ¿cómo? Ellos están seguros de que no han mencionado nada delante de ella.
- ¿Por qué no lo vas a ver más? – Él médico le hace esta pregunta muy suavemente mientras él colorea otro dibujo.
-Poque me lo ha dicio mi hemano – responde con su medía lengua muy seria.
Siguen así un rato más y hacen salir a la niña
-Esta claro que su hijo de alguna manera le dijo a la niña que se iba y que esta no volvería a verlo, eso es lo que le hace daño a ella, no volver a verlo, tienen que hablarle de él aunque ella no lo mencione, explíquele que se ha ido a vivir a otra casa pero que la sigue queriendo, que lo vera – los mira a los dos mientras les explica todo esto – si él intenta verla no se lo impidan porque eso seria mucho peor para ella, la niña lo va a asimilar, sólo que su pequeña mente se resiste a aceptarlo pero si le dan tranquilidad de que eso no es así de que su hermano no ha desparecido de su vida de forma permanente llegara a aceptarlo, mejor incluso que ustedes, le tienen que dar el jarabe por lo menos seis meses porque esto no es fácil para ella, su mente tiene que volver a la normalidad, aunque pase mala noche llévela al colegio, es una vía de escape para ella el estar con sus iguales, poco a poco volverá a dormir y comer bien no se preocupen, pero le tienen que hablar mucho de él, sino hay nada nuevo bastara con traerla una vez al mes – Ana lo mira con pena, no sabe si será capaz de hablar de su hijo sin rencor – no se preocupe que la niña como mucho en quince días se repone un poco, al menos en el carácter deprimido que tiene ahora, aunque les vuelvo a repetir que tendrán que medicarla durante bastante tiempo.
Esa tarde se decidió, después de darle muchas vueltas, pensarlo, repensarlo, levantar el auricular del teléfono, volver a dejarlo, marcar, colgar, volver a marcar, volver a colgar, al final espero temblorosa que alguien cogiera el teléfono al otro lado, estaba llamando a su hijo, sus manos no podían estarse quietas, cogía un bolígrafo, lo soltaba, cogía un cigarro, lo soltaba, hasta que al final una mujer contesto
-Buenas tardes, ¿podría hablar con Oriol? – pregunta mientras cierra los ojos fuerte muy fuerte, no quiere llorar.
-¿De parte de quién?
-Yo... soy..... Soy su madre – la voz se niega a salir de su garganta, rueda una lagrima solitaria por su mejilla y reza para sus adentros “que se ponga Dios mío, que se ponga”.
-¿Diga? – pregunta Oriol, ella es incapaz de hablar no le salen las palabras – mamá ¿eres tú?
-Si, soy yo – articula estas tres palabras con un gran esfuerzo, las lágrimas le ahogan la voz.
-¡Ah!, Es que no se oye bien – por el contrario la voz de su hijo es serena, casi alegre –, ¿Cómo estáis? – él habla como si estuviera de vacaciones, con el mismo tono alegre y despreocupado de una persona que no teme ningún reproche.
-Bien, ¿y tú?– miente Ana no vale la pena decirle que están deshechos, dolidos, apenados, que no pueden mas, que Beatriz está sufriendo muchísimo, ¿para qué decírselo?, Sólo sonaría a reproches, además ¿acaso le ha importado como les iba a afectar todo lo que él esta haciendo, no, ella no le iba a dar esta satisfacción a Oriol, no le va a llorar, no le va a suplicar que de marcha atrás en esta locura en la que se ven envueltos.
-Bien, ¿sabes? Mañana vuelvo al colegio, te explico, como aún no me han trasladado de colegio pues mañana voy al mismo, me voy y vuelvo en el tren, así de paso veré a mis amigos jejejeje – lo suelta así como sino hubiera pasado nada. En ese instante ella se pregunta si lo único que pasa es que este niño ha perdido la cabeza, si lo aqueja algún mal psicológico, ¿Cómo puede hablar tan tranquilo? ¿Cómo puede estar tan contento?, pero sólo le pregunta:
-¿Vas a venir hasta aquí, al colegio? ¿Al colegio de siempre? – se da cuenta después de haberlo dicho que ya se lo ha confirmado antes, que es una pregunta tonta, pero apenas puede razonar con claridad.
-Si hasta que hagan el traslado de los papeles al colegio nuevo
-¿Tu le dijiste algo a la niña antes de irte? – necesitaba que Oriol se lo confirmase, lo quería oír de sus labios
-Si..... Subí y estaba despierta así que me despedí de ella.....
-¿Le dijiste que no te iba a ver nunca más?
-Si, bueno ya nos veremos el jueves, adiós
Sin más cuelga el teléfono, ella se queda atónita, su hijo va a estar a doscientos metros de su casa, sin querer saber nada de ellos, ¿Cómo va a venir al mismo colegio en el que ella tendrá que ir cada día a llevar a Beatriz? ¿Qué pasará si esta lo ve allí? ¿Podrá ella verlo sin decirle nada, sin acercarse a él? Algo ha leído al respecto en la ley del menor pero no logra recordar que es, luego lo repasara, lo releerá otra vez, claro que tiene que estar escolarizado, pero nadie ha pensado en lo duro que va a ser para ellos su hijo ahí al lado y no poder verlo ni hablarle ¿Por qué son las leyes tan insensibles con la gente? Ellos no han hecho nada malo, llega a la conclusión de que eso de que uno es inocente mientras no se demuestre lo contrario sólo pasa en las películas en la vida real es “todos son culpables mientras ellos mismos no demuestren su inocencia”, eso es lo que siente en ese momento ella, esta enfadada, un sentimiento que en esos días no ha tenido, ahora esta furiosa con las leyes, con la policía, con el Consell, con el gobierno... y con su hijo sobre todo con él por todo el daño que les esta haciendo y el que aún prevé ella les hará en el futuro.
Vuelve a sonar el maldito teléfono, desde hace unos días parece que siempre lo tiene en la mano, le da vueltas en la cabeza lo que acaba de hablar con su hijo, piensa en mil cosas a la vez y esta tan sumida en sus pensamientos que no oye el ring ring insistente que suena a su lado, como recién salida de un sueño lo mira, si está sonado de nuevo, pero no sabe si hace un momento o hace una eternidad que suena, con gesto cansado lo vuelve a coger.
-Hola Ana
-Hola Robert
-He hablado con Oriol, vuelve al colegio unos días hasta que hagan el traslado – eso ya lo sabe ella.
-Si, lo he llamado y me lo ha dicho – le describe toda la conversación que ha mantenido con su hijo y sus pensamientos sobre la salud mental de Oriol, pero sabe que loco no esta, sólo es un sinvergüenza sin sentimientos.
-Veo que no te ha dicho toda la verdad – a Robert le cuesta decirlo pero no la va a engañar – viene a clase, pero sólo a los exámenes, lo recogeré yo por la mañana en el centro y lo traeré, luego él sé ira cuando acaben, tienes razón en lo que dices, loco no está, pero en su sano juicio tampoco.
-¿No asistirá a todas las clases?
-No, sólo viene a hacer los exámenes, él no sabe que yo hablo con vosotros, no se lo he dicho, a ver si así consigo que confíe un poco en mi y me diga lo que piensa hacer, una explicación, un porque, algo que justifique todo esto, aunque no tiene justificación alguna, no se, puede que yo lo pueda ayudar a seguir un camino recto, aunque sea lejos de vosotros – aunque sabe que esto le hará daño cuando lo oiga prefiere decirle la verdad, se merece que no la engañe –. ¿Cómo está Beatriz? – Ana se lo cuenta todo; la visita al médico, al psicólogo, todo lo que le han dicho, con él es fácil hablar, no espera que ella este calmada, no espera que no sienta rencor contra su hijo, la escucha, simplemente la escucha.
-¡Cuánto daño os está haciendo! Y él aprovechándose del Consell, no sufras tanto, intenta relajarte un poco y veras, poco a poco, todo tendrá solución.
-Así son las cosas, bueno adiós, tengo que bañar a Beatriz y darle la cena.
De esta manera se despiden, ella se queda con un cierto gusto amargo en la boca, piensa que su vida se ha convertido en una incesante búsqueda de documentos que acrediten lo buenas personas y lo normales que son, en un ir y venir de médico en médico, de institución en institución, ¿Dónde han quedado los días de sol en los que iban a la playa a jugar con su niña?¿Dónde han quedado sus reuniones con los amigos?¿Dónde han quedado las noches apasionadas con su marido?¿Dónde han quedado las risas de sus hijas?¿Dónde han quedado las conversaciones que mantenían después de cenar?¿Dónde han quedado las cosas que antes le parecían tan importantes?. Todas aquellas pequeñas cosas que eran tan importantes en el pasado han dejado de serlo, ¡por cuantas tonterías se había enfadado! Ahora, se da cuenta de que eran sólo eso tonterías, unos zapatos dejados en medio de una habitación, un vaso sin meter en el lavavajillas, que tontos somos al dar tanta importancia a los pequeños detalles, ahora que todo se desmorona a su alrededor es cuando se da cuenta de todos los momentos que ha desperdiciado con cosas banales y se pregunta: ¿Dónde esta su vida? ¿Dónde están todos sus sueños? ¿Dónde han ido a parar sus esperanzas? ¿Dónde esta su familia? Su familia, algo que era fundamental para ella, hasta no hace mucho si alguien les hubiese hecho daño a los suyos ella habría sido capaz de matarlo y ahora todo se desmorona a su alrededor y no sabe que hacer, no sabe como recoger los trozos para reconstruirla, ¿Cuándo se le ha escapado todo de las manos? ¿Cuándo ha caído del tren de los sueños para caer en el mundo real? Ha cambiado el billete de la alegría por el de la pena y la soledad, piensa todo esto en silencio mientras hace o intenta hacer las cosa normales de cada día, todos sus pensamientos se los guarda para ella, no se desahoga con nadie, nadie sabe nada de sus pensamientos, sólo esos folios llenos pensamientos, dudas, sentimientos y sucesos, que ella guarda celosamente. De repente recuerda algo, ¿Cómo ha podido olvidarlo? Dentro de quince días es Navidad, ellos ya tienen los billetes para irse de vacaciones, los tiene desde septiembre, iba a ser algo especial, se iban a casa de la yaya para que este año no notara la ausencia del yayo, bueno ya no importa. Ya nada importa, sólo su hijo que no esta con ellos, sus hijas que están padeciendo las consecuencias de una situación que no han elegido, su matrimonio que sigue adelante sin ninguna esperanza de futuro, por primera vez en su vida le da igual que sea Navidad u otra fecha, ¡se siente tan vacía por dentro!
Beatriz parece que mejora un poco, duerme algo más y está más contenta, ha regresado al colegio y juega con sus amiguitos, Ana la lleva por las mañanas, siempre mirando a su alrededor intentando encontrar la cara de su hijo entre ese enjambre de niños que hay en la puerta por las mañanas, nunca lo ve, no sabe tampoco si en realidad lo busca para verlo o lo busca con la esperanza de no verlo, cada día se queda un rato hablando con Sor Ángela, hay días que hablan de Oriol otros hablan de cualquier cosa, así se distrae un poco, un día cuando recoge a la niña del colegio se le acerca la monja y le dice al oído: “hoy ha visto a Oriol, él se ha acercado a ella y le ha dado un beso, luego se ha ido”, Ana le pregunta a la niña por el camino:
-¿Has visto a Oriol? ¿Sí?
-Ha venio cuando el berenar – es la forma que la niña tiene para referirse al recreo, en el cual se comen el bocadillo, en Mallorca es el “Berenar”, tiene una sonrisa de oreja a oreja – un día yo iré a su casa nueva.
-Si, hija, si – le contesta ella expresando una alegría que no siente – un día iremos.
-¿Demá? – pregunta, se muestra como ha sido ella siempre impaciente.
-No, mañana no, otro día – no sabe que decirle quiere que la pequeña no siga hablando de ese tema
–. ¿Después de mañana? – es la expresión que usa siempre para decir pasado mañana, Ana sonríe con la lengua de trapo de su pequeña, habla medio en mallorquín medio en castellano y encima si no sabe una palabra se la inventa, a veces hace tal mezcla de idiomas que es difícil adivinar lo que ha querido decir, ya no puede seguir hablando de Oriol tranquila y cambia de tema.
-¿Quieres que veamos una película de la Heidi? – estas películas son las únicas que ve su hija, aún no le gusta mucho ver la televisión, de vez en cuando alguna de estas películas, pero no por mucho tiempo, a los diez minutos ya esta cansada y se pone a jugar.
-Vale la de la cabrita ¿eh? – ya ha olvidado de que estaba hablando antes, los niños son así, cambian de un tema a otro fácilmente, van todo el camino hablando hasta casa.
Pasan los días inexorables, ellos los pasan sin saber muy bien que día ha sido hoy o que hicieron ayer, sobreviven, sólo eso, no han vuelto a vivir realmente desde que comenzó este calvario, sólo sobreviven, llega el día de ir a la sicóloga y hasta allí van, sin esperanzas, con las manos llenas de informes y vacías de ilusiones, llevan una maleta con la ropa que quedaba en casa de Oriol, él se la pidió por teléfono y Ana fue incapaz de negarse, vuelven a revivir la agonía de la primera visita, ven a su hijo cambiado, lleva una ropa andrajosa y sucia, pero el mismo carácter y los mismos reproches, cuándo aquella señora da por concluida la visita les dice que esperen un momento.
-La próxima vez será ya después de Fiestas, porque yo me voy de vacaciones – les dice muy contenta – Oriol me ha dicho que tienen ustedes un viaje también.
-Si teníamos los billetes, pero no iremos – contesta Bernardo muy serio.
-¿Por qué? Yo les aconsejo que se marchen, de todas maneras hasta después de fiestas no podemos hacer nada, seria mejor que salieran unos días así se despejan un poco.
-No, nos vamos a ir y dejar a mi hijo aquí.
-Bueno, si él quiere puede irse con ustedes de vacaciones, esto depende de él solamente, si van a cambiar sus planes sólo por eso, no lo hagan, no se queden, aquí lo pasaran mucho peor – mientras les dice esto les sonríe por primera vez.
-¡Yo no me voy con ellos! – contesta rápidamente Oriol.
-Bien, no hay problema tú te quedas en el centro – la sicóloga vuelve a sonreír y dirigiéndose a Bernardo, continua hablando –, tienen que irse de vacaciones, es lo mejor que puede hacer, estos papeles me los quedo yo, los llamaré después del día siete de enero y háganme caso, váyanse unos días.
Al salir, Oriol los llama, su madre vuelve la cabeza llena de esperanzas, pero no oye ninguna de las palabras que ella tanto anhela oír, ni ve ningún gesto de los tantas veces ha soñado en los últimos días, sólo oye unas palabras que la llenan de más dolor y tristeza del que ya sentía.
-¿Me dais algo de dinero? – Lo pregunta con una sonrisa en la boca – aquí nada más me dan mil pelillas a la semana y no me llega.
Su padre en un acto instintivo, como ha hecho miles de veces, echa mano de la cartera, saca quinientas pesetas y sin mediar palabra se las entrega:
-Bueno, algo es algo, habrá que conformarse, adiós ¡nos vemos! – y alegremente baja por las escaleras, no espera al ascensor con ellos.
Ana apoya la cabeza en el hombro de su marido y empieza a llorar, le duele el alma, ama demasiado a ese niño que es su hijo, sus sollozos son profundos, ahogados, únicamente deseaba un simple y escueto beso, una caricia, cualquier gesto de amor y se va con las manos vacías, no ha obtenido nada de esta entrevista, tan sólo verlo delante de ella y darse cuenta de que su amor no es correspondido, ¡Cuánto daño le habrá hecho a su hijo para que él la desprecie de esta manera tan cruel!. Bernardo la abraza, cosa que ella necesitaba desesperadamente, lo ha echado de menos con toda su alma, con todo su ser, lo creía perdido a él también, había tanta distancia entre ellos, ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso y acercarse al otro, él también ha llorado mucho en los últimos días, también sufre bajo esa mascara que se pone de hielo, para que no se note su dolor, ¡como está sufriendo! Siguen en el vestíbulo abrazados, bajo aquella luz blanquecina que les da el fluorescente del techo, no hablan, no hay palabras para lo que sienten los dos en ese instante, permanecen abrazados llorando, hasta que la luz se apaga y él, en un acto reflejo vuelve a accionar el interruptor, muy bajito le susurra al oído de su mujer “te quiero” y en ella renacen nuevos sollozos, abraza a su marido con todas las fuerzas que le permiten sus brazos, siguen juntos y seguirán juntos, van a superar todo esto unidos, como lo han estado siempre.
¡Por fin se van de vacaciones! Aunque no como habían soñado, les falta una parte importante de su familia, para ellos cualquier miembro de su familia es algo importante, único e insustituible, antes de partir Ana se ha ocupado de llamar a cada hermano, cuñado, amigo, para que nadie les pregunte por Oriol, relata una y otra vez la misma historia y contesta a las mismas preguntas, no quieren tener que dar explicaciones delante de Beatriz, la niña está más recuperada, aunque sino se le pregunta o se le dice algo de su hermano, ella no lo menciona, ya son menos las noches en que se despierta, come un poco más y lo más importante para todos, vuelve a sonreír, el día anterior a la partida Ana vuelve a hacer acopio de todo su valor y llama a Oriol, tenía que preguntárselo no podía irse con esa espinita, ellos no han anulado el billete de él, le volvió a preguntar si quería ir con ellos, se encontró con la negativa que esperaba, aunque siempre le quedaba un resquicio de esperanza de que hubiese cambiado de opinión, no fue así.
El día que se marchaban, aún volvió a llamarlo al centro antes de salir de casa, no se rendía, existía la posibilidad de que hubiese cambiado de opinión, lo que nunca imaginaba fue la respuesta que encontró:
-Buenos días ¿puedo hablar con Oriol?
-¿Quién es usted? – le preguntan al otro lado de la línea.
-Soy Ana, la madre de Oriol.
-¡Ah!, Verá usted, Oriol no vino anoche a dormir.
-¿Cómo que no fue a dormir? ¿Dónde está? Oiga ustedes son los responsables...... – le está chillando a aquel desconocido que no la deja terminar de hablar.
-Oiga, cálmese, aquí las cosas no son así, él no se presentó a dormir, aparecerá, siempre vuelven, créame llevo muchos años aquí y todos vuelven, pasan una noche de juerga y ya está.
-¿Pero..., no hacen nada por buscarlo? – está medio histérica, ¡cómo puede ese hombre hablar así de tranquilo!
-No señora, él como otros muchos, no se presentan un día y al siguiente vuelve, tenga en cuenta de que este es un centro abierto. Ya lo ha hecho otras veces se queda a pasar la noche con su novia y luego regresa, es normal en estos niños. ¿Quiere que le diga que la llame cuando regrese?
-Verá, yo llamaba porque nos vamos de viaje y simplemente quería saber si él quería venir con nosotros, pero ahora..., no sé..., supongo que nos quedaremos – Ana intenta pensar deprisa, ¿que deberían hacer? ¿Quedarse? ¿Marcharse?
-Si, él lo había comentado y la sicóloga lo dejo aquí anotado, váyanse tranquilos él no quiere ir con ustedes, pero le repito, que no tarda más de dos o tres horas en volver, no se preocupe.
Este niño ha destrozado su vida, ha roto todas sus ilusiones, ha herido su corazón como nadie había hecho anteriormente, está vencida, cansada, se siente impotente, sus esperanzas se pierden día a día, el dolor aumenta y las lágrimas, que no dejan de caerle se perdían en el silencio de la casa, aún todos dormían y tomo una decisión, se iban, ¡vaya si se iban!, Ninguno de los miembros que le quedaban de su familia se merecía más sufrimiento, además era Navidad, muy a su pesar, era Navidad y ya que no había hecho nada por alegrar a los suyos esos días ahora tampoco les causaría más pena, así que se lava la cara con determinación, nadie vería sus lágrimas, se maquilla un poco, esto disimulara sus ojos enrojecidos, sin decir nada lo dispone todo para tomar el barco que los llevaría de vuelta a su ciudad, tan querida para ella, llama a Bernardo aparte y se lo cuenta, a él, se lo tenia que decir es su marido no se lo puede ocultar, pero está de acuerdo con ella se van.
Aún llama de nuevo al centro antes de subir al barco, no ha vuelto todavía, en el barco llama una y otra vez sin obtener ningún resultado positivo, cuando al divisar en el horizonte ve la estatua de Colón y las gaviotas vuelan cansadas del largo viaje, acompañando al barco que los lleva a su destino, nota que su móvil se mueve, está sonando, es su hijo, el número esta reflejado en la pantalla de ese móvil que ella lleva todo el día comprobando, una y otra vez si ha sonado y no lo ha oído, comprobando que funcionase correctamente y funcionar si que funcionaba. Tiene a su hijo al otro lado de la línea y siente como una rabia sorda le sube por sus venas, ¿Qué se ha creído este mocoso? ¿Acaso cree que va a seguir jugando con ellos a su antojo? En ese estado de ira atiende la llamada.
-¿Qué, ya os marcháis? – pregunta como si fuese un amigo con el que se cruza por la calle – porque, era hoy el día que os teníais que marchar ¿no?
-Si, ya estamos llegando a Barcelona, aunque, esto... ¡ya lo sabías!, ¿Dónde estabas? – no puede evitar que su voz suene tan enfadada como se siente y no hace nada por disimularlo.
-¿Cuándo? ¿Anoche? Me quede a dormir con Patricia, algunas noches me quedo allí, bueno que os lo paséis bien, ¡adiós! – sin darle la oportunidad a su madre de responder corta
-Adiós hijo, te quiero mucho – él no lo oye ya ha colgado.
Al final no ha podido evitar que ese amor que realmente siente por él saliera a la luz, siente rabia por seguir queriéndolo, aunque no puede eliminar ese sentimiento de su alma, esta irritada consigo misma por mostrase débil delante de Oriol, él la conoce muy bien y sabe que ella siempre estará a su lado por mucho que la lastime, quiere demostrarle lo dolida que está con él, pero algo en su interior se lo impide, de todas maneras él no ha oído su ultima frase y seguramente si la hubiese oído no seria algo significativo para él.
Pasan unos días un poco más relajados, junto a la familia celebran las Fiestas e intentan olvidar aunque es difícil, pasan ratos buenos visitando su ciudad: cuando pasean con Beatriz por las Ramblas con todo su ir y venir de gente, se paran cada pocos metros para que la niña vea a los músicos u los mimos que presentan su espectáculo en plena calle, contemplan todos los edificios engalanados de fiesta para ellos, cuando la llevan al zoológico y la niña ríe feliz entre los delfines, focas, etc.; la llevan a lo que será para ella la mayor pecera del mundo; el Maremagnun. Recorren con sus hijas todas y cada una de las callejuelas de su querida Barcelona. ¡Cuánto la echaban de menos! ¡Cómo acuden a ellos recuerdos de otros tiempos, de otras épocas más felices! Son recuerdos alegres de mejores tiempos pasados, que no les producen tristeza quizás nostalgia, si, pero no, tristeza, ellos pasaron allí su infancia, su juventud, allí un buen día el destino quiso que se conocieran, allí vivieron su época más romántica, allí se casaron, allí es donde se forjaron todos sus sueños de convivencia y de futuro, allí es de donde nunca hubiesen querido marchar, pero son cosas del pasado, ahora es presente y no es muy halagüeño para ellos, aunque cuando recorren esas calles un mundo de sensaciones extrañas se apoderan de ellos, siempre que vuelven a Barcelona les pasa igual, esta ciudad tiene algo que les atrae, los ilusiona, los alegra que es lo que más necesitan en ese momento. Se sienten transportados a otro mundo, tiene a toda la familia alrededor, los padres y hermanos de Bernardo también viven en la ciudad, la madre y hermana de Ana, sus primos e incluso conservan viejos amigos, a pesar de la distancia que ahora los separa no han sido olvidados, han mantenido el contacto durante los años que llevan en Mallorca.
El día de Navidad hubo regalos para todos, escogidos esta vez con prisas y sin ánimos, hay uno incluso para Oriol, Ana sin comentarlo con nadie se acerca a un cajero automático y allí le recarga el móvil de su hijo, le envía un mensaje deseándole feliz Navidad, se siente satisfecha en el fondo de su corazón, ella espera todavía sentir sus besos, que le haga una tierna caricia, que aún la quiera, para ella es así por mucho daño que le este haciendo en este momento no puede sentir como le gustaría odio o rencor hacía su hijo, sólo ternura, cariño y eso si, una infinita pena.
Año 2002
Es año nuevo, han cenado en casa de la hermana de Ana, esta vive en Montserrat, un paraje maravilloso, es un espectáculo ver en toda su inmensidad aquellas montañas blancas, nevadas, hace mucho frío fuera, ellos no lo sienten, dentro se está bien con el calor que les brinda la chimenea encendida y la familia, son las doce, han comido las uvas y han brindado juntos, toda la familia, toda menos Oriol, cuando se acaban los besos y los buenos deseos para el nuevo año, Ana sale del salón se acerca al teléfono y sin pensarlo dos veces marca el número de móvil de su hijo, no tiene que esperar mucho para que éste lo coja.
-Feliz año nuevo, hijo – su voz deja traslucir todo el amor que siente por él
-Feliz año nuevo, mamá, ¿están todos ahí? – se refiere a la familia, ella lo ha entendido muy bien, no obstante es su hijo.
-Si, estamos todos en Montserrat, en casa de tu tía.
-Bueno diles que se pongan tengo prisa porque me están esperando para irnos de marcha – la comunicación no es muy buena, hay mucho ruido de fondo, debe haber mucha gente con su hijo.
-Ahora los llamo, un beso hijo mío – de esta manera se despiden, Ana por primera vez en mucho tiempo se siente en paz consigo misma, le ha podido hablar con calma, sin temor a su respuesta, con una sonrisa que ilumina su rostro llama al resto de la familia y uno a uno todos hablan con él, cuando acaban de hablar nadie comenta nada y para ellos empieza la fiesta.
Su hermana ha comprado bolsas de cotillón, a Beatriz le entusiasman esos gorritos, los collares y la serpentina, se sube el volumen de la música, se sirven bebidas, Beatriz quiere bailar y todos se unen a la niña, uno la coge en brazos; la hace girar y girar a ella le encanta esa sensación de mareo que le produce, ríe a carcajadas pidiendo más, todos parecen felices, están muy animados, en un momento de la noche su cuñado va al baño y cuando vuelve la sorpresa es general, se ha puesto una peluca de mujer rubia y trae una guitarra en las manos que le entrega a Bernardo.
-Vamos cuñado, vamos a hacer un dúo – no puede parar de reír, Bernardo coge la guitarra se quita la corbata y empiezan a plagiar canciones de los años setenta, todos se divierten mucho con el espectáculo que han improvisado, la pequeña Beatriz mueve sus cortas piernas como puede al ritmo de la música, Emma baila con ella. Están todos exhaustos, pero alegres, han pasado una noche muy divertida, se lo merecían, mañana tienen que volver a la realidad; Regresan a Mallorca.
Han llegado más relajados, descansados, se les nota en las caras, tienen una pequeña disputa con Emma porque ella había decidido abandonar la Universidad, tiene unos pensamientos, que aunque naturales, son negativos para ella, piensa que sino ha podido ayudar a su propio hermano: ¿Cómo va a poder ayudar a otros niños? Si ella, escogió justamente esa carrera para poder ayudar a niños problemáticos y no lo ha conseguido, entre sus padres y profesores la convencen para que vuelva a reemprender sus estudios, esto le servirá de experiencia para darse cuenta de lo cruda que es la realidad, no a todos los niños que se crucen en su camino los podrá ayudar. Su profesor en tono jocoso le dice:
-Emma el año pasado escogiste drogadicción y tu hermano se metió en drogas, este año has escogido menores y él te va a hacer aprender bien la ley del menor, ¡el año que viene escoge deporte jajajaja. ! – de esta manera puso una nota de humor en el animo de ella. Después de mucho dudar y meditar se convenció, volvió a la universidad, acabara esta carrera.
Ana volvió un poco a la rutina diaria, en el colegio había muchos comentarios que llegaron hasta sus oídos, eran muchos los que se permitían criticarlos, no tenían conocimiento exacto de los hechos ocurridos, algunos eran banales, pero igualmente les dolían: decían que eran unos malos padres, por eso “el Consell les había quitado al niño”, “claro ellos le pegaban”, “no entendían como se atrevían a dejarles una niña tan pequeña para que ocurriera lo mismo”. Todos los comentarios eran de este tipo, les dolían, les dolían muchísimo, sobre todo a Ana, llegó un momento que cuando iba a llevar a su pequeña al colegio se hacían grupitos de madres que la miraban por encima del hombro y hablaban de ella, estos y otros comentarios cambiaron su vida, cambió sus costumbres, no quería ver ni oír a ninguna persona ajena a su entorno, llegando incluso a tener pánico si se veía en la obligación de salir de casa sola, únicamente iba a llevar a Beatriz al colegio por las mañanas, eso si, salían de casa muy temprano, para llegar por lo menos quince minutos antes que las otras madres y se quedaba con Sor Ángela, hasta estar segura de no encontrarse con ninguna otra persona en la puerta del Colegio, la monja estaba al tanto de estos comentarios y ya había salido en su defensa varias veces, pero es un pueblo muy pequeño, todo el mundo esta al tanto de lo que hace todo el mundo, no hay lugar para el anonimato, las cosa llegaron tan lejos que Ana no soportaba vivir en esa casa, volvía a estar en su prisión particular, otra vez, cerró todas las ventanas y se encerró en si misma, dentro de su mundo de soledad, en la seguridad que le ofrecía su casa, es el único lugar donde se siente segura y no pueden alcanzarla los comentarios maliciosos de los demás, no podrían herirla más, su única obsesión es: “si no veo, ni hablo con nadie, no me podrán herir nunca más”.
Acudió a una cita que tenia programada con anterioridad con su médico de cabecera, y éste cuando la vio en el estado en que se hallaba; era una sombra de sí misma, delgada, ojerosa, con el pelo opaco, sin arreglar, le recetó unas pastillas que le levantarían el ánimo, se las tomara durante unos cuantos de años. Algo le ayudaron, al menos dejo de llorar por cada uno de los rincones de su casa. Sin embargo el tratamiento que le puso para que durmiera no lo tomo jamás, ella no quería dormir, tiene verdadero pavor a eso precisamente, quería estar bien despierta siempre.
Uno de esos primeros días fríos de febrero, el teléfono resonó en las cuatro paredes del salón donde ella estaba refugiada, no deja de sonar hasta que decide cogerlo, desde hace un tiempo nunca lo atiende, lo deja sonar y luego escucha los mensajes, esta vez insisten una y otra vez, hasta que se decide, se levanta y descuelga el auricular. Piensa que debe ser algo muy importante y urgente cuando llaman de esa manera tan insistente
-Buenos días, la llamo del gabinete psicológico, tienen que venir mañana a las diez de la mañana – es una voz desconocida
-No podrá ser, por las mañanas mi marido trabaja –contesta ella intentando pensar
-Es igual, puede venir usted sola, no importa, sólo queremos hablar un momento con usted.
-¿Le pasa algo a Oriol? – está asustada, desde nochevieja no sabe nada de su hijo.
-No, su hijo esta bien, pero ya hemos regresado de las vacaciones y convendría que charlásemos un poco.
-Bien iré, hasta mañana
Al llegar a aquel despacho nota algo raro, hay algo en el ambiente que denota tensión y malestar, allí esta la sicóloga, su hijo y un hombre desconocido para ella, le indican que se siente y así lo hace, su hijo ni siquiera ha levantado los ojos para mirarla
-Hemos examinado todos los informes, la conducta de Oriol en el centro y hemos llegado a la conclusión de que son aptos para cuidar y educar a su hijo - le dice la sicóloga.
-¿Cómo que somos aptos? ¿Para decirme esto nos han hecho pasar por todo lo que hemos pasado?
-Teníamos que investigar, había una denuncia contra ustedes. Es una cosa muy seria – Bárbara mira al hombre que permanece sentado al lado suyo y vuelve a mirar a Ana – le presento a Xavier el Educador del centro donde ha estado Oriol, él ha sido su tutor este tiempo que ha pasado bajo la tutela del Consell.
-Hemos llegado a la conclusión de que toda la denuncia se ha basado en calumnias hechas por su hijo y por tanto este tiene que regresar con ustedes, a su hogar, consideramos que han hecho un buen trabajo con la manera de educar a sus hijos, aunque siempre hay alguno más rebelde. – Xavier lo dice con un deje de pena en la voz.
-¡Yo no me quiero ir! – grita Oriol.
-Tú harás lo que se ha decidido y tienes que regresar a tu casa, el centro no es sitio para ti, tienes una familia que te quiere y un hogar digno, cosa que muchos otros no tienen. – la sicóloga parece enfadada con Oriol.
-¿Qué quiere usted que hagamos nosotros con él? – Ana se da cuenta de que no se ha explicado bien – si él no quiere estar con nosotros se volverá a ir.
-Puede que lo haga, pero en nuestro informe a la Fiscalia y a la policía dicen bien claro como nos ha engañado a todos y no hay lugar para otra denuncia o para admitirlo en ningún centro –, mira a Oriol y Ana como asegurándose de que la han entendido bien, se vuelve a dirigir a Ana - mañana a las cinco tienen que pasar por el centro a buscarlo
-¿Mañana? ¿No se viene hoy conmigo? – está extrañada.
-No, hoy no se va, tiene la salida del centro con fecha de mañana, lo tendrán que ir a recoger al centro y firmar la salida del mismo.
- -¿Qué pasa con la denuncia? – de pronto lo recuerda, por lo que ella sabe sigue puesta.
- -Nada, no tiene que hacer nada este caso no va a llegar al juzgado, la denuncia queda desestimada, ¡Oriol ya puedes volver al centro!
Éste, que no ha dicho nada, se levanta y pasa al lado de su madre como una exhalación, sin mirarla ni decirle nada, Ana no puede evitarlo y se le caen unos gruesos lagrimones, la sicóloga, esa mujer a la que ella ha llegado a odiar se sienta a su lado y pasándole una mano por el hombro le dice.
-Tranquila, no llore, verá como ahora las cosas cambian; su actitud hacia ustedes, su comportamiento, aunque es un gran mentiroso, pero cambiará.
Vuelve a bajar en el ascensor, esta vez con el corazón en un puño, son muchas las preguntas que se agolpan en su mente, cree que con el regreso de Oriol los problemas aumentaran, ya no es el mismo niño que poco tiempo atrás los denunció, es una persona mucho más desconfiada y cruel. Al llegar a la calle, divisa a su hijo entre un puñado de personas en un semáforo, corre hacia allí y cuando llega a la altura de su hijo, lo llama, él no se da la vuelta a pesar de haberla oído, Ana se acerca un poco más y sin que nadie más pueda oírla le dice:
-Espera un minuto por favor, vamos a hablar. -No tengo nada que hablar contigo – esta furioso, se le nota en como se le mueven las fosas nasales –, yo no quiero volver a casa, es injusto que me echen del centro.
-No sé si es injusto o no – le dice su madre muy suavemente, aunque en su interior quiere gritarle que lo único injusto es todo lo que él ha hecho – pero así lo han decidido y tendrás que acatarlo, ¿podemos ir a tomar un café? – no quiere seguir hablando con él en medio de la calle.
Se acercan a un bar cercano que su hijo conoce, allí por lo menos podrán hablar algo más tranquilos.
-La única razón para echarme del centro es que han venido unos emigrantes y no hay sitio para todos – lo cuenta con muchísima amargura en la voz, Ana lo escucha sin decir nada, quiere que siga hablando, que se desahogue, aunque le parte el corazón ver que su hijo no los quiere, se da cuenta de que ellos no son nada en su vida – y claro ¿a quien van a echar? Pues al pringado de Oriol, ¿puedo pedir un bocadillo? Es que tengo hambre.
-Pide lo que quieras, tendrás que aceptar al igual que nosotros la decisión que han tomado, tendrás que replantearte lo que vas a hacer con tu vida, no podemos seguir como hasta ahora, seguimos siendo tus padres y al igual que nosotros, aunque a ti no te lo parezca, hemos intentado hacer lo mejor para ti, tú nos debes un respeto, ya que no sientes otra cosa por nosotros, al menos respeto
-Claro que os quiero – mira hacia la barra – ya me traen el bocata, si yo os denuncie fue porque era la única manera para poder entrar en el centro.
-¿Pero, por qué querías entrar en ese lugar? – Esta asombrada con lo que acaba de oír - ¿Sabes el daño que nos has hecho? ¿Sabes que podían habernos quitado a la niña?
-Yo sabia que no os la quitarían – la mira con una cara divertida, con una medía sonrisa prosigue –, era la única manera de seguir viendo a Patricia, la hermana de la mujer con la que ella vive es abogado y me dijo que lo hiciera de esta forma, que a la niña no le iba a pasar nada y el policía que me llevo también me dijo que para ingresar allí tenia que denunciaros.
No sabe si creerlo o no, ya demasiadas veces la ha engañado, reconoce que su hijo es un gran embustero y que lo hace con maestría.
-A casa, por supuesto, ella no va a volver – sentencia Ana – si yo me la cruzo en mi camino, soy capaz de cualquier cosa – cuantas veces ha pensado en ir a buscar a Patricia y matarla, aquella dirección que oyó en el cuartel de la guardia Civil se le quedó grabada en su mente y no la ha olvidado – se lo puedes decir que más vale que no me la encuentre nunca, hablemos de otra cosa, tendrás que regresar al colegio.
-No voy a volver me pondré a trabajar, pero al cole no vuelvo, ya me tengo que ir, mañana nos vemos, adiós.
En el tren que la lleva de vuelta a casa, se hace mil preguntas, ¿Qué van a hacer ahora? ¿Cómo van a vivir todos juntos? ¿Alguna vez volverá a ser todo como antes? ¿Podrá confiar alguna vez en su hijo? ¿Cómo aceptara Beatriz otra vez a su hermano? ¿Y Emma? ¿Qué va a ser de todos ellos? Temblando, pero con determinación, vuelve a subir a la habitación de Oriol, la limpia, le pone sabanas nuevas, recoge todo lo que él dejo tirado cuando se fue, sólo ha entrado una vez desde que él no está y estuvo un minuto para recoger la ropa que él le había pedido, cuando acaba coge el muñeco con el que él dormía en su infancia y se sienta en la cama, lo abraza y sólo murmura ¡hijo mío, hijo mío!
Todos la escucharon con atención, cuando ella les relata la reunión que ha tenido en Palma, no tuvieron opción ninguna, nadie les preguntó si lo querían de vuelta, así como nadie les preguntó nada para llevárselo, otra vez la ley del menor, ¡Cuánto ha odiado Ana esa ley a lo largo de los años!, Habían destrozado sus vidas en aras de esta ley y ahora les decían que eran APTOS, ella piensa; y el tiempo le dio la razón que si hasta ahora todo había sido muy difícil para ellos lo peor aún estaba por llegar, se llevaron a su hijo y les devolvían a un desconocido, porque ella ya no conocía a este muchacho, este no era su hijo de siempre cariñoso, alegre, un poco pícaro, éste que le devolverían mañana era un completo desconocido.
Él volvió y con él toda una serie de miedos, si miedos, porque ella estaba temerosa de él, temía que se fuera, que no volviera, que se escapara por la noche, que les hiciera daño, que les robara, que se drogara en casa, estaba temerosa de todo, él volvió aunque como ella sospechaba no era el mismo; no les hablaba, no quería comer con ellos, no quiso volver al colegio y no lo hizo, se levantaba a mediodía, comía y se iba a la calle, volvía, cenaba y se iba a la calle, volvía y se acostaba en el sofá con la televisión encendida, cuando su madre lo mandaba a la cama contestaba mal y dando un portazo subía a su habitación, ellos se encontraban impotente, no sabían que hacer, lo mandaban a buscar trabajo, ya que no quería estudiar al menos que trabajara y él se paseaba, luego contaba que no había ningún trabajo para él, Ana volvió a sus noches de fantasma, a pasear por la casa para no quedarse dormida, hasta que él se iba por la mañana y ella dormía un rato, a tener las puertas cerradas con llave, a mirar como amanecía después de una noche de vigilia, a llorar su desgracia y tristeza.
Una noche mientras cenaban los cuatro en la mesa, Beatriz ya dormía, se generó una discusión que Ana no ha olvidado nunca, la lleva grabada a fuego en su corazón, cenaban espaguetis, hasta entonces la comida preferida de su hijo, Bernardo le preguntaba que pensaba hacer con su vida, así no podía seguir, no podía dormir medio día y luego vagabundear con sus amigos sin más vista de futuro. Ella levanta la vista del plato cuando lo oyó responder así a su padre:
-Es que yo, no quiero vivir con vosotros.
-¿Por qué? No somos tan malos, además no puedes ir a otro sitio – Bernardo estaba cansado de discutir, le habla de una manera suave, relajada.
-Porque sois unos pringaos y unos... – Ana no lo deja seguir.
- -Pues tú eres de esta familia – le dice con una carga de desprecio que hasta a ella la sorprende.
-........Y sois unos mierdas – acaba la frase que había empezado- ¿Qué habéis conseguido en esta vida? ¿Una mierda de casa? – Sonríe cínicamente – y para tenerla os habéis matado de trabajar, sólo tenéis una mierda de casa y una mierda de tienda.
Ella no pudo más cogió el vaso de agua que tenia delante e intento echársela a la cara, con tan mala fortuna, que el vaso se le escapa de la mano y pasa rozando la cabeza de Oriol y se estrello contra la pared rompiéndose en mil pedazos, ella histérica se levanta de la silla y vuelca el plato de espaguetis, se va hasta su hijo y le grita con todas las fuerzas de sus pulmones
-¡Yo a ti te mato! ¡Te mato! ¡No vas a destrozar más nuestras vidas! – Ana se da cuenta de que está gritando desaforadamente, no le importa, no va a consentir que Oriol los insulte de esta manera tan despiadada – seremos unos pringaos y unos mierdas como dices, pero tú has vivido muy bien a costa de nuestro trabajo, jamás has carecido de nada, y aunque tú no sepas apreciarlo todo lo que tenemos lo hemos conseguido honradamente.
-Yo no elegí estar en esta casa, ni con vosotros, además es verdad ¿Qué mierda habéis conseguido en esta vida? Nunca seréis nada más que unos currantes – le esta chillando a su madre y ella intenta darle una bofetada mientras le sigue gritando – ¿Qué me habéis dado una mierda de moto? Ni siquiera me gusta. La única persona que me quiere y me lo da todo es Patricia.
-¡Pues vete con tu querida Patricia! ¡Esa puta que tienes!
-¡Basta! ¡Basta ya! – Emma también grita.
Su hermano esta enfrentado con su madre e intenta pegarle, Bernardo se pone en medio de los dos, intenta separarlos, su mujer esta histérica, sus dos hijos también, le grita a Oriol para que no toque a su madre, le grita a Ana para que se calme, la escena es dantesca, Emma llorando con el teléfono en la mano le grita a su vez a todos:
-¡Llamo a la policía! ¡Llamo! ¿Eh? – Emma tiene el teléfono en la mano, todos gritan a la vez, no se entiende nada de lo que dicen, cuando Ana ve a su hija hablando entre sollozos por teléfono, se lo quita de la mano, explica como puede la discusión al policía y este le dice que eso es una pelea familiar y ellos nada pueden hacer, que intenten arreglarlo de la mejor manera posible, la mejor solución seria emanciparlo, o que se case y así se emancipa de golpe, todo esto se lo dice la persona que atiende el teléfono, ella supone que es un policía, con mucha ironía en la voz, cuelga el auricular y se da la vuelta, mira a su hijo, aún está algo histérica y le dice:
-Venga, llama a tu amiga, que ahora mismo te llevamos a Palma y te quedas con ella
-No, no la voy a llamar.
-¡Llámala! – le ordena.
-Emma llama a Ursula, pregúntale si puede venir, que se quede contigo y Beatriz, mientras llevamos a este con su amiga
-¡No llamo! – sigue gritando Oriol, su madre coge el móvil y la llama ella, mientras Bernardo que no sale de su asombro intenta recoger los pedazos de plato, espaguetis y cristal. No acaba de asimilar la escena que ha vivido.
-Patricia soy Ana, ahora mismo te llevo a mi hijo y ya que tanto lo quieres te quedas con él – se lo ha dicho con la voz alterada por los nervios y el llanto.
-¿Cómo que lo traes? Yo no lo quiero aquí, en mi casa.
-Él sólo quiere estar contigo, ¿no lo querías tanto? Entre los dos habéis destrozado mi familia y mi vida, Oriol no quiere vivir con nosotros, así que te lo llevo a ti que tanto lo amas...
-¡No lo traigas! Y deja de chillarme, dale el teléfono que yo hablare con él.
Le da el teléfono a su hijo mientras oye que Emma ha ido a abrir la puerta, Ursula y su marido Bartolomé han llegado, ya su hija les esta explicando todo lo que ha sucedido, Oriol ya ha acabado de hablar con patricia, llora en silencio, al verlos entrar dice a grito limpio:
-¡Es que yo no puedo vivir con esta mujer! – refiriéndose a su madre –. ¡Es una histérica! ¡Me ha tirado un vaso a la cabeza, sino me aparto me da! Los dos no podemos vivir juntos.
-¿Qué quieres? ¿Qué me vaya yo de casa? ¿Es eso lo que quieres? Si así se van a solucionar las cosas, me voy ahora mismo – Ana llora mientras dice esto, está un poco más tranquila, aunque le ha dolido profundamente lo que acaba de oír de los labios de su hijo – si es culpa mía que estés así, que no puedes vivir aquí y todo lo que has hecho hasta ahora, y yéndome yo vas a ser feliz, no sufras más, me voy, os dejo aquí y me voy.
-Mamá..., mamá... ¡cómo te vas a ir!, No, no, tu no – Emma corre a abrazar a su madre, llora, está descompuesta, le suplica con una profunda pena – mamá no, por favor, es este niño de mierda el que se tiene que ir.
-No llores hija – ella también está llorando, aunque no lo nota, sus lágrimas mojan el pelo de su hija – puede que Oriol tenga razón y estéis mejor sin mí.
Mientras, Ursula habla con Bernardo, el marido de ésta habla con Oriol y ellas siguen allí abrazadas de pie en medio de restos de la cena. Las cosas se calman un poco, siguen hablando e intentan hablar con normalidad, Oriol sube a su cuarto, a él ya no le interesa el tema. Bartolomé esta pasmado, no cree lo que le cuentan, él había seguido todo este problema a través de su mujer, pero no los había visto desde hacia muchos días, él si que desprecia a Oriol por todo el daño que ha causado en esta familia.
Pasan los días, Ana es una sombra de lo que era hace tan sólo seis meses, ha adelgazado mucho, sus ojeras forman ya parte de ella, al igual que las de Emma, Bernardo tiene un carácter mucho más agrio, la única que esta bien es Beatriz, aunque sigue con su tratamiento, el psicólogo no le dio ninguna importancia alguna a la vuelta de Oriol, les comentó que la niña lo asumiría como algo natural así como encontraría lógico que otro día se marchara. Le dan vueltas a la posibilidad de cambiar de lugar de residencia, no quieren seguir aquí donde son cuestionados con cada paso que dan, esa casa que ella tanto ha mimado, con la que siempre había soñado y que ha sido su peor pesadilla, su cárcel, su prisión, donde ha llorado lágrimas tan amargas, aunque será difícil venderla, han gastado todo su dinero en ella, se ha convertido en una hermosa casa aunque excesivamente cara para la mayoría de la gente. Van madurando la idea de emancipar a su hijo, se informan de los pasos a seguir y deciden seguirlos, para poder hacerlo, Oriol tiene que tener un trabajo y una casa donde vivir.
Consigue el trabajo, el mismo día que les llegan unas citaciones de la Fiscalia de menores, una para su hijo y otra para su marido, como no entienden la jerga oficial en la que está escrita, creen que será por el tiempo que estuvo en el centro de menores, esta vez no se pusieron nerviosos, la tienda ya estaba abierta, ella no podía ir, total para un asunto como ese no valía la pena perder un día de trabajo, pero las sorpresas no se han acabado, no, no era nada relacionado con el centro, es una denuncia que tiene su hijo por el robo de una moto, sólo le toman declaración, alguien la tendrá que pagar el “es menor”. La única esperanza que tienen para no pagar es que en el momento de cometer este delito Oriol estaba en el centro, por tanto, la custodia la tenía el Consell.
Al fin tiene un piso compartido con otros iguales a él, tiene trabajo, se traslada de casa, ha conseguido su sueño, su ilusión, aunque éste sueño es sólo suyo y esta ilusión también, vivirá fuera de la tutela de sus padres, manejara su vida libremente, sin horarios ni normas establecidas, realiza el traslado con todo lo que él consideraba suyo, menos la moto, su padre no le permite llevársela, después de todo lo que ha pasado no encuentra justo que la tenga, él que tanto ha despreciado el esfuerzo que hicieron para comprársela, Bernardo no sabe que hará con ella, así que la moto se queda en casa.
Todo es tan raro, tan irreal, Ana ha vuelto a su cama de nuevo, aunque le cuesta dormir, son demasiadas noches pasadas en vela, ver esa habitación otra vez vacía, esta vez si que ha entrado, en cuanto él se traslada, la limpió, cambio los muebles de sitio, quitó todos los posters y banderas de las paredes, aunque fue incapaz de tirarlos, aún están guardados en un cajón, son parte de su hijo. Lo más sorprendente es lo mucho que le cuesta al levantarse por la mañana y al salir de su habitación no echar la llave, dejar las puertas abiertas, eso que para cualquier persona es lo más normal, para ella es difícil, raro, tiene que hacer un esfuerzo para no hacerlo, un día lo comentó con Emma y a esta también le costaba trabajo no cerrar su puerta con llave o verlo todo abierto, no esconder el bolso cada vez que entra en casa o las poquitas joyas que posee.
Pasan un verano tranquilo, con mucho trabajo como siempre, a la pequeña Beatriz la cuida una persona que han contratado, este año la madre de Ana no ha venido, a Oriol lo ven casi cada día, trabaja enfrente de la tienda de su madre, en un restaurante, eso sí, sólo cuatro horas, él no se va a cansar
Ella lo ve desde su tienda, los primeros días casi no se hablan, pero a medida que pasa el tiempo el corazón de Ana se ablanda, vuelve a sentir ese amor que creía perdido, cuando ve a su hijo se pone contenta, lo saluda, habla con él y cada día le parece más lejano todo lo que han sufrido. Cierto día se fija en la camisa del uniforme que lleva puesto Oriol, está llena de manchas, se abre aún más su corazón y decide lavárselas, él le trae cada día la camisa sucia y ella le trae la limpia que se llevo el día anterior para lavar, a ella le da mucha pena, él es de constitución delgada, pero ella cada día lo ve más flaco, por ese motivo le trae fiambreras con comidas cocinadas en casa, se asegura de que coma bien. Oriol le pide muchos días dinero, al principio poca cantidad, un día cinco euros otro diez, hemos entrado en la época de los euros, hasta que un día le pide los trescientos para pagar el alquiler del piso, hasta ahora le ha ocultado a su marido las cantidades de dinero que le daba, ésta cantidad ya es considerable y no podrá ocultárselo, habla con Bernardo y lo convence para darle el dinero que necesita, así lo hacen, se ha vuelto a salir con la suya, ha conseguido todo lo que quiere de sus padres.
Mientras Emma trabaja con su madre en la tienda, ya dejo la hamburguesería, ha aprobado todo el curso, está más que feliz, han vuelto a sonreír de nuevo, parece que se ha acabado por fin esa mala racha que les ha tocado vivir, su vida es ahora mucho más tranquila, en su espíritu reina ya la paz, es capaz de hablar con su hermano, aunque no exista esa complicidad que tuvieran antaño. Ella hace sus horas en la tienda, esta asegurada como una empleada más, en su tiempo libre, unos días va a la playa, otros sale con algunas amigas, todo se ha normalizado poco a poco, se ha vuelto a acostumbrar a ver en su casa las ventanas y puertas abiertas, los candados y las llaves han sido guardados en su mayoría, aunque las ventanas de abajo siguen clavadas, nunca se volverán a abrir. Vuelven a acudir a las cenas que Ana, organiza a altas horas de la noche, al cerrar la tienda, algunos de los amigos que tenían porque otros han huido de su lado, ha sufrido con cada una de estas perdidas, eran personas en las que ella confiaba, por las que hubiese hecho cualquier cosa y la han abandonado cuando ella más los necesitó. Hay algunos amigos que son nuevos, aunque su circulo social se ha estrechado considerablemente, incluso viene una parejita joven, con la que han hecho mucha amistad.
Alejandro, así se llama el chico, es poco mayor que Oriol y Monika es un poco más joven, a él, lo conoció Bernardo este invierno, en el hotel donde trabajaba, a los pocos días de la ausencia de su hijo empezaron a trabajar juntos. Ha sido un delincuente juvenil, pero sin saber como; puesto que Bernardo lo trató muy mal los primeros días que trabajaron juntos, sin embargo el chico parece que le ha cogido cariño, al igual que su novia y vienen mucho a la tienda, poco a poco Ana los va aceptando en su circulo de amistades, habla mucho con ellos de mil temas diferentes y a pesar de su pasado este chico jamás aprueba la conducta de Oriol, al que todavía no conoce, siente cariño por ellos, porque le toco vivir los peores momentos de Bernardo; su actitud en el trabajo también cambió este invierno, lo vio sufrir, vio como su rostro envejecía en pocos meses y su pelo se volvía gris, como día a día se volvía escéptico en su forma de hablar y de pensar.
Por su parte Bernardo, quizás ve reflejado en él al hijo que se ha ido y que no ha vuelto a recuperar, lo aconseja lo mejor que puede: para que trabaje, para que enderece su futuro, para que sea una persona responsable y adulta, lo aprecia mucho aunque le cueste reconocerlo.
Ana un buen día los invita a cenar y de ahí, nació un lazo de unión muy fuerte entre ellos, para ella se convirtió en su más apreciado aliado, él conoce a mucha gente joven, muchos de estos muchachos se relacionan con su hijo y de esta manera Alejandro es muchas veces el único medio que tiene Ana a su alcance para tener noticias de Oriol, se convierte en el enlace madre e hijo, cuando lleva días sin saber nada de su hijo, lo llama y siempre encuentra en él una respuesta, si no lo ha visto indaga entre la gente hasta conseguir alguna noticia que darle, “esta bien”, “lo vieron ayer aquí o allá”, de esta manera ella se queda más tranquila.
Mira a Monika con respeto, es una buena chica, jamás se ha metido en ningún lío, jamás tiene una palabra de reproche hacia sus padres, a los que quiere muchísimo, se le nota cuando hablan de ellos, tiene un concepto pésimo de las cosas que ha hecho su novio, siempre habían sido pequeños robos, pero ella no puede ver como él que eso como algo normal adolescencia, la mira y piensa. ¿No podría encontrar mi hijo una chica así? ¡Que suerte ha tenido Alejandro!
Hay una anécdota que siempre consigue sacarle una sonrisa a Ana, la recuerda muy bien: La primera vez que vinieron a cenar, había también otra pareja, después de cenar, acabarían sobre la una y medía, más o menos, se pusieron a jugar una partida de parchis, en un tablero de seis personas se hace interminable, a las cinco de la madrugada seguían jugando cuando le sonó el móvil a Monika, toda la mesa permaneció en silencio, ella hablaba con su padre y le explicaba que se le había hecho tarde porque estaban jugando al parchis, todos los presentes al oír esto explotaron en una carcajada, cuando Monika guardó el teléfono, Ana le preguntó con una sonrisa en la cara:
-¿Tenías qué estar a una hora fija en casa?
-Si, a las dos – contesta tranquilamente Monika.
-¿y por qué no lo has dicho antes? – Su rostro ha adquirido seriedad – Te hubiésemos llevado a casa, tú padre estará preocupado – recuerda que ella le ha dicho a su padre lo del parchis y sin poderse contener se ríe mientras continua – ¿Cómo van a creerse en tu casa que a las cinco de la mañana estas jugando al parchís? Yo no te creería, la verdad – se vuelve a poner seria – si otro día vienes y tienes que estar a una hora fija en casa, por favor, dilo y no pasara como hoy, no llegaras tarde.
-¿Por qué no me van a creer si es verdad? – su inocencia no tiene limites.
-Porque estas en casa de unos desconocidos, a las cinco de la mañana, con tu novio y encima tenemos hijos de tu edad, es para no creerlo – sigue riéndose, quiere permanecer seria pero no puede – mañana me dices si te creyeron o no, te aseguro que no lo harán.
Siempre que lo reviven se ríen muchísimo, no la creyeron, hasta que un año más tarde Bernardo y Ana conocen a los padres de Monika. Vuelven a hablar de esa noche y ellos le confirman que los hechos sucedieron tal y como Monika se los relató en su día.
Emma también se lleva bien con ellos, le parece raro que prefieran estar con sus padres antes que con gente de su edad, las veces que salen es para venir a cenar y jugar al parchís, desde que se conocen pasan largas veladas de esta manera, por increíble que parezca, sólo hacen eso, juegan, pero si lo piensa bien, ella también prefiere muchas veces quedarse en casa a salir, la mayoría de juventud que sale por las noches de marcha sólo tienen dos motivos; Para consumir drogas y alcohol o practicar sexo con la primera persona que se les ponga por delante.
Oriol cambia dos veces de trabajo, siempre es culpa de los jefes que son muy malos, siempre se excusa diciendo que lo despiden injustamente, al no trabajar cerca lo ven poco, hasta que una noche a finales de septiembre llega llorando a la tienda de su madre, a ella al verlo en aquel estado se le parte el corazón, da la vuelta rápidamente al mostrador y le pregunta abrazándolo:
-¿Qué te pasa Oriol? – mientras lo separa un poco de su pecho y le ve toda la cara arañada.
-Me acusan de haber robado una televisión y un video – llora desconsolado – y yo no he sido, pero me han echado del piso – y dicho esto vuelve a abrazar a su madre.
-¿Con qué te has hecho estos arañazo? ¿Te has pegado con alguien? – lo que él le ha dicho del robo no merece respuesta alguna para ella.
-Si, nos hemos pegado y me han echado, tengo que ir a buscar mis cosas o las tiran a la basura – sigue llorando – ¡yo no he sido!
-Bien, cálmate lávate la cara, te curaré esos arañazos – mira a Emma que esta quieta, expectante mirando a su madre y hermano –. Llama a papá, dile que venga.
Va al baño y allí con todo el amor que creía perdido por este niño le cura las heridas y sin saber como planteárselo le dice:
-Te vienes a casa ¿no?
-No, sólo quiero que me guardéis mis cosas unos días – ya no llora, su voz vuelve a ser tan dura y fría como en los últimos tiempos.
-¿Dónde vas a ir? – ya vuelve ese desasosiego a su pecho.
-Ya me las apañare, dormiré en casa de algún amigo –la mira sin ninguna emoción – ¿me vais a recoger las cosas y me las guardáis? ¿O no?
-Si iremos. – No ha acabado de decirlo, cuando él ya se ha marchado.
En los siguientes días Oriol venia a la tienda, comía y se dormía en un colchón que tienen en el almacén, ¿Dónde vive? Según él con otros amigos, Ana no le cree y cada día le hace la misma pregunta “¿quieres volver a casa?” Y oye la misma repuesta: “no”. Le hace esta pregunta con miedo; por un lado quiere que vuelva, que cambie, que los quiera, necesita sentir que en él aún queda algún sentimiento para ella, pero no lo consigue, aunque hace todo lo posible porque él si que sienta cuanto lo quiere, y por otro lado sabe que si vuelve, con él se trae todos los problemas del pasado, en parte tiene pánico a volver de nuevo a revivir los miedos a las drogas, a los robos, al mal humor, a las noches en vela, y esto volverá a hacer difícil la convivencia, pero es su hijo por encima de todo y ella no va a permitir que este en la calle tirado.
Una noche, al cerrar la tienda, Oriol los estaba esperando junto al coche, volvía a casa, hasta ahora había estado durmiendo en una hamaca en la playa; no era cierto que viviese con ningún amigo, ya hacia frío y por eso había decidido volver. Fue una sorpresa, aunque casi lo esperaban hasta ahora no era real. Volvió sucio, desaliñado sin ropa que ponerse, de las cosas que ellos habían ido a recoger muy pocas eran de alguna utilidad, casi todo eran chismes viejos que había acumulado, ropa había muy poca que pudiera seguir usando, la que tiene esta rota y muy vieja, casi inservible, Ana le da ropa interior de su marido y un chándal de Emma para que se duche ya que está muy sucio, debe hacer ya muchos días que no se asea, todos los que ha dormido en la playa.
Oriol volvió y con él todos los problemas anteriores como temían; no tiene trabajo esto significa que tampoco tiene dinero alguno, sigue fumando tabaco además de otras cosas eso significa que tiene que comprarlo y sin trabajo de algún sitio tiene que sacar el dinero, no tiene ninguna intención de buscar trabajo según él lo que encuentra son trabajos muy malos en los que pagan poco y no va a trabajar por poco dinero, él no, hasta para eso es orgulloso, ni siquiera trabajaría por el sueldo que le pagan a la dependienta, eso es una miseria para él.
Ana hace todo lo que está en su mano por evitar discusiones y así vuelven otra vez a ella las noches de insomnio, las llaves en las puertas, el temor a su corazón, vuelve todo lo que creía ya terminado, pero que no ha terminado, aún no. Le encuentra un trabajo a su hijo, en el periódico hay un anuncio en el que piden un repartidor de pizzas y casi lo obliga a aceptarlo, no puede permitir que se pase el día tumbado en el sofá mirando la televisión y las noches fuera de casa; porque desde que ha vuelto no tiene hora para entrar o salir, igual sólo sale un rato que vuelve de madrugada o ni siquiera vuelve hasta el día siguiente, aunque ya han tenido varias discusiones por este motivo, lo único que ha conseguido es que llamara sino va a volver en toda la noche. Como aún no ha cobrado ningún sueldo, ella le da dinero para el autobús, para tabaco, para comer, para todo, siempre con la promesa de que cuando cobre le será devuelto. Cosa que no sucederá; porque a los quince días de empezar a trabajar se rompió una mano y no volverá más a la empresa, ninguno de la familia creyó nunca que realmente hubiera ido a trabajar ni un sólo día, había algunos detalles que no eran normales, si lo acercaba por la mañana Emma al pueblo donde se suponía que trabajaba, lo tenia que dejar en una esquina, no quería que lo llevase hasta la puerta, si le preguntaban algo del trabajo contestaba con monosílabos, nunca explicaba ninguna anécdota que le hubiese ocurrido, según él aún no le habían hecho el contrato, cuando ellos sabían por experiencia que para tener un trabajador hay que hacerlo un día antes de que ocupe el puesto de trabajo, eso exige la ley. Eran detalles sin importancia pero los hacia dudar, nunca consiguieron saber la verdad.
Su carácter no es el de antes, se ha suavizado notablemente, ya habla con ellos, después de cenar siempre se han quedado haciendo un rato de sobremesa y cada uno comenta las cosas que le han pasado o sencillamente hablan de mil temas diferentes, es una costumbre adquirida a lo largo de los años, y él vuelve a participar de esos debates improvisados. Las noches que él pasa fuera; Ana se puede acostar, las que pasa en casa, ella las pasa velando por los suyos, escribiendo, se ha acostumbrado a escribir y plasma en un papel todo aquello que se le ocurre, normalmente relatos cortos, lleva un diario con todas las cosas que le han ocurrido, escribe cartas a personas imaginarias, esto la ayuda enormemente a pasar las noches de vigilia, sino tiene ganas de escribir, lee, sigue bordando cuadros, hace cualquier cosa por no dormirse, aunque no siempre lo consigue, ella sigue trabajando y hay muchos días que el cansancio puede con ella. Están recogiendo la tienda que abrieron el año pasado, la traspasan, vuelven a quedarse sólo con una, es demasiado trabajo llevar las dos a la vez.
Un veinticinco de Noviembre, será una fecha en el calendario que marcara la vida de Ana, hoy hace un año justo que su hijo los denunció por malos tratos, no puede con el cansancio que siente, está sentada con su hijo esperando que él se acueste, los demás ya duermen todos, claro que, Oriol no tiene sueño como ahora tiene la mano escayolada se pasa el día durmiendo, a ella se le cierran los ojos ya no puede más:
-¿Vas a salir? – le pregunta a Oriol, quiere acostarse.
-No, voy a acabar de ver la película y me acuesto estoy cansado – se lo dice sin dejar de mirar la tele.
-Pues yo me acuesto – aún está indecisa, pero es mucho el cansancio que siente – no dejes la estufa encendida, buenas noches.
Y sube las escaleras pensando si hará bien en acostarse, quizás se podría quedar un ratito más, pero esta demasiado cansada, en cuanto cae en la cama se duerme profundamente, sólo ha leído un par de paginas del libro que tiene entre manos, entre sueños le parece oír un ruido que no es normal, se queda un momento muy quieta en la cama con todos los sentidos alerta, ya no se oye nada en absoluto, Bernardo también lo ha oído, miran el reloj, son las cinco de la madrugada, vuelven a oírlo, es el teléfono, los dos bajan corriendo, Ana con mucha angustia va pensando que a su madre le ha pasado algo, seguro, es por lo único que alguien llamaría a estas horas, cuando llegan ya ha dejado de sonar, esperan un poco pero sigue silencioso, deciden volver a la cama y cuando van a medio camino vuelve a sonar, Ana lo coge primero:
-¿Es usted Ana Pérez? –le preguntan al otro lado de la línea y ella apretándole la mano a Bernardo que ha llegado a su lado consigue decir.
-Si soy yo – le tiembla la voz.
-La llamamos del 112, servicio de emergencias, no cuelgue, por favor.
A Ana ya le brotan lágrimas, son lágrimas angustiadas, temerosas, que le oprimen el corazón, está esperando una mala noticia, es su madre seguro, algo le ha pasado, por eso preguntan por ella, pero la voz que oye la coge por sorpresa.
-Mamá, soy yo Oriol....... –no deja que siga hablando su hijo, sus voces se entrecruzan.
-¿Pero tú... no estas en la cama? – cuando acaba de decirlo se da cuenta de la tontería que ha dicho, si esta al otro lado del teléfono es que no está en casa.
-Mamá, es que yo............ es que he tenido un accidente – consigue decir.
-¿Qué te ha pasado? ¿Estas bien? – su angustia es cada vez mayor.
-No es eso........... Es que........... Ha sido con el coche de Emma.
-¿Qué has dicho? – no puede haber oído bien, seguramente con los nervios no ha entendido lo que ha dicho Oriol.
-¡Que tonto... que tonto he sido! – Lo repite varias veces – estoy bien pero el coche de Emma...
-¡No eres tonto, eres un hijo de puta! – Ahora las lágrimas se le han secado – ¿Dónde estás? – ¡Cuánta rabia siente!
Él le da la dirección y ella cuelga, se lo explica todo a su marido llena de cólera, no tiene espacio para la pena ni siquiera para la preocupación, se da cuenta de que no le ha preguntado que heridas tiene o si se ha hecho daño él, pero siente que en realidad, el daño que se haya podido hacer su hijo no le importa, al menos en ese momento.
Bernardo se ha ido a buscarlo ella se queda otra vez en esa casa silenciosa, en la que sus hijas ajenas a todo duermen tranquilas, se viste y prepara café no piensa en nada en concreto, no puede pensar, solamente hay una cosa que le da vueltas en su cabeza: “si yo no me hubiera acostado” esta frase la martirizara mucho tiempo en su interior, sabe que sino se hubiera acostado, esto no habría sucedido, la culpa es suya; por tener sueño, por estar cansada, por irse a dormir. No tendría que haberse ido a la cama, había pensado quedarse un poco más y ha cometido un error, si se hubiera quedado levantada, Oriol al final se habría cansado de estar sentado en el sofá y se habría marchado a dormir. Es culpa suya y de nadie más. Este pensamiento lo tiene ahora y lo tendrá durante años, ella y sólo ella es la responsable de lo que ha ocurrido.
Bernardo ya ha regresado y le explica que: Oriol conducía, no tiene permiso de conducir aún, tiene diecisiete años y la mano escayolada, cuando ha llegado estaba allí la ambulancia pero que su hijo no tiene un sólo rasguño, el que lo acompañaba tiene una brecha en la cabeza, no, no iba sólo lo acompañaba un colega; el coche ha quedado para el desguace, no se podrá aprovechar nada de él, Oriol le ha explicado que no tenia sueño y cogió el coche para ir a dar una vuelta, al regresar, tomó una curva demasiado rápido y el coche le ha dado dos vueltas de campana. El médico ha decidido llevarlo al hospital para que le hagan un examen completo, por si acaso tiene alguna herida que a simple vista no se aprecia y Bernardo se ha quedado mientras venia la grúa. También le explica que cuando ha llegado él, Oriol se resguardaba detrás del enfermero, como si tuviera miedo de que le pegara, cuando jamás lo ha tocado, aunque ahora mismo cree que no le habrían venido mal dos buenas bofetadas a tiempo, él no cree en la violencia y por ese motivo no se las ha dado nunca.
Es hora de levantar a Emma y explicarle todo lo que ha pasado con su coche, antes que se levante por si misma para ir a la Universidad, con gran pena Ana se encarga de despertar a su hija, sabe que las noticias que le va a dar sólo le harán daño y no únicamente por haber perdido su coche, al que ella cuidaba con tanto esmero, sino por la decepción que se iba a llevar al saber que su hermano otra vez los había traicionado.
Se lo dijeron como pudieron, no era algo que se pudiera adornar para que fuese menos doloroso, como esperaban se puso muy nerviosa sin saber que decir, grandes sollozos recorrían su pecho y abrazada a su madre no dejaba de repetir:
-Ya no puedo más, ya no puedo más.
Ana la abraza, la besa, le dice palabras cariñosas, es un vano intento para consolar a esta niña que no tiene consuelo alguno, son demasiadas las cosas por las que ha pasado en pocos años, siendo tan joven, Emma cuando al fin puede hablar con coherencia, decide denunciar a su hermano, por el robo del coche y Ana y Bernardo están de acuerdo, algo tienen que hacer para poner fin a esta situación, confían en que esta vez la Policía, la Fiscalía de Menores, alguien haga algo y no se encuentren atados por la famosa ya ley del menor, ¡Cuánto se volvían a equivocar!.
Llevaron a la pequeña Beatriz, que seguía ajena a todo lo que pasaba a su alrededor, al colegio y desde allí volvieron al Cuartel de la Guardia Civil, de nuevo estaban en ese recinto que casi ya les era familiar, aunque esta vez no iba Ana sola.
Presentaron la denuncia y el guardia que se la recogió miro a los tres para comunicarles algo que casi ya sabían:
-Mire yo les hago la denuncia, pero es mi deber informarles que siendo este chico menor, no llegará a ningún sitio, ¿lo entienden? – Les pregunta algo confuso al ver que ellos asentían con la cabeza –, ¿saben por qué les digo esto?
-Si, ya hemos tropezado con la ley del menor en diferentes ocasiones – Bernardo le explica otra vez la que parece ser la historia de su vida – y sabemos como los protege, pero él ha robado y destrozado ese coche ¿No harán nada?
-Mire, yo no puedo ni siquiera hablar con él, porque es menor y se me caería el pelo – encoge los hombros mientras dice esto – les diré algo que no me gustaría que comentaran, si yo fuese, ustedes, me presentaría en la Fiscalía de menores y con la denuncia que han interpuesto aquí, expondría el caso. Seguramente esto agilizara un poco los trámites, pero no se hagan ilusiones.
Abandonaron el cuartel y se dirigieron a Palma, harían lo que fuera necesario para que no saliera impugne de esta ultima fechoría suya, la señora fiscal que estaba de guardia, los trato con consideración y respeto, tenían el expediente de su hijo con las denuncias anteriores, tanto por parte de ellos como por parte de él, el seguimiento mientras estuvo en el centro, la denuncia por el robo de la moto, y algunas otras de las que ellos no tenían noticias hasta ese instante. Mientras una secretaria esta rellenando unos papeles para que firme Emma, Ana se fija en la cantidad de carpetas que contienen aquellas estanterías, nunca hubiera imaginado que hubiese tantos casos de jóvenes que de una manera u otra tuviesen algo que ver con la ley, le recorre un escalofrío por la espalda, ¿Qué esta pasando con la juventud? ¿Dónde ha quedado eso de ser niño? ¿Dónde están los niños que como gamberrada propia de la edad rompen una farola? En ese momento, se da cuenta, de lo vieja que se está volviendo cuando ya no entiende que esta pasando a su alrededor.
Mientras esperan los papeles, reciben una llamada, Ana ve el número del móvil de su hijo en la pantalla, es incapaz de contestar, ahora no puede hablar con él, ¿Qué excusa iba a poner esta vez? ¿Cuántas veces los iba a pisotear? Emma se lo quita de la mano y atiende esa llamada, tan sólo quiere saber donde están porque él ha vuelto de Son Dureta, el hospital, y en casa no hay nadie, su hermana con gran aplomo se lo dice y le cuelga.
Firman esos papeles y se llevan ya para casa una citación de la Fiscalia para Oriol, será para la semana siguiente, Ana le da vueltas a la cabeza sus pensamientos están muy revueltos, aunque sabe lo que quiere hacer a continuación, está decidida por mucho que le duela, pero no se atreve a decirlo en voz alta, al final se decide y piensa ¡Dios mío perdóname! :
-Si Oriol vuelve a casa, yo me voy – lo dice con los ojos muy brillantes, llenos de lágrimas pero no permite que le caiga una sola – quiero decir: que yo me voy con Beatriz a casa de mi madre, yo así no puedo seguir ni un día más – baja un poco la cabeza pero mira a Emma.
-Yo me voy contigo – Emma si que llora – tampoco puedo más, Bernardo mira a sus dos mujeres, no sabe que decir, mira la carretera por la que conduce sin apenas verla, conduce más por inercia que por prestar atención a lo que hace, todo lo que está ocurriendo es irreal para él, en este momento – o él, o nosotros.
-No Emma, no es justo darle a elegir a papá, es su hijo también, sólo digo que me voy, seguramente por un tiempo, pero me voy, Beatriz no va a sufrir más.
-No os vais marchar ninguna de las tres, el que se tiene que marchar es él, no ninguno de nosotros – Bernardo las mira de soslayo.
Ana tiene miedo a enfrentarse con su hijo, no sabe como va a reaccionar cuando lo tenga delante y eso le da miedo. Le da miedo; mostrarse débil ante él, en el fondo de su corazón siente vergüenza por haber ido a denunciarlo, aunque sabe que ha hecho lo correcto, teme la reacción de Oriol, la aterra la posibilidad de no controlarse y si lo tiene ante sí, darle dos bofetadas, no se siente capaz de verlo sin saber de antemano como va a reaccionar ella. Son cosas del destino o de la casualidad, no tendrá que enfrentarse a Oriol, cuando llegan a casa éste no está y no tienen la menor idea de donde puede haber ido, ni cuando volverá, pasan un mal día, otro de tantos, ella llorando y echándose la culpa por haberse dormido, Emma por su coche que aún le queda por pagar tres años, Bernardo se hace el dormido en un sillón para poder pensar y no tener que hablar, hasta que llega la hora de recoger a Beatriz del colegio entonces hay que disimular y hacer todo lo cotidiano para que la niña, que aunque es muy inteligente no deja de ser una niña, no note nada extraño; Hay que jugar, pintar, ver dibujos, el baño, lo normal de cada jornada cuando viene del colegio.
Hasta la hora de la cena Oriol no volvió, cuando oyeron el timbre de la puerta los tres se quedaron paralizados, Bernardo las mira tratando de calmarlas con la mirada, irá él a abrir la puerta, no permitirá que nada más les robe la paz que no sienten, no dejará que éste niño les haga más daño, él se enfrentara a la dura tarea de hablar con su hijo, al salir de la cocina les dice:
-Quedaros aquí, no paséis para la entrada, que esto lo arreglo yo – mira a Ana directamente a los ojos – no sufras más, sino quieres verlo, no lo verás.
Ellas se quedaron en la cocina, con la pequeña Beatriz que ya estaba cenando, Ana siguió haciendo la cena con manos temblorosas, ya no sabia si le había puesto sal a la comida o no, ni siquiera lograba recordar cuanto tiempo tenia que hervir la olla que tenia en el fuego, sigue con la espumadera en la mano sin saber que hacer, no quiere mirar a la pequeña, no podría disimular el desasosiego que tiene en su alma. Emma se ocupaba de la niña dándole pequeños trocitos de carne cada vez, para que pudiera masticar, se había hecho un silencio sepulcral que rompió la pequeña con su parloteo, antes de que la niña acabara de cenar volvió Bernardo a la cocina y le hizo cuatro carantoñas a la pequeña, Ana lo miraba con ojos interrogantes, sabia que ahora no le contaría nada, tendría que esperar a que Beatriz se acostara.
Emma subió a acostar a su hermana con la intención de dejar solos a sus padres, para que estos pudiesen hablar con tranquilidad, en el mismo instante que sus dos hijas cruzan la puerta Ana no puede esperar más, y mira a su marido con la intención de preguntarle, pero no le da tiempo de pronunciar la primera palabra, Bernardo ya está hablando:
-Se ha ido, no ha hecho falta que se lo dijera – tiene la mirada más triste que ella le haya visto nunca –, yo le he dicho que aquí no se podía quedar y él me ha contestado que ya lo sabia, que ya había buscado donde vivir, se va a casa de un amigo, ¡lloraba Ana!, Estaba llorando pero yo no creo ya en sus lágrimas. Son demasiadas veces las que nos la ha jugado, siempre con mentiras y denuncias, nunca habíamos visto a un policía de cerca hasta ahora, no podemos dejar que nos destroce más de lo que ya ha hecho – unas gruesas lágrimas caen por el rostro herido de este hombre.
-¿Te ha dicho por qué lo ha hecho? – ella también llora, no puede evitarlo, ha visto llorar a su marido únicamente en dos ocasiones anteriores, cuando murió el yayo y cuando Oriol los denunció por malos tratos, nunca le podrá perdonar a su hijo que haya conseguido hacer llorar a su marido – ¿cómo sabia conducir? Bueno es una tontería, es evidente que sabe hacerlo, continua, por favor.
-Me ha costado trabajo sonsacarlo, pero al final me ha confesado que no era la primera vez que se llevaba el coche, lo había hecho anteriormente y nunca le había pasado nada – trata de recordar cada palabra de su hijo no quiere decir nada que no sea cierto, no quiere poner en boca de Oriol algo que no haya dicho realmente – que lo sentía mucho.
-¡Lo único que siente es que esta vez ha destrozado el coche!, Y que por eso lo hayamos sabido – Ana sabe que son unas palabras duras, pero es lo que ella siente en este momento, no puede creer en el arrepentimiento de su hijo –. ¿Dónde has dicho que va a vivir?
-En casa de Leonardo, o algo así se llama, no sé quien es, supongo que un amigo o colega como los llama él – abraza a su mujer mientras le dice más bajito al oído – no te preocupes, siempre tendrá amigos como él, que lo amparen, no se queda en la calle, él ya tenia planeado donde quedarse, o sea que ya sabia que aquí no lo íbamos a dejar vivir más tiempo, se ha llevado parte de su ropa, el resto pasara a recogerlo otro día.
-¿Le has dicho que tiene una denuncia puesta? – siente un escalofrío que le recorre el cuerpo cuando la recuerda.
-Si, también que tiene una citación para la semana que viene, y le he dado el papel para que vaya a la Fiscalía – sigue abrazándola es lo único que puede hacer por ella – vamos a superar esto también. Tranquilízate, ya hemos salido de muchas situaciones difíciles juntos y esta vez también lo haremos.
Emma ya ha acostado a la niña, sus padres le explican toda la conversación que Bernardo ha mantenido con Oriol, y ella, tampoco, puede creer en el arrepentimiento de su hermano, ya todos se han vuelto un poco escépticos, no pueden creer en una persona que los ha ido llevando de una traición a otra, es difícil de aceptar que un miembro tan querido de tu propia sangre te cause tanto dolor y pena. De nuevo tendrá que usar el coche de su padre para poder ir a clase, no puede permitirse pagar una nueva letra cada mes, los días que su padre lo necesite, tendrá que coger el tren y el autobús, lo que le supone salir de casa dos horas antes para poder llegar a tiempo a la Universidad.
Ana vuelve a no tener hambre entonces no come, no tiene sueño entonces no duerme, aún tomando las pastillas que le habían recetado, no consigue conciliar el sueño, vuelve a perder mucho peso y a tener esas ojeras permanentes, vuelve a la consulta del médico y le explica todo lo que le pasa, éste la escucha con suma atención, le aumenta la medicación además de enviarla al psiquiatra, es demasiado tiempo el que lleva en ese estado de depresión.
La pequeña Beatriz parece que de momento no acusa la ausencia de su hermano, de todas maneras van a estar muy pendientes de ella, ¡por sí acaso!
Llegó el día señalado por la Fiscal, Bernardo acompaña a Emma, esta citación es para pasar por un equipo de valoración del caso, les hacen las mismas preguntas que habían contestado anteriormente, Oriol se ha presentado, a él le han puesto un abogado de oficio y pasa por el mismo proceso, no hay nada nuevo todavía, sólo le preguntan una y otra vez si esta arrepentido, a lo que siempre responde: ¡que sí!
Vuelven a casa con un gusto amargo en la boca, hay algo que no les ha dejado tranquilos en el juzgado, al comentarlo con Ana, Emma descubre lo que es; les han dicho que se hará un acto de conciliación: “la conciliación tiene por objeto que la victima reciba una satisfacción psicológica a cargo del menor infractor, quien ha de arrepentirse del daño causado y estar dispuesto a disculparse. La medida se aplicara cuando el menor efectivamente se arrepienta y se disculpe y la persona ofendida lo acepte y otorgue su perdón” es una bonito párrafo de la Ley del Menor, pero Emma no está dispuesta a perdonarlo porque cree que es hora que alguien lo ponga en su sitio y si lo llevan a un centro cerrado mejor. Es lo que siente ella y sus padres piensan del mismo modo, han fracasado en sus intentos de educar correctamente a Oriol, quieren que de una vez le hagan entender, que no se puede hacer lo que a uno le da la gana sin tener que pagar las consecuencias, en aras de ser menor, únicamente.
Es Navidad, esas fechas que años atrás tanto les gustaban a todos se están convirtiendo en algo triste para todos, pero Ana como siempre saca fuerzas de no sabe dónde y aunque volverán a irse a Barcelona, este año, ni siquiera se platean la posibilidad de quedarse en casa, adorna toda su casa con todo el cariño y la pasión que ha puesto siempre al hacerlo, Beatriz ya sabe quien es Papa Noel y los Reyes Magos. Su carta es interminable, todo aquello que ha visto en los anuncios de televisión, ella lo quiere, aún es pequeña para saber que es lo que realmente desea pedir, todo le gusta, se encargaran los mayores de elegir aquello que consideren mejor para la pequeña.
Son las seis de la tarde de un día muy frío de diciembre, Ana está echando leña en la chimenea, Emma está en la Universidad le quedan muy pocos días antes de las vacaciones, Bernardo juega con la pequeña, a él y a Ana les gustan las tardes en que pueden dedicarle todo su tiempo a la niña, disfrutan jugando con ella tirados en el suelo, componiendo puzzles o coloreando algún cuento. Suena el timbre de la puerta y entre risas los dos se dicen: “ve tú”, “no ve tú”, al final va a abrir la puerta Bernardo, Ana se queda entonces jugando con la pequeña, están pintando con colores, se sobresalta cuando ve delante de ella a su hijo, detrás está su marido, Beatriz al ver a su hermano echa a correr hacia él, para que la coja en brazos y él lo hace, la coge, la besa, la abraza, le da vueltas en el aire como siempre había hecho con ella, la deja en el suelo y se acerca a su madre, le da un beso un beso, tiembla por dentro, no sabe que decirle, con un hilo de voz le pregunta: Como le van las cosas, donde vive y aunque él responde a sus preguntas con una sonrisa, ella se siente muy infeliz, lo tiene delante, le gustaría abrazarlo, besarlo, mimarlo, pero en vez de eso se sienta en un sillón y casi no lo mira, no puede mirarlo porque sabe que ese llanto que esta a punto de brotar de su pecho, en cuanto levante la vista no lo podrá contener y no quiere que él la vea en ese estado, se despiden con un “ya nos veremos”, sólo ha venido a buscar sus cosas. Ella en el momento que Oriol sale del salón se da la vuelta y vuelve a agacharse para coger más leña, en realidad, se ha girado para que Beatriz no la vea aunque la niña esta absorta en su juego, sigue de pie mirando la chimenea, sintiendo el calor de los troncos que arden en la cara y sin poder contenerlo por más tiempo, da rienda suelta a su llanto, grandes sollozos salen de su pecho, no hace un sólo ruido, sólo mueve los hombros al compás de sus lágrimas, siente como alguien la abraza por detrás, y sin abrir los ojos, que tiene muy apretados, nota como le dan la vuelta y ese abrazo se hace mucho más intenso, sigue llorando sobre el hombro que se le ha ofrecido, se da cuenta de que no es Bernardo como ella creía, entreabre un poco sus húmedas pestañas y ve a su hijo, ha vuelto, él le limpia las lágrimas, le da un beso y le dice al oído:
-No llores, todo se arreglara, pero no llore más, por favor, te quiero mucho, adiós.
Se queda sola en medio de aquel inmenso salón, abrazándose a sí misma y llorando, ya no mira que su pequeña la pueda ver o no en ese estado, en este momento no le importa nada, sólo su sufrimiento, ese dolor que le ha producido volver a ver a su hijo, después de tantos días sin quererlo ver, ese desconsuelo tan hondo que le han causado sus palabras, ella siente que es una hipócrita; es ella la que no deseaba que siguiera viviendo allí, es ella la que dijo que se iba si él seguía en casa, ¡cómo puede decirle que la quiere si ha sido ella quien lo ha echado de casa! Se siente... no encuentra otra palabra para definirlo ¡es una traidora! Una vez Ana encontró un escrito (de un autor desconocido), en Internet, que la hizo meditar mucho, Dios estaba creando a las madres y le explicaba a un ángel como tenían que ser:
-Tiene que ser lavable de pies a cabeza, pero sin ser de plástico, funcionar sólo con café negro y las sobras de la comida, poseer un regazo que desaparezca cuando se ponga de pie, un beso capaz de cubrir todo, desde una pierna rota, hasta un amor frustrado, y seis pares de manos – y el ángel confundido observo.
-¿Seis pares de manos? ¡Eso es imposible!
-No son las manos el problema (agregó el Señor), sino los tres pares de ojos; uno para ver a través de la puerta siempre que pregunte”: ¡Niños! ¿Qué estáis haciendo ahí dentro? "Aunque ya lo sepa muy bien, otro detrás de la cabeza para ver lo que más le valiera ignorar, pero que necesita saber, y desde luego los de delante, para mirar a un niño en apuros y decirle, sin pronunciar siquiera palabra: “Ya te entiendo hijo, y te quiero mucho”. El ángel le tiro de la manga y advirtió mansamente. -Vale más que te vayas a la cama Señor, mañana será otro día. -No puedo. Y además me falta poco. Ya hice una que se cura por si sola cuando enferma, que es capaz de alimentar a una familia de seis personas con sólo medio kilo de carne picada, y de persuadir a un chiquillo de para que se este quieto bajo la ducha – lentamente el ángel dio la vuelta en torno a uno de los modelos maternales. -Me parece demasiado delicada – comentó con un suspiro. -¡Pero es muy resistente! No tienes idea de lo que es capaz de hacer y sobrellevar. -¿Podrá pensar? -¡Claro y también transigir! Por ultimo el ángel se inclino y pasó un dedo por la mejilla de la modelo. – ¡Tiene una fuga! -No es una fuga, es una lágrima. - ¿Para que sirve? -Para expresar; gozo aflicción, desengaño, pesadumbre, soledad y orgullo. -¡Eres un genio Señor! -Y Dios, con tristeza, observó: Yo no se la puse.....
Siente que ella nunca ha sido ni de lejos ese modelo de madre que Dios creó, no ha sido capaz de ver a través de las puertas, ni de coger a su hijo en su regazo, ni ha sido capaz de demostrarle su amor incondicional, siente que es un desastre de madre, lo único que ha usado de este modelo de madre son las lágrimas vertidas durante tanto tiempo ya, Dios se equivocó al crearla a ella.
El tiempo pasa inexorablemente, pronto llegó Navidad y regresaron los cuatro a su Barcelona querida, Beatriz, a pesar de su corta edad recuerda algunas cosas del año anterior, la vuelven a llevar a algunos de los lugares que tanto le gustaron, al zoológico, a las Ramblas; pero también la llevan a lugares que la niña desconoce hasta ahora, y de los que disfruta tanto como sus padres y hermana, visitan el Monasterio de Montserrat es un paraje bellísimo con todo el esplendor de las montañas envueltas en la niebla, aunque cada año ven esas mismas montañas, su familia vive muy cerca, el Monasterio hacia muchos años que no iban a visitarlo, en esa iglesia, Ana le pide ayuda a su querida Moreneta, reza con devoción y fervor para que se cumplan sus deseos. De tener de nuevo a su familia reunida y si no es posible, que el resto de miembros, que han quedado en casa, permanezca unidos, le pide a su virgencita que cuide de su hijo, que lo lleve por buen camino, que logre ser feliz, cerca o lejos de ella, pero que tenga una vida llena de felicidad, deja puestas unas velas en señal de su fe, Ana es católica, aunque no visita la iglesia tanto como le gustaría, siempre dice de si misma que es; Una católica no practicante por falta de tiempo. Intenta cumplir lo mejor que sabe con todos los mandamientos impuestos por su religión, a veces no es fácil y otras veces es imposible, pero cree en Dios, reza mucho y en cualquier lugar, en los últimos tiempos su fe se ha tambaleado muchas veces, cree que Dios debe estar muy ocupado creando otras madres perfectas y se ha olvidado de ella, pero aún sigue creyendo.
Visitan Cataluña en Miniatura, pensando que la niña se aburriría, se equivocaron, la pequeña descubre todas esas casitas que parecen hechas de juguete, enseguida aprende donde están los botones para que los coches, trenes, aviones o muñecos se muevan cobrando así vida, ella lo ve con sus ojos infantiles, los mayores descubren que cada maqueta es una parte de un pueblo o ciudad de las cuatro provincias catalanas, en cada una se ha recreado la parte más representativa de los mismos, con todos los pequeños detalles que uno se pueda imaginar, si hay una calle están también los coches, los semáforos, los peatones por las aceras y pulsando un botón todo cobra vida. Es maravilloso para ellos, les ha hecho recordar algunos lugares que conocían pero que casi tenían ya olvidados. El mejor día de estas vacaciones, fue el que pasaron en Port Aventura, un parque temático, por fin ríen felices, sobre todo viendo la carita de esa niña, su pequeña princesa Beatriz, que veía a los personajes como seres reales, se le ilumina el rostro cada vez que se hace una foto con alguno de estos personajes, realmente se lo están pasando bien.
Ha llegado otro año, ¡cómo pasa el tiempo! Han vuelto a pasar la nochevieja, de nuevo, en casa de su hermana, este año sus vacaciones han sido un poco más largas han estado hasta el siete de enero, no tiene ningún sentido recortar los días de asueto como ya hicieron el año pasado, lo pensaron bien y entre todos decidieron pasar las vacaciones completas con la familia y los amigos.
Este invierno Bernardo no trabajará en el hotel, van a hacer algunos cambios en la tienda.
Emma, si aprueba todas las asignaturas, en febrero acaba la carrera y ha pedido una beca Erasmus, para hacer las prácticas en el extranjero, le hace mucha ilusión, ha sido una buena estudiante a pesar de todas las dificultades, que ha tenido que superar a lo largo de estos últimos años. Se ha convertido en una mujer a base de golpes y sin embargo sigue igual o más cariñosa que antaño, muy comprensiva y tolerante. Un poco rencorosa, eso sí, con aquellos que la han herido en lo más profundo de su ser, es una persona leal y muy sincera, asquerosamente sincera le dice su madre muchas veces en tono jocoso, no se calla nada, aquello que piensa lo dice, muy amiga de sus amigos, y una gran defensora de su familia, o lo que queda de ella.
Reciben otra citación de la Fiscalía, esta vez es para Emma, en aquel recinto oficial la informan; al ser su hermano menor, si sigue con la denuncia por vía civil, responderán solidariamente con él, de los daños y prejuicios que este le haya podido causar, los padres o tutores del menor, que en este caso son Ana y Bernardo. Renuncia a exigir la responsabilidad civil, ella no va a permitir que sus padres paguen ese coche, es responsabilidad de su hermano por mucho que la ley diga lo contrario, está decidida, ese coche, lo pagara ella, hasta la ultima letra. La ley seguirá su curso y sólo desea que le pongan algún tipo de medida disciplinaria, puesto que aún habiendo renunciado por vía civil, en el acto de conciliación, ella no le ha concedido su perdón. No cree en el arrepentimiento de su hermano, ya no cree en nada de lo que él pueda decir o hacer, para ella es una persona sin ningún valor ético o moral, únicamente, usa a las personas que tiene a su alrededor en su propio beneficio.
No todo les sale mal, por fin hay algo bueno en su camino. A Emma, ¡le han dado la beca! ¡Se marcha a Escocia! Está eufórica, ella ha aprobado ya la carrera, ¡lo ha conseguido! ¡Se gradúa este año!
Le da un poco de pena marcharse, por sus padres, los va a dejar solos, pero ellos están de acuerdo en que lo haga, es su vida, ellos la animan, va a tener una oportunidad que mucha gente no tiene, la tiene que aprovechar, prepara el viaje; el billete de avión, la ropa, sabe que en Escocia hace mucho frío, se pone en contacto con otras chicas que están en la misma situación que ella para compartir piso, hace un poder para que Bernardo, para que en caso de que la vuelvan a citar del juzgado, pueda ir en su nombre, sólo le quedan tres días para el viaje y mañana aún tiene que acudir a la universidad.
Ana ha decidido hacer una comida de despedida para su hija, han invitado a todos los amigos de su hija y a los pocos que les han quedado a ellos, pero no está satisfecha con lo que ha hecho, le parece poca cosa, quiere lo mejor para su hija, se merece mucho más que una simple comida y aunque piensa mucho, no se le ocurre que más podía hacer. ¡Tiene que encontrar algo más! Algo que la haga plenamente feliz. Cansada de pensar sin encontrar una respuesta, sube a su despacho y se sienta como tantas veces delante del ordenador, al menos le imprimirá unas fotografías. Está distraída mirándolas cuando se conecta su sobrina y sin pensárselo dos veces le propone:
-¿Quieres venir a la fiesta de despedida que le hacemos a Emma?
-Ya me gustaría – ve escrito en el messenger.
-¡Espera! Te busco un billete en Internet y te vienes – mientras escribe esto ya ha entrado en una pagina web de viajes.
-¡Titaaaaaaa! – Escribe su sobrina – ¡qué no tengo dinero!
-Sólo te he preguntado, si quieres venir, no si podías pagarlo – en su cara tiene una amplia sonrisa, ya tiene el billete, pero como faltan menos de veinticuatro horas, lo tiene que confirmar por teléfono – ya lo tengo, lo confirmo y te digo cosas – escribe a gran velocidad, esta muy contenta – no te desconectes, enseguida vuelvo.
Baja los escalones de dos en dos, se tiene que dar prisa antes de que llegue su hija, esta será la sorpresa que le dará, sonríe al pensarlo, ella no esperara a nadie más que a sus amigos, ya son treinta los que vendrán a comer, bueno, así serán treinta y uno, consigue arreglarlo por teléfono, tendrá el billete en el aeropuerto para embarcar al día siguiente a las ocho de la mañana, llama a Gregorio para que la recoja, pues su coche se lo llevara Emma para ir a la Universidad, vuelve a subir corriendo, aún la esta esperando su sobrina en el ordenador:
-Arreglado – le escribe – mañana a las ocho de la mañana sales de Barcelona, te irá a recoger Gregorio ¿O.K.?
-Voy a hacer la maleta, ¡Cuánto te quiero! Hasta mañana – y cierra el mensseger.
Esta contenta, se le nota en la cara, en sus ojos alegres, siempre que puede hacer algo para que los suyos se sientan felices, ella también lo es, sigue pensando ¿Qué más podría hacer? Se le ocurre que una poesía para su hija, estaría bien, vuelve a abrir el ordenador y busca por todo Internet algo que le guste, lee muchas cosas sin acabar de encontrar aquello que busca, cuando está a punto de desistir, entra en una pagina en la que algo llama su atención, lo lee y relee unas cuantas de veces, ¡al fin ha dado con algo que le gusta! Es muy bonita, a su hija le gustará, está segura.
Pasan una velada tranquila, Ana tiene una sonrisa bobalicona, no puede reprimirse, mira una y otra vez a su hija, sonríe y piensa en la sorpresa que se llevará al día siguiente, a su regreso de la Universidad.
En cuanto ha salido Emma de casa esta mañana, apenas oye cerrar la puerta de la calle, ella se sienta delante del ordenador, se le ocurrió otra idea anoche, pero estando ella en casa no podía ponerse a buscar lo que quería, tiene tiempo de sobras, solamente son las seis de la mañana, va a hacer unas tarjetas para que cada amigo de los que van a venir a comer, le ponga su dirección y su número de teléfono, pone la impresora en marcha y al llegar su sobrina del aeropuerto la encuentra absorta en esta labor, se sienta a su lado y le ayuda a recortarlas, compran cartulinas para hacer unas pancartas y ponerlas por la casa, también hay que hacerlo antes del regreso de Emma, su sobrina la abraza, una y otra vez, ¡quiere mucho a su tía! Piensa en lo mucho que se preocupa por hacer las cosas bien, mimando cada detalle cuando prepara algo especial para los suyos, siempre pensando en ellos.
Están esperando impacientes que llegue Emma, quieren ver la cara que pone cuando vea a su prima y no se hace esperar, su alegría es tan grande como su sorpresa, no se lo esperaba y eso que sabe que su madre hace cosas parecidas a estas, en cuanto tienen la menor oportunidad, aunque siempre disimula muy bien, nunca se dan cuenta de lo que puede haber planeado hasta que lo ven.
Muy pronto llegó el domingo, demasiado pronto, mañana se va su hija, pero eso será mañana, ya tendrá tiempo para sentirse triste, hoy tiene que hacer muchas cosas antes que se levanten las dos jóvenes, con la ayuda de Beatriz que ya sabe pintar sin salirse de la raya, ¡es todo un logro para la pequeña! Termina las pancartas y las cuelgan, en la puerta de la calle ponen una que dice así: “Fiesta de despedida de Emma, prohibido llorar”, le ponen muchos globos alrededor, cada una de las personas que pasa por la calle se queda mirando y la lee. Bernardo prepara una paella para todos, no está muy seguro del resultado, nunca ha hecho ninguna para tanta gente, ellas preparan la mesa, sillas y todo lo necesario para la fiesta, Ana sale a recibir a cada uno de los invitados que van llegando, le va dando una postal de las que han hecho para que la rellene y se la den a Emma, después de comer, ella sigue ajena a los manejos de su madre. La paella es un éxito, todo está saliendo bien, su hija tiene una cara de satisfacción que hacia mucho que ellos no veían, sus ojos brillan con una luz diferente a los últimos tiempos, todo su rostro está hoy iluminado por esa sonrisa que parecía ya olvidada. Está radiante, espléndida, tiene esa luz que sólo tienen aquellos que son totalmente felices cuando han conseguido realizar sus sueños.
Ha llegado la hora del postre, es el momento de entregarle las postales. Todos los amigos allí reunidos, intentan dársela a la vez y desearle suerte, ella ríe, se le cae alguna lágrima pero ¡qué diferentes son estas lágrimas a las que ha derramado hasta ahora!
Cuando todos vuelven a su sitio riendo y charlando entre sí, Ana se levanta, se acerca a su hija, consigue que le dejen una silla vacía a su lado, se sienta y con la voz ya quebrada por la emoción intenta leer esto:
REGAÑOS.....
....... Cuando ya no esté yo a tu lado
Quiero que recuerdes mis regaños
Aquellos sermones tediosos y cansados
De tus tiernos y dulces años.
Cuando te decía que eras diferente
Que a nadie debías tú imitar
Que eras la gran líder de tu mente
Que ese era el gran secreto para triunfar.
Cuando el mundo trate de convencerte
Que debes ser igual a los demás
Siente lástima de sus mentes inertes
Y recuerda, que tú puedes ser mucho más.
Cuando te sientas sola y cansada
Y se agoten tus ganas de luchar
Recuerda, mi princesa dulce y encantada,
Que lo más bello, es lo más difícil de alcanzar.
Cuando el destino luzca inclemente....
No consigue acabar de leerlo, sus emociones la han traicionado, apenas le sale la voz, ve a su hija que llora, se funden en un apretado abrazo, las dos lloran, es una amiga de Emma quien se encarga de acabar la lectura:
Cuando el destino luzca inclemente
Y seas del dolor y la traición testigo
Refúgiate en la fortaleza de tu mente
Y usa tu inteligencia como abrigo.
Cuando mi imagen se aleje de tu mente
Y sientas tu alma entristecida
Recuerda que en la cruel corriente
Es donde se encuentra el sentido de la vida.
Cuando se aleje de ti la calma
Y la corriente se vuelva turbulencia
Busca en lo más hondo de tu alma
Y aferra tu razón a la paciencia.
Cuando se apague el brillo de mis ojos
Y sea yo sólo polvo en el universo
Quiero que recuerdes mis enojos
Y leas nuevamente estos versos.
Cuando veas el horizonte nublado
Y sientas de lo incierto temor
...en ese silencio callado
Recuerda, hija mía, mis regaños de amor.
Ana se lo ha dedicado a su hija con todo su amor, ¡es tan fácil quererla! Siempre atenta a las necesidades de su madre y su padre, siempre sufriendo con ellos y por ellos, siempre al lado de ellos cuando lo han pasado mal y sólo ¡Dios sabe lo mal que lo han pasado!
Las primeras cartas que reciben desde Escocia los llenan de aflicción; son cartas muy melancólicas, llenas de tristeza, Emma los echa mucho de menos, se dan cuenta de lo infeliz que se siente su hija, todo le es extraño y ajeno en aquella ciudad, le pesa en el alma, la soledad, que siente a tantos kilómetros de su hogar y de su familia, a sus padres les preocupa, sobremanera, que esta añoranza le haga tomar una decisión equivocada y decida regresar, la animan todo lo que pueden, llaman por teléfono casi cada día, oyen sus quejas los primeros días, en ningún momento la animan a regresar, a tirar la toalla, lo que necesita es un empujón para seguir su camino y es lo que ellos intentan hacer, ayudarla a que no renuncie a sus sueños por muy escarpado que ahora le parezca el camino. Poco a poco notan un cambio de actitud en ella; está más contenta, les explica como es Glasgow, la ciudad donde vive; a la gente que ha conocido, como es su trabajo; les cuenta que el primer día que fue al despacho le dieron una taza vacía, una mesa, un ordenador y le dijeron quien era su secretaria, pero no le explicaron ni para qué es la taza, ni el ordenador, ni la secretaria, Emma no sabia que hacer con aquellas cosas, más tarde se reirá mucho recordándolo: La taza es para el té, no hay que olvidar que está en Escocia y se toma té a todas horas, lo demás es parte de su trabajo. Le ha costado un poquito, pero se está adaptando. Se lleva bien con las compañeras de piso, son todas jóvenes y además de Mallorca, excepto una chica hindú.
Bernardo y Ana están dándole un cambio a la tienda, han embaldosado el suelo de nuevo, están pintando las paredes de diferentes colores, han comprado el mobiliario nuevo y como siempre que se embarcan en un proyecto, lo hacen con todas sus energías e ilusión, bromean mientras trabajan, ríen y también discuten si esto o aquello no ha quedado tan bien como deseaban, pero no tienen esa tensión en sus cuerpos de los últimos meses, están mucho más relajados y hasta en el trato que se dan entre sí, se nota.
Oriol viene de vez en cuando a ayudarles y le pagan por el trabajo que hace, es una manera de tenerlo cerca y como no tienen más opciones para poder verlo cada día, aceptan lo que se les ofrece.
Reciben una carta de la Fiscalía que dice así: “El cumplimiento de la conciliación propuesta para el menor Oriol Pomares, al programa de mediación. Y que bajo la responsabilidad de la Jefa de Servicio, se incoe el correspondiente expediente de ejecución, nombrándose a la señora Amelia Trullols, como tutora de la ejecución, se confeccione el proyecto educativo”. Más o menos esto era todo lo que ponía aquel papel.
Emma no está dispuesta a aceptar ninguna conciliación, lo dejó muy claro en la Fiscalía, la señora Trullols la llama a Glasgow y ella se vuelve a reafirmar en las mismas ideas que tenía antes de partir, además se siente confundida con tanta llamada, para no oír nada nuevo.
Cuando habla con sus padres, les informa de estas llamadas, ellos no saben nada, sólo que han recibido una carta de la que no entendieron muchas cosas, no han tenido ninguna noticia más hasta el momento.
Y no tardaron en tener noticias, un buen día los llamo esta señora y acribilló a Ana con preguntas: ¿Dónde vive Oriol? ¿Con quién? ¿No lo saben? ¿Cómo ha sido su relación con su hijo? ¿Qué pasó con el coche? ¿Por qué Emma está haciendo las prácticas en Escocia? ¿Qué estudia? Estas y muchas otras, fueron las preguntas de la señora Trullols, unas muy fáciles de responder y otras muy dolorosas o humillantes, la peor fue: ¿Es adoptado Oriol y por eso lo tratan de manera diferente a su otra hija?
Eso fue lo peor que le podían haber dicho a Ana, toda la serenidad que había mantenido hasta ese momento, al responder al interrogatorio al que se estaba viendo sometida, se convirtió en ira, “¡cómo se atrevía a decir algo semejante!” Aunque hubiese sido adoptado, que no era el caso, nunca lo habrían educado o tratado de manera diferente. Las siguientes respuestas las dio en un tono tan enfadado como se sentía, le daba igual parecer maleducada, no podían volver a avasallarlos de esa manera, mientras que ellos callaban, ya no, le plantaría cara a quien fuese, pero las humillaciones se habían acabado.
Quedaron en verse a los dos días y como estaba muy enojada, no permitió que esa entrevista fuese en su casa, así se lo dijo a la señora Trullols, si quería verlos tendría que ser en la tienda, ellos no iban a dejar de hacer nada de lo que tuviesen planeado, por nadie, eso se había acabado, ahora las reglas las ponía ella, ni la Policía, ni la Fiscalía, ni nadie, actuaría siempre dentro de la ley, pero defendiendo sus derechos.
La señora Trullols vino el día y a la hora que habían acordado, Bernardo y Ana la esperaban en la tienda, ellos estaban pintando, el aspecto que presentaban no era muy elegante, los dos llevaban sendos chándals llenos de manchas de pintura, con zapatillas, y Ana con alguna que otra gota en la cara, siempre que pintaba le ocurría lo mismo, acababa toda llena de manchas, para que se notara que trabajaba, solía decir ella. No pretendían impresionar a aquella mujer de ninguna manera, se mostraron como eran, unas personas normales, con sus virtudes y defectos, pero normales. Ya viene de casa de Oriol, ha charlado largamente con él, dice a modo de saludo, ¿pueden sentarse? No encuentran donde sentarse, no hay sillas, deciden que el mejor lugar es encima de la camilla, la tienen para realizar los tatuajes, y allí se acomodan los tres, Bernardo está nervioso, enciende un cigarro tras otro, empiezan a hablar:
-He hablado con Oriol y él siente que ustedes lo han tratado, siempre, como si fuera un “yonky” – dice la señora Trullols mirando a uno y a otro – esa es la expresión que ha usado él.
-¡Otra vez la misma historia! – Bernardo no puede reprimir un deje de ironía y hartazgo en su voz – Es el cuento de nunca acabar, ya nos denunció por eso ¿no se lo ha dicho?
-Si, y también consta en su expediente, pero, es muy fuerte que por unos porros lo llevaran ustedes al Proyecto Joven.
-¿Qué teníamos que hacer? ¿Dejarlo y que siguiera por ese camino? Mire, pedimos ayuda porque no sabíamos nada del tema y lo llevamos allí porque fue en el único sitio que nos ofrecieron ayuda – ¿Por qué le explico todo esto? Es el pensamiento de él, se siente atacado – no iba a dejar que mi hijo se tirara por una ventana, no cayera bien y se matara. Esto es lo que hacía, además de otras muchas barbaridades.
-Pero, es que, por unos porros no pasa nada y lo de la ventana... si lo tenían encerrado.........
-No se confunda, si saltaba por la ventana es porque necesitaba consumir – Bernardo esta muy enojado y sube el tono de voz –. Además no sirvió de nada, aún consume.
-Usted fuma. ¿No necesita seguir fumando? ¿No esta enganchado?
-Si señora, con una diferencia fundamental, ¡yo no robaría si me faltase el tabaco, no saltaría por una ventana y no me llevaría por delante a mi familia por un cigarro!
-Perdone – interviene Ana – pero, ya nos denunció por este tema y quedó resuelto, él ha seguido haciendo de las suyas, antes y después de todo esto.
-¿Cómo considera usted a su hijo? ¿Cómo lo describiría?
-¿La verdad? Para mí es un delincuente juvenil y la Ley le da alas para serlo, ¡esa Ley del menor. !
-Se equivoca usted, yo llevo muchos casos de delincuentes juveniles como usted dice y no tienen ni comparación con su hijo, él es un santo para lo que yo veo cada día.
-Claro que no es de lo peor, yo también conozco muchos de esos casos – ya está lanzada y cuando Ana se dispara no hay forma humana de callarla, le explica casos que conoce y precisamente esta señora, también los conoce, los lleva ella misma, le relata todo lo que ha pasado en su vida, con pelos y señales, sin ocultar nada, sin callar nada, la mujer la deja hablar, de vez en cuando consulta algo en los papeles que trae consigo, Bernardo ha salido del estudio de los tatuajes, mientras que ellos hablaban han llegado Alejandro y Monika, les dice con quien esta Ana y los tres esperan en la calle a que terminen.
No deja ni un hecho, ni una anécdota siquiera, sin contar de la vida que han tenido en común durante los diecisiete años que tiene Oriol, unas veces sonríe y otras no puede evitar las lágrimas, ni ella misma se lo puede creer, le está abriendo el libro de sus vidas a una desconocida, hasta ahora, delante de los demás jamás decía ni una palabra en contra de Oriol, ahora lo cuenta todo, lo bueno y lo malo.
Termina su relato al mismo tiempo que termina su paquete de tabaco, la señora Trullols con una sonrisa de complicidad en los labios, le dice que habiendo escuchado las dos partes, ella va a proponer en su informe, que se tomen algunas de las siguientes medidas con Oriol: Libertad vigilada, trabajos comunitarios o la obligación de buscar un trabajo, le advierte que eso es lo que ella va a proponer, no quiere decir que el juez vaya a aceptar ninguna de esas medidas, como de pasada le comenta que Oriol tiene unas cuantas denuncias, que los juicios le irían saliendo poco a poco.
Al despedirse se gira y mira a Ana casi con ternura, después de tan larga charla, parece comprender mejor los sentimientos y las acciones de la familia, saca del bolso una tarjeta y en ella apunta su número de móvil, se lo da por si necesita alguna cosa y le recomienda que si su hijo quiere volver a casa que no lo admita, que haga lo que pueda por él, pero sin convivir, “sólo le traería más dolor a sus vidas”, concluye.
Oriol vuelve por la tienda y la opinión que le merece la señora Trullols es: “que es una pringada, que sólo pretende hacerle trabajar”, él sigue su vida, no trabaja, está bien alimentado y no le falta de nada, ellos no saben de dónde saca el dinero, o más bien ya cierran los ojos a la realidad, sospechan muchas cosas, aunque nada saben a ciencia cierta, no son estúpidos aunque lo parezcan a los ojos de sus conocidos.
En el mundo en que vivimos nadie vive del aire, todo se mueve con el vil metal, que es el dinero y sin trabajar o tener alguien que te mantenga, de algún modo ha de conseguirlo para adquirir; la ropa, la comida, el tabaco, las largas noches de juerga de discoteca en discoteca, etc.
Es fácil imaginar, la imaginación de cada uno es libre, aunque a veces aquellas ideas que se les pasan por la cabeza, son rechazadas automáticamente, no por dejar de ser reales, sino muy al contrario por ser reales son muy dolorosas. Ellos se resisten a aceptar lo evidente, lo que todo el mundo sabe u opina. Intentan seguir con sus vidas, lo mejor que pueden y saben.
Emma ya está más contenta, su madre le manda paquetes con comida cada semana, en Escocia los productos alimenticios son muy diferentes y ellos no quieren que su hija pase ningún tipo de necesidad.
Están fraguando un viaje, ¿por qué no va Ana unos días? Parece una locura, pero, poco a poco, la idea le va gustando cada vez más, pero no puede ser, la tienda, la niña, ¡no puede ser! Lo desea en lo más profundo de su alma, le gustaría encontrar una solución y poder alejarse unos días de la rutina, del trabajo, de España, de todo aquello que la rodea.
Es muy difícil poder hacer ese viaje en plena temporada, como casi todo ser humano se considera imprescindible, pero dentro de su corazón piensa que los cementerios están llenos de personas que se creían imprescindibles y el mundo ha seguido sin ellos, con estos pensamientos se lo vuelve a replantear y se decide, ¡realizará este viaje! Lo planea bien, sin que se le escape ningún detalle, una chica para que cuide de Beatriz por las tardes, la tienda limpia y ordenada, a Bernardo le deja toda la ropa limpia y planchada, la nevera llena de comida, esta radiante, ¡se va a ir a Escocia cinco días!
El viaje fue algo mágico para ella, antes de partir se informa de todos los lugares más emblemáticos del país que va a visitar, se pone de acuerdo con Emma, ésta se ocupará de mirar los horarios de los autobuses, reservar habitación en los youth hostel de las diferentes poblaciones que visitarán, Ana tenía muy claro lo que quería ver de aquel país, se informó hasta del ultimo detalle de las ciudades o pueblos que iba a visitar, llevaba en su maleta la ropa más gruesa que tenia y toda su ilusión, su alegría, sus ganas de vivir y sus mejores sonrisas, que tenía ya olvidadas.
En el aeropuerto empezaron un poco sus dudas, todo estaba en inglés y ella no sabia muy bien cómo se iba a defender, una cosa era lo que ella hablaba en ese idioma en la tienda y otra tener que hablar en otro país, le duraron muy poco tiempo esos temores, al ver que en el avión se entendía con la azafata, los desechó, rápidamente de su mente.
¡Tengo un as en la manga!, pensó con alegría, en cuanto pusiera los pies en Escocia no iba a volver a necesitar saber inglés, su hija le serviría de interprete, lo habla perfectamente. Realizó el resto del vuelo con una gran paz en su espíritu.
Llegó a Pretwich a la hora prevista y su corazón se lleno de gozo al ver allí a su hija esperándola, después de esos meses, que a las dos, se les habían hecho eternos estaban juntas de nuevo, se abrazan, se besan y en los ojos de las dos mujeres hay un brillo muy especial, ese que sólo puede dar el amor, la felicidad o una mezcla de ambas cosas.
Pasan esos pocos días en un sueño, Ana es feliz recorriendo el país, visitan Luss, Fort William, la isla de Skye, Inverness: esta ciudad la deja aturdida, la hechizó, la conquistó, la enamoró, si dependiera sólo de ella se habría trasladado a vivir a ese lugar sin pensárselo dos veces, no tiene en realidad nada especial, pero las calles, las casas, el ambiente que se respira la deja extasiada. Suben hasta el castillo, la vista es espléndida, se divisa toda la ciudad y contemplar las magnificas montañas que rodean la ciudad es un regalo para sus ojos, estaba ensimismada recorriéndolo todo con la vista cuando descubre delante de ella un cartel que la deja asombrada: “La tortilla asesina” y una bandera española al lado, sin poder contenerse empiezan a reír, Emma intrigada por esta reacción de su madre dirige la mirada hacia el punto que señala Ana, divisa el cartel y le dice:
-Es un restaurante español – sonríe – hay muchos repartidos por toda Escocia – mira a su madre y añade -. ¿Quieres que comamos ahí?
Se acercan a la puerta y lo contemplan a través de las cristaleras, es precioso, la decoración es típica andaluza, con las baldosas hasta mitad de la pared, en tonos verdes y blanco; las mesas y sillas de madera, entran y se dan cuenta de lo lleno que está, no hay mesas libres, un camarero se dirige hasta ellas y les dice en un perfecto castellano:
-Buenas tardes ¿Quieren comer?
-Sí, una mesa para dos, por favor.
-Un momento.
Se quedan en el mismo lugar, esperando, ellas no ven mesas libres, una chica que anda muy atareada detrás de la barra, las ve de pie en medio del restaurante y les dice:
-Si os da igual sentaros en la barra podréis comer ahora, sino tendréis que esperar un ratito.
-Ah, bueno – Ana mira a su hija que se encoge de hombros – de acuerdo comemos en la barra.
Examinan la carta, los platos son típicos españoles, al lado de Emma hay dos chicos comiendo como ellas, se sonríen y entablan conversación, uno es el marido de la dueña y el otro un amigo de ambos, está, al igual que Ana, pasando unos días de vacaciones, charlan de España y de Escocia, de ellos, en un momento dado de la conversación ella comenta como se ha alegrado de encontrar un sitio en el que se habla en castellano ya que sabe muy poco ingles y ellos se miran y entre risas le dicen:
-El camarero de la entrada te ha preguntado si queríais comer y te ha dicho “un momento” ¿verdad?
-Si – contesta Ana un poco seria, no sabe que les puede hacer tanta gracia.
-Perdona que nos riamos – sigue riendo – es que no sabe ni una sola palabra más en castellano. Los cuatro, al unísono, estallan en una sonora carcajada.
Han pasado un rato muy agradable, conserva muy buenos recuerdos de aquella jornada.
Visitaron Perth, Edimburgo y en ésta última ciudad, al lado del castillo, es donde por primera vez, Ana ve a un hombre vestido con la falda típica escocesa, le hace mucha gracia, más tarde descubrirá que hay muchos que visten de igual manera, no es una utopía.
En Glasgow, salió de “marcha” con su hija, ¡qué diferente es todo en este país! Los horarios tan diferentes, eso de que un pub cierre a las doce de la noche, la sorprende, el no poder fumar en ningún sitio, ni siquiera en el piso de su hija, es un piso de “no fumadores”. Ella es una fumadora empedernida, los cinco días que duró su viaje, se los pasó esperando salir a la calle para poder encender un cigarrillo, si entran a comer en algún restaurante le susurra a su hija: “mesa de fumador ¿eh?” Para que no se le olvide.
Han pasado unos días muy entretenidos y dichosos, pero llegó la hora del regreso, Emma la acompaña al aeropuerto y no saben como despedirse, Ana intenta parecer contenta y que no se le caigan las lágrimas, sonríe por fuera, aunque se muere por dentro, su hija no puede evitarlo y llora sobre el hombro de su madre, se le está haciendo tarde y tiene que ir a trabajar, se marcha del aeropuerto llorando amargamente, ¡pronto se le pasará!
Es el único consuelo que le queda a Ana, ahora que está sola, en medio de tanta gente, deja rodar sus lágrimas, por esa niña a la que tanto quiere y que vuelve a dejar sola tan lejos de su hogar.
Pero, es el destino de su hija y ella está orgullosa con el camino que ha elegido. Sabe que será feliz con su trabajo, en estos momentos ya la llena de satisfacción la labor que está realizando.
Ha echado mucho de menos a Bernardo, mucho más de lo que se imaginaba, en esos días se ha dado cuenta de cuánto lo necesita a su lado, son sentimientos que la dejan confundida, desde hace algún tiempo su relación no es la de antaño, si ella tuviera que explicarlo con palabras diría. “Es como si siempre hubiésemos caminado juntos y ahora hemos perdido el compás de los pasos”. Discuten por cualquier cosa, se gritan, cosa que en él ha sido insólito hasta hace muy poco tiempo, jamás levantaba la voz en una discusión, y pasan días enteros enfadados el uno con el otro, sin tan siquiera dirigirse la palabra, sin embargo lo ha echado de menos, está deseando llegar a casa y echarse a sus brazos.
La señora Trullols ha vuelto a llamar, Oriol tenía un juicio y no se ha presentado, pero ellos no sabían nada de esto, buscan a su hijo y se lo preguntan, la única respuesta que obtienen es: “me dormí, la semana que viene se repetirá el juicio, no pasa nada”. Y se repitió.
Hasta ellos no llegó ninguna información del resultado de este nuevo juicio, él no aparece por ningún lado, en ellos se va sembrando una duda. ¿Y si lo han metido preso?
Una mañana, no pudiendo aguantar por más tiempo la incertidumbre, Bernardo se arma de valor y busca la tarjeta que les dejo la señora Trullols, marca los números con manos temblorosas, ve en su imaginación a su hijo en un centro cerrado, en la cárcel, no sabe dónde, jamás se ha preocupado por averiguar donde están esos lugares en Palma, nunca se le ocurrió que algún día pudiera necesitar conocer su ubicación. La señora Trullols, lo tranquiliza, no es así, le han impuesto, como medida sancionadora, cuatro horas de trabajo comunitario, que realizara cuando el juez crea oportuno.
Los meses pasan con relativa tranquilidad, hay algunos cambios muy llamativos en Ana, decidió cambiar por completo su imagen, ha renovado su vestuario, ha cambiado las faldas de tergal y las blusas, por; pantalones téjanos con descosidos y camisetas, los zapatos de tacón por chanclas y el pelo rubio, por un pelo corto, rojo, no un rojo cualquiera, sino un rojo chillón, estridente, allá donde va la gente gira la cabeza para verla, de la noche a la mañana se ha convertido en la sensación del pueblo donde vive, no ha hecho estos cambios sin meditarlos antes.
Un buen día se levantó con unas ideas fijas en su cabeza, hasta ahora ha sido criticada sin motivo alguno, ahora les dará un motivo para que hablen de ella, mira al mundo con cierta impertinencia y desea gritarles a todas esas personas que tanto daño le han hecho y siguen haciéndole con sus comentarios: ¿Qué os pasa? ¿Qué daño he hecho yo a nadie? ¿Por qué me habéis lapidado de una forma tan cruel? ¿No queríais hablar de mí a mis espaldas? Ya tenéis un motivo.
Es un acto de rebeldía contra el mundo que la rodea, está decidida a salir de ese pozo de depresión que la ha acompañado en los últimos años, es una persona normal, como todos sus convecinos.
Después de realizar estos cambios tan drásticos, descubrió que no le disgustaban, seguía siendo la misma de siempre, el disfraz que se ha puesto difícilmente puede cambiarla, descubre que su nuevo color de pelo y forma de vestir atrae más clientes jóvenes a la tienda, de esta manera lo que empezó siendo algo pasajero se ha convertido en su uniforme de trabajo. Hasta que ella y sólo ella, no por lo que nadie pueda opinar, decida volver a cambiar su aspecto.
Emma, ha vuelto de Escocia, está entusiasmada, el mes que viene volverá a partir, esta vez a Inglaterra, con un grupo de niños españoles, su ilusión es encontrar trabajo permanente en Escocia, pero de momento se tiene que conformar con esto, aunque lo va a seguir intentando, pondrá todo su empeño en ello, mantiene el contacto con todos los compañeros de trabajo que ha dejado en ese país, cada vez que puede mira en Internet si hay alguna oferta de empleo en Escocia, manda curriculums a todas las entidades que conoce, le responderán muchas veces, siempre con amabilidad para comunicarle que no hay plazas disponibles, aún así, ella no ceja en su empeño, mantiene viva la esperanza de regresar a aquel país que tanto le ha gustado, fueron duros los primeros días, aunque se ha visto recompensada con creces al poder realizar un trabajo, que la ha llenado de satisfacciones.
El día de su graduación, van al acto acompañados por el cuñado de Ana que se ha trasladado desde Barcelona para este acontecimiento, Emma está radiante, y ellos tremendamente orgullosos, al ver a su niña allí en primera fila, con sus compañeros, anteriormente nunca han asistido a ningún acto como este, todo les es nuevo, los catedráticos de la universidad con las Togas y Birretes, el discurso de apertura, están atentos a cada palabra, a cada gesto, no se quieren perder un sólo detalle.
Al oír el nombre de Emma, por los altavoces, se emocionan, no pueden ni quieren evitar esa lágrima solitaria que les resbala por la mejilla y delicadamente se posa en su regazo, son tontos o son sólo unos padres más, no lo saben.
Cada cierto tiempo les llegan citaciones del juzgado para Oriol, ellos están ya cansados de decir al Policía, que las trae, que su hijo no vive con ellos, pero vuelven una y otra vez, cosa que molesta sobremanera a Ana, ya que todas las vecinas, cuando ésta llega de trabajar, salen a su encuentro con la frase preparada de antemano; “ha venido la policía” “¿ha pasado algo?” Cuando todas saben de más a lo que ha venido.
La persona encargada de entregar estos papeles, al no encontrarlos de día en casa, insisten por la noche, a cualquier hora, es una pesadilla de la que no los dejan despertar.
El día que peor lo pasó, fue en la tienda, Ana estaba despistada cambiando un CD, cuando alzó la cabeza vio delante del mostrador a una pareja, nada le hacía sospechar quienes eran, cuando se disponía a atenderlos como a cualquier cliente, le sacaron la cartera, como en las películas, al tiempo que decían: “Policía”, su cara se queda sin color alguno, se queda petrificada en el sitio, no reacciona, no habla, sólo los mira fijamente, interrogándolos con la mirada, todo lo que vende es absolutamente legal, no ha cometido delito alguno, es lo único que se le ocurre pensar, pronto la sacan de dudas, venían a por Oriol, habían ido a su casa varias veces durante el día y al no encontrarlos, han averiguado donde tienen la tienda, aquel hombre se lo explica con claridad:
-El caso es: que su hijo ha faltado a otro juicio y tenemos una orden de busca y captura – la mira asegurándose de que lo ha entendido, la cara de ella es de total confusión y él prosigue – para evitar que mañana no se presente, de nuevo, tenemos dos opciones; que él se persone en el cuartel ahora mismo, o ir con una patrulla y llevárnoslo.
-No vive con nosotros, sé más o menos donde vive, pero no su dirección exacta, tengo su número de móvil – Ana está un poco más tranquila –. ¿Por qué es esta vez el juicio?
Podría decir, que ya se está acostumbrando a estas situaciones, ¡qué ironía! Ella que veía a un policía cruzar por su lado y se ponía nerviosa.
-Nosotros, no lo sabemos, sólo tenemos esta orden – mientras le dice esto él está marcando el número que ella le ha facilitado, el policía se aleja un poco, y Ana no oye la conversación que mantiene éste con Oriol, la angustia que siente aumenta por momentos, nada puede hacer. No aparta la mirada de ese hombre que habla con su hijo, aunque le pese, es su hijo y siente preocupación por lo que le pueda suceder, sabe que se merece todo lo que pueda ocurrirle, pero aún así le produce mucha congoja: lo inconsciente que es, no se da cuenta de que todo lo que haga ahora repercutirá en su futuro y ¡qué futuro más turbulento se está forjando!.
Estos son los pensamientos que invaden su mente en estos momentos, no quiere sentir pena por él, ni que le haga más daño su conducta y no puede evitarlo, es algo que siempre le va a suceder por mucho que ella no quiera, ha sido, es y será su hijo, hasta el día de su muerte.
El policía vuelve a entrar en la tienda y los informa, de la conversación que ha mantenido con Oriol, han llegado a un acuerdo, está esperando a que lo vayan a buscar a su casa, no se moverá de esa dirección. Si es de esta manera; sin esposarlo y discretamente, lo llevaran al cuartel, donde pasará la noche, por la mañana lo acompañarán al juzgado
Lo van a hacer de este modo, porque les han parecido que son buenas personas. Es la primera vez que oyen esto en boca de un policía: “¿creen que cuando vayan, aún estará su hijo en ese domicilio?”
Es una pregunta a la que ni Bernardo ni Ana pueden responder, no lo saben, ellos, ya no conocen a Oriol, si es que alguna vez lo conocieron de verdad.
Ana tenía planeado no ir a trabajar al día siguiente, quería hacer algunas cosas en casa, pero en vista de los últimos acontecimientos, irá a la tienda.
Tiembla al pensar en la posibilidad de que al salir a la calle, sea en ese minuto, cuando suban a su hijo en el jeep de la Guardia Civil, el cuartel está situado en su misma calle, a pocos metros de su domicilio.
Se levantan temprano esa mañana y se refugian en la tienda, la noche ha sido larga, han dado muchas vueltas, cada uno en su lado de la cama, los dos juntos pero con una gran distancia entre ellos, los dos sumidos en sus pensamientos, dándole vueltas y más vueltas a lo mismo, intentando dormir y consiguiéndolo a ratos, este malestar les pasa factura a la mañana siguiente, se levantan cansados, malhumorados, sin ganas de nada, ni siquiera se dirigen la palabra, tampoco hay necesidad, se conocen hace demasiados años y ya saben que en días así es mejor no decir nada, cualquier cosa puede iniciar una discusión y no vale la pena, es mejor callar y mantenerse ocupados.
Nunca supieron que pasó en ese juicio, su hijo no se lo dijo y ellos no preguntaron, ya casi nunca preguntan nada, no es que no les importe, sino que no tiene sentido preguntar, cuando la respuesta va a ser otra mentira.
Tan sólo desean que Oriol cumpla los dieciocho años y sea él, el único responsable de sus actos, su familia tan perfecta, ha pasado a ser lo que llaman “una familia desestructurada”, así que sus deseos más inmediatos son: conservar lo más entero que puedan lo que ha quedado de ella, seguir adelante con su trabajo y con sus vidas. Nunca volverá a ser igual, por eso mismo, tienen que luchar por conservar lo que aún les queda, por Emma que ya ha emprendido su camino en solitario y por Beatriz que aún tiene todo el camino por recorrer.
En septiembre Emma volvió a partir, esta vez a Barcelona, vivirá con la yaya, curiosamente ha encontrado trabajo en su ciudad natal, aquella que le negó esa oportunidad a Bernardo y que tuvieron que emigrar, ahora, le abre los brazos a su hija.
Trabajará con niños, que es lo que ella quería y para lo que se ha preparado. No le es fácil marcharse de nuevo, tiene muchas dudas, lo piensa mucho pero no tiene otra opción, lo que Barcelona le ofrece se lo niega Mallorca, ha ido a todas las empresas que conocía y a las que desconocía a dejar curriculums, ha acudido a muchas entrevistas sin ningún resultado positivo, nuevamente prepara sus maletas y con el corazón encogido se traslada de ciudad.
Una amiga de Emma trabaja en un centro de acogida en la isla, se lleva muy bien con Bernardo y Ana, ahora que Emma se ha marchado viene a visitarlos de vez en cuando, en una de esas ocasiones les cuenta que ha visto a Oriol, ha estado varias veces en el centro de acogida, lo llevaron porque la policía lo encontró en una casa vacía, y no será la última vez que pase por ese centro, a lo largo de los meses volverá muchas más veces, así como serán muchas las comparecencias que tenga que hacer en diversos juicios.
Ana se queda atónita ante todos estos sucesos de los cuales no tenía noticia alguna, pero poco puede hacer, más bien no puede hacer nada, sólo escuchar y rezar para que las cosas cambien algún día, aunque cada vez vislumbran un futuro más incierto para su hijo, ellos hubieran sacrificado cualquier cosa por su bienestar, ¿Qué podían hacer que no hubieran hecho hasta ese momento? Si alguna, vez cuando lo ven, se atreven a comentarle algo, sobre su futuro o sobre cómo encauzar su vida, sólo reciben una contestación airada y como venganza, que no aparezca por casa o la tienda en mucho tiempo, piensan ellos.
Una tarde de octubre, una de esas tardes en el que el otoño se muestra con todo su esplendor de colores ocres, están en casa descansando cuando se ven interrumpidos por el sonido del timbre, como si algo les hiciera presagiar de quién es el dedo que lo hace sonar, se miran y sin pronunciar palabra Bernardo se levanta de la hamaca en la que se hallaba tumbado y con gesto serio abre la puerta, vuelve a ser la policía, esta vez buscan a Ana, sólo le dicen que debe de personarse en la Policía Judicial, no saben porque, tienen orden de notificárselo y tal como han venido, se van.
Ella no quiere ir, no va a ir, empieza a temblar y niega con la cabeza, moviéndola de un lado a otro casi sin control alguno, su marido teme que se ponga histérica, la abraza y la calma, él se ocupara de llamar por teléfono antes de trasladarse hasta Pollensa. Va a intentar conseguir alguna información, se calma un poco, lo suficiente para llorar quedamente, en un rincón del salón.
No es nada que se salga de lo normal ya para ellos, Oriol está nuevamente detenido y Ana se tenía que personar en el cuartel para poder tomarle declaración y quedar libre. La Policía Judicial, ante la negativa de Ana, aceptan que sea Bernardo el que vaya, les da igual, la han llamado a ella porque es el nombre que ha dado su hijo al preguntarle por sus padres o tutores.
Ana se sigue negando a ir, sigue medio histérica.
Bernardo se desplaza hasta Pollensa, conduce tranquilo, no tiene ninguna prisa por llegar, una vez aparca entra en ese cuartel. Se encuentra a Oriol sentado con un policía, lo mira largamente, “¿me vas a sacar de aquí?” Es la única pregunta que le hace su hijo. Él hace un movimiento con la cabeza de negación, ésta vez no lo hará.
Si la policía como le han dicho tiene que esperar a que se presente un abogado, pues que lo esperen, sino puede venir hoy y tiene que dormir en el calabozo; que lo haga, él no va a volver a hacer nada por sacarlo de los líos en que se meta. Con estas mismas palabras se lo hace saber al sargento que lo atiende. Se da medía vuelta dispuesto a marcharse.
Al pasar por el lado de su hijo lo mira con una pena infinita, son muchas las cosas que siente en estos momentos, Oriol ni se inmuta, levanta la vista y le dice: “¿me das un cigarro? Es que me han quitado hasta el tabaco”. Bernardo, mira al policía que sigue sentado al lado de su hijo y este asiente con la cabeza, se lo da y sale por la misma puerta por donde ha entrado cinco minutos antes, con más confusión y rabia de la que llegó.
No sabe si siente más rabia que pena, más desprecio que dolor, más amor que rencor, sólo tiene una idea clara, no lo va a sacar nunca más de ningún atolladero, ya está bien, hasta aquí ha llegado el momento de que no salga impune de los líos en que se mete.
Beatriz sigue creciendo ajena a todas estas preocupaciones de sus padres, ella es feliz en su mundo, en el colegio ya esta aprendiendo a leer y escribir, se enfada muchísimo cuando tiene que leer y no sabe que letra es la que pone en el papel, es tozuda, la profesora opina que aprenderá igual que el resto del mundo, con paciencia lograrán que lea y escriba con fluidez, hay bastantes como ella en el aula, es pequeña todavía, tiene cinco años. Ellos tratan de protegerla para que nada enturbie su mundo, no hablan nada que se relacione con los asuntos de Oriol delante de la niña, están todo el tiempo libre del que disponen a su lado, ya puede ir al cine, han probado llevándola varias veces y a ella le encanta ir, más que por lo que ve en la pantalla, le gusta por todo lo que rodea a estas salidas, el viaje hasta Palma, las palomitas, la cena después de ver la película y sobre todo el saber que se hará de noche y se acostará después de la hora habitual.
Está en la época de la fantasía, todo es real para ella, los cuentos, las películas, sus amigos imaginarios, aún lleva a su querido Ramón con ella a todas partes, duerme con ella, la acompaña al colegio, al cine, a cualquier sitio; le habla como si fuese un amigo, por las tardes cuando vuelve del colegio le explica todo lo que le ha ocurrido durante el día, si va al cine, le cuenta después la película. También es para ella el tiempo de los cuentos de princesas, un día quiere ser Blanca Nieves y al siguiente Cenicienta. Ana todas las mañanas mientras la viste le explica un cuento, es algo que hace desde hace años, unos que ella misma inventa y otros que los aprendió en su propia infancia.
Una mañana Beatriz la hizo reír mucho, estaban desayunando y la pequeña le dijo:
-Cuando sea mayor yo seré una princesa.
-Si hija – este diálogo, se repetía muchas veces y Ana creyó que sería igual al de otros días – ¿serás una princesa?, ¡ya lo eres!
-Pero, yo me voy a casar con un príncipe – mira a su padre y prosigue – no como tú.
-Yo me case con mi príncipe – le responde Ana con una sonrisa.
-No, tiene el pelo blanco y los príncipes lo tienen negro – ellos no pueden evitar reírse ante este comentario, la niña tiene razón en una cosa, su pelo ha encanecido casi por completo en estos últimos cuatro años, Beatriz continúa muy seria – y viviré en un castillo.
.Pero entonces tendrás muchas cosas para limpiar! ¡Estarás muy cansada!
-¿Pero, qué crees, que el príncipe se va a pasar el día sentado o durmiendo? – Ellos soltaron una carcajada ante este comentario – me tiene que ayudar.
Ya otras veces se han reído mucho ante estas salidas que tiene la pequeña, es lo único que les ha quedado, su niña.
La casa está vacía sin sus otros hijos, Ana, que tanto amó esta casa en el pasado, ahora la odia, la recorre muchas veces y la encuentra ¡tan vacía! ¡Tan grande! Muchas veces ha pensado que la culpa de todo lo que les ha ocurrido la tiene la casa, ella no cree en los fantasmas ni espíritus, pero a veces duda sino hay algo en ella que les ha impedido ser felices, llevar una vida normal, tranquila, como la de cualquier persona de las que conoce, pero enseguida desecha la idea, también ha conocido a otras personas con sus mismos problemas y no viven en ella.
El síndrome del nido vacío del que a veces ha oído hablar ahora lo sufre ella, mira a su alrededor y se da cuenta, de que sólo ocupan dos habitaciones de las seis que tienen, las otras están todavía con los mismos muebles, los mismos cuadros, las mismas colchas en la cama, pero vacías, no hay vida en ellas, ¡cuantas veces protestó y pataleo en el pasado porque esas habitaciones estuvieran recogidas! Y ahora que están impolutas, no hay una sola prenda fuera de su sitio, la colcha está extendida sobre la cama sin una sola arruga, los adornos están colocados en su sitio, ¡cuánto daría por ver ese desorden natural de sus hijos! Entra muy pocas veces en ellas, de tanto en tanto, a limpiar y procura acabar pronto, cierra las puertas con un regusto amargo en la boca cada vez que lo hace. ¿Dónde ha quedado su familia? ¿Dónde sus sueños de ver a sus hijos juntos? ¿Dónde está todo aquello por lo que luchó y trabajó? Tiene las manos vacías, le han arrebatado todo aquello en lo que creía.
La vida sigue, pero sólo es una frase, no una realidad.
Se está acabando la temporada, Oriol ha cumplido sus dieciocho años, su madre no ha podido hacerle ninguna fiesta.
Hace años su sueño era montarle algo, como hizo con Emma, es algo que no va a suceder, hasta ese mismo día ha mantenido la esperanza de invitarlo a comer o cenar en algún lugar bonito. Las cosas son muy diferentes, ni siquiera ha podido felicitarlo, ni lo han visto en los días previos a su cumpleaños, ni lo verá en los días siguientes tampoco.
Hasta ellos han llegado algunos comentarios de otras detenciones por diversos motivos, ya viene menos veces la policía a casa con notificaciones y cuando lo hacen ellos se limitan a la verdad: no saben dónde vive actualmente y ellos no tienen nada que ver con esos problemas.
A primeros de noviembre les llega una noticia que los llena de esperanzas, Bernardo puede entrar a trabajar en la misma fabrica que su cuñado en Barcelona, no lo dudan ni un momento, ¡claro que se van!, Por fin después de tantos años regresaran a la ciudad Condal, en una semana han traspasado la tienda, tal como está en ese momento, no se llevan ni un lápiz, absolutamente nada, ya, no volverán, a necesitar todos esos objetos que hasta ahora han sido sus herramientas de trabajo.
El ultimo día que abren la persiana para recoger sus objetos personales, Ana pasea la mirada por lo que ha sido el lugar donde más horas ha pasado en los últimos catorce años, no siente nostalgia, no siente pena alguna al salir, levantaron ese negocio con muchos esfuerzos y muchas penurias, se convirtió en el centro de sus vidas, y ahora lo dejan en manos desconocidas, sin ningún resentimiento, al contrario, están felices, pletóricos, caminan hacia una nueva vida.
Empaquetan todas sus cosas, Bernardo busca cajas vacías por todos los supermercados y los dos las van llenando con las cosas que han ido acumulando a lo largo de los años, en esas cajas de cartón han metido toda su vida, todos sus recuerdos, algunos objetos son muy apreciados por ellos, hicieron el camino desde Barcelona hace muchos años y regresarán con ellos, otros son cosas nuevas que han adquirido con el paso del tiempo, otras son; solamente cosas útiles que necesitaran, es hora de empezar un nuevo camino con la esperanza de haberlo elegido bien, no es una vuelta atrás, es un paso hacia delante, nunca se sintieron realmente integrados en la isla, es cierto que han adoptado muchas de sus costumbres como propias, las comidas, muchas palabras del mallorquín. Son conscientes de que echaran de menos estos parajes idílicos que les ofrecen la isla, sus playas, sus calas, los almendros cuajados de flores en la primavera, que son, un regalo para la vista. Ana sabe que tendrá que cambiar su virgen de Lluc, a la que ahora visita como mínimo dos veces al año, por su Moreneta, de igual modo que cambió a una por la otra, años atrás.
Para suavizarle un poco el cambio a Beatriz, ésta y Ana se quedarán un mes más, hasta las vacaciones de Navidad, luego irá a un colegio en Barcelona, pero ¿A cuál? Tampoco lo piensan mucho, se ponen en contacto con el colegio al que asistió Ana de pequeña y se la aceptan, hasta que no se trasladen no tienen que hacer la matricula, nadie ha visto a Ana tan feliz como en estos momentos, le ha cambiado hasta la expresión de la cara, se le ven unos ojos marrones brillantes, profundos, risueños y muestra una amplia sonrisa dibujada en su cara, a todas horas.
Organiza algunas cenas para dejar a sus amigos un grato recuerdo, no saben cuándo podrán verlos de nuevo, sus mejores amigos se marchan a León más o menos en las mismas fechas que ellos, también regresan a su ciudad natal, desde Barcelona no hay mucha distancia y están contentos, porque se podrán visitar.
Bernardo, sé ira la tercera semana de noviembre, se llevara las cosas más imprescindibles en el coche, cuando compren alguna vivienda en Barcelona volverán a buscar el resto de las cajas, los muebles los dejaran todos, en la casa, es mejor para empezar una nueva vida, que sea todo nuevo.
En la siguiente visita que les hizo Oriol, le dieron las nuevas noticias, se lo tomó muy bien, de todas formas él no se iba a ir de la isla y de esta forma tenia un sitio para ir de vacaciones, era tan sencillo como eso, podría viajar, el alojamiento lo tendría gratis.
¡Cuantas ilusiones, fantasías y esperanzas han puesto en este traslado! ¡Qué grande va a ser el golpe que reciban esta vez!
Pasaban los días y no llamaban, a Bernardo, como habían quedado, ya nerviosos decidieron llamar ellos a su cuñado, la decepción fue descomunal, no lo van a contratar en la fabrica, no es por nada personal, sólo es su edad, tiene cuarenta y cuatro años, con esa edad no contratan a nadie, pero si quiere irse un tiempo a su casa y mirar en algún otro sitio ellos estarán encantados de alojarlo, lo siente mucho, pero las cosas han salido mal.
Cuándo cuelga el teléfono, no sabe que decir, cómo afrontar la noticia, está paralizado, ni su cuerpo ni su mente reaccionan, ¿Qué van a hacer ahora? ¿Qué futuro les aguarda?
Ana se siente furiosa, no es justo, siempre que tienen alguna ilusión, alguien se encarga de decirle. “No bonita, la dicha no esta hecha para ti”.
No pueden dar marcha atrás con la tienda, los nuevos dueños ya la están arreglando a su gusto.
Sólo les queda la certeza de que en la isla, trabajo, se encuentra; en algún hotel, en algún bar, algo podrán encontrar, mejor que volver a la incertidumbre de emigrar sin ningún empleo. Ya no son jóvenes como cuando vinieron, ya no tienen esas ganas de comerse el mundo, sólo buscaban la estabilidad que les faltaba en sus vidas, no se pueden ir a la aventura, ya no les quedan; ni fuerzas, ni ánimos para ello.
Los pocos amigos, que les quedan, se entristecen con ellos por esta nueva adversidad, a ellos les cuesta trabajo explicarles las razones por las cuales ya no se marchan, intentan animarlos, pero Ana ha vuelto a caer en un estado de melancolía y depresión del que le es difícil despojarse, se siente engañada, estafada, dolida, no tiene ganas de nada y mucho menos de pensar en el futuro, cuando le preguntan por el futuro se limita a encogerse de hombros y no responder, ¡qué puede contestar si ni ellos mismos saben cómo afrontar la situación! Ya no quieren hacer ningún plan, todo lo que proyectan les sale mal, están decididos a dejar que el tiempo pase y más adelante ya pensaran que van a hacer con sus vidas.
Esta Navidad, llevaran a sus dos hijas a Eurodisney, como habían planeado cuando traspasaron la tienda, están deseando ver a Beatriz en medio de ese mundo de fantasía, ellos fueron cuando sus otros hijos eran pequeños, Emma aún recuerda muchas cosas de aquel viaje, la pequeña esta nerviosa esperando que llegue el día de marcharse, no lo harán hasta finales de diciembre, el día de Navidad lo pasan en casa, ya hace algunos años que esto no ocurre, ¡que lejana parece aquella Nochebuena en la que todo empezó! ¡Cuánto sufrimiento y dolor ha habido en sus vidas! el destino ha sido muy cruel con su familia.
Ana ha vuelto a adornar su casa, los adornos son las únicas cosas que ha desempaquetado, el resto de las cajas permanecen precintadas en una de las habitaciones, que están desocupadas. Emma regresa para pasar las fiestas con sus padres y luego todos juntos irán a Disney.
Deberían haber sido unas vacaciones estupendas, pero, aunque Ana pone todo su empeño en ello, no consigue estar lo alegre que debiera, hay tanto resentimiento y melancolía en su alma que no puede disfrutar del momento que está viviendo, disimula tanto como puede delante de los suyos, aunque no siempre lo consigue.
Lo pasan lo mejor que pueden, la personita más feliz es Beatriz, ella se fotografía con todos los personajes que se encuentra, está anonadada con cada espectáculo que sus ojos contemplan, sube a todas las atracciones que le permite su edad.
Ultimos tiempos
El día de Año Nuevo amaneció todo Paris, nevado, hay que reconocer que es un espectáculo ver el Parque con ese manto blanco, que lo hace aún más hermoso de lo que ya es. Fue un regalo para la niña, ya que nunca había visto la nieve, disfrutó haciendo bolas y lanzándoselas a sus padres y aunque hizo mucho frío no dejaron de pasear por el parque toda la jornada; en los estudios maquillaron a la pequeña, vieron la puesta en escena del cuento de la Bella y la Bestia, viajaron a través del espacio, al fondo del mar, por las nubes con Peter Pan ¡es tan hermoso contemplar esos ojos tan abiertos y llenos de ilusión de Beatriz! La niña mira todo lo que le rodea, absorbiendo cada detalle, cada rincón, todo es mágico para ella, tardará años en olvidar este viaje.
Después de esos días de vacaciones se encontraron cara a cara con la dura realidad, no tienen trabajo, no tienen ningún plan para el futuro, ni tan siquiera una ilusión. Dejan pasar los días sin hacer nada para resolver esta situación.
Hay días en los cuales Bernardo se va a pescar y Ana se queda en casa, sola, con el ordenador como única compañía.
Viven juntos, pero separados, cada uno guarda para sí mismo sus pensamientos y sentimientos, no hay comunicación entre ellos, Ana recuerda una frase que alguna vez leyó en algún sitio: “No hay mayor soledad que aquella que se siente estando en compañía”.
Saben que tienen que buscar un trabajo, como sea, pero no tienen ánimo para ello. La solución les viene del sitio que menos esperaban.
El padre de Alejandro tiene una tienda, cerrada, a pocos metros de la que ellos tenían. Por mediación del chico les ofrece dejársela en alquiler. Al menos, tendrán un lugar donde trabajar.
Con más desánimo que otra cosa, la alquilan, tienen que empezar de cero, lo dejaron todo en el otro local: hay que pintar, poner estanterías, expositores, luces, hacer un nuevo estudio para los tatuajes, mucho trabajo y muy pocas ganas de realizarlo.
Ana y Bernardo se ponen manos a la obra, pero no existe la complicidad ni la alegría que les caracterizaba al emprender un proyecto nuevo, simplemente lo hacen, apenas se dirigen la palabra, las veces que hablan sólo les sirven para discutir, cada uno hace su parte de trabajo sin contar con la opinión del otro, como antaño, pintan las paredes, ponen las estanterías como pueden, no se preocupan demasiado si quedarían mejor de otra manera, sencillamente las ponen. Visitan a los mismos representantes que han tenido durante años, la mayoría creen que han cambiado de local para conseguir más dinero y ellos no lo desmienten, no quieren dar más explicaciones de las cosas que pasan en sus vidas.
Cada día están peor, todo lo que pasa y lo que no pasa, es una pelea.
Llega el género poco a poco y Ana, como ha hecho durante años, lo coloca. Pero con la diferencia de que siempre lo había hecho con cariño, mimando cada pieza que colocaba, esta vez no es así, lo pone donde cree que tiene que ponerse sin echar ni una ojeada a la figura que tiene entre las manos.
Ella siente que se asfixia, que no puede con la carga que le vuelve a caer sobre los hombros, le tiemblan las carnes al acordarse de que en el plazo máximo de un mes, se meterá en ese local y pasará en él todo el día.
No puede soportarlo más, esto se traduce en una tremenda discusión con Bernardo, pero ella no le echa esto sólo en cara, sino todo lo que lleva guardado durante años, la soledad que siente, lo poco valorada que se siente, hay cosas que nunca antes ha dicho, pero ahora no las calla.
Siente que se ha hecho vieja sin haber hecho nada útil en esta vida, quiere escribir un libro, es un proyecto muy ambicioso, quiere contar en él todos los hechos ocurridos en su vida, que el mundo sepa quien es y como es, que nadie la vuelva a juzgar sin conocerla, que la critiquen, si es necesario, pero con la verdad entre las manos, no con la imaginación de cada cual.
Lleva años echándole la culpa de sus fracasos a la Ley del Menor, siempre creyó firmemente que las cosas hubieran sido de otra manera con unas Leyes diferentes, piensa que habría podido salvar a su hijo, a su familia, de todo ese cúmulo de desgracias que han padecido.
En estos momentos duda si alguna vez tuvo algo que ver esa Ley en el rumbo de los acontecimientos, ¿Quién es ella para juzgar esa Ley o cualquier otra?
Siente que toda su vida es un estrepitoso fracaso, ella en sí mismo es un fracaso, como madre, como persona, como amiga, como hija, como mujer, son muchas las cosas que ha dejado de hacer y quiere hacer, no sabe que camino seguir para conseguir lo que desea, ni como seguirlo, está confusa, desorientada, perdida y sola, vuelve a sentir esa soledad que tantas veces le ha acompañado a lo largo de su vida.
Lo único que sabe, con claridad, es lo que no quiere; no quiere sentirse prisionera en su propia casa, no quiere ir siempre acompañada para salir a la calle, no quiere sentirse a disgusto con su cuerpo, no quiere que nadie la vuelva a pisotear, no quiere que nadie la vuelva a querer por lo bien que cocina o plancha, no quiere trabajar catorce horas diarias, no quiere ser un objeto más en su casa, no quiere la rutina diaria, no quiere tener que callar cuando cometen una injusticia contra ella, no quiere volver a sentirse abandonada por un ser querido, no quiere que su hijo la vuelva a herir, no quiere volver a pensar en su pasado, no quiere saber nada más de juicios, policías o leyes, no quiere volver a llorar por nadie, no quiere que nadie la vuelva a maltratar como lo ha hecho la vida.
Sólo desea una cosa, es poco o es mucho, no lo sabe, únicamente sabe con toda certeza que lo que ambiciona es:
“VOLVER A SENTIRSE VIVA”
- Esta foto de la portada del libro era una parte de la entrada de la casa en Sa Pobla (Mallorca)
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Le he dedicado unas cuantas horas, pero ha merecido la pena, me ha enamorado la historia de Ana y su familia. Si lo has escrito tu, Mari Jose eres una auténtica crack. Gracias
ResponderEliminarsi, lo escribi yo. gracias, besos
EliminarNunca pensé que volvería a curarme de mi herpes, me diagnosticaron herpes genital desde julio del año pasado, hasta que un día investigué en Internet donde vi a alguien que dio testimonio de cómo el Dr. Ogala lo ayudó a curar su herpes. con su medicina herbal natural, me sorprendió mucho cuando vi el testimonio, y también tengo que contactar al médico herbal (Ogala) para que me ayude. Me envió su remedio y me curé por completo dentro de las 2 semanas de tomar el remedio. Estoy muy agradecida con este hombre porque me ha devuelto la salud y me ha hecho feliz de nuevo. Cualquier persona que pueda estar enfrentando el mismo problema o cualquier enfermedad de transmisión sexual debe comunicarse con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com o WhatsApp +2349123794867
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