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viernes, 3 de enero de 2014

Morir no es fallar; es una parte normal de la vida.

“Somos demasiados los que nos vemos obligados a luchar para conservar la dignidad cuando nuestra vida está llegando a su fin. El mayor ladrón de la dignidad es el sistema médico, que nos despoja de ella despersonalizándonos y convirtiéndonos en números de habitación y camas con enfermedades cuando somos personas con una vida, una historia y una familia… “¿el tumor cerebral de la 644? o “¿el fallo cardíaco de la 302?. Es difícil conservar la dignidad cuando nos definen y describen como una enfermedad o un número de habitación.

El sistema nos arrebata la dignidad tratando la enfermedad y la muerte como al enemigo, ¡insistiendo en exterminarlas cueste lo que cueste! Nuestro cuerpo se convierte en un campo de batalla donde los médicos combaten para “arreglarnos”. No nos gusta admitir que la vida es a veces incómoda o incluso desagradable. Y cuando estamos rotos, queremos que ellos nos arreglen. Queremos creer que podemos arreglarlo todo. Sin embargo, no podemos arreglar a los moribundos porque ellos no están rotos, sencillamente ya no tienen pilas ni recarga posible. Morir no es fallar; es una parte normal de la vida.

Los moribundos se roban inconscientemente dignidad cuando olvidan lo que realmente importa. El proceso de la muerte es, por naturaleza, un proceso que conlleva pérdidas. Los moribundos pierden,entre otras cosas, las “capas externas” que han ido acumulando a lo largo de su vida. Ya no son el presidente de la junta, el amable vecino, el compañero de béisbol o el gran cocinero. Pierden su papel de líder, maestro, trabajador, amigo, deportista, madre, padre, hijo, hija, hermano y hermana. Verse arrojados al papel de paciente los despoja de los papeles que tanto les han enorgullecido lo largo de su vida. ¿Qué les queda? Su concepto de sí mismos. Si se consideran personas especiales y únicas, por encima y aparte de esos papeles mundanos, conservan su dignidad. Para algunas personas, esto es fácil de hacer, porque su dignidad no depende de factores externos. Otras necesitan que sus seres queridos y el sistema médico las refuercen. Por eso es tan importante para quienes están en la antesala de la muerte que los tratemos con dignidad.”

Para ellos es muy duro ver como no pueden controlar funciones básicas de su cuerpo como los esfinteres... Cuando se dan cuenta de que se han orinado o defecado encima, la vergüenza se une al sufrimiento que tienen en esos momentos. El intentar comer por si mismos y ver como la comida resbala por las comisuras de sus labios manchandolo todo les hace temblar de rabia. En estos momentos es cuando necesitan una palabra amable que les reste importancia a estos hechos, que les haga ver que no pasa nada. Aunque por dentro sabemos que si pasa... Pasa... Que sus cuerpos ya no aguantan más tiempo, que la vida les está llegando al final. Es lamentable ver a una persona que toda su vida ha sido autosuficiente, que ha tenido energías para todo lo que se proponía hacer llegue al final de su vida dependiendo de un pañal, un babero, unos brazos fuertes para que lo cojan y un cerebro ajeno capaz de captar una sola palabra para descifrar toda la frase que ha dicho sin que se le haya entendido nada.

Morir es un acontecimiento que el hombre no es capaz de comprender. Morir supone una despedida definitiva de todos y de todo. Quienes compartimos con él la existencia tenemos la obligación humanitaria y fraternal de acompañarle con el máximo respeto a su dignidad - es decir: con amor- en este momento supremo de la vida. Aunque no es fácil cuando nos tenemos que enfrentar a ello, debemos esconder nuestro dolor y poner una sonrisa en nuestras caras para que se sientan reconfortados, debemos aguantar nuestras lágrimas y pena para hacerles el camino más fácil.

No es sencillo tener al lado nuestro a una persona querida sabiendo que son sus últimas horas de vida y aguantar estoicamente el talante sereno, no es sencillo bromear para hacerlo sonreír cuando solo quieres gritar tu dolor. Debemos tragarnos tantas cosas..... Callar tantas otras......

Queremos que mueran, que se acabe de una vez tanto sufrimiento, que descansen ellos y ¿Por qué no decirlo? Nosotros... Queremos que no se den cuenta de que se están muriendo y sin embargo cuando son conscientes de este hecho pero no lo quieren asumir tratan con desprecio, impaciencia, rabia, insultos... A aquellos que más los quieren, aumentando así el sufrimiento de las personas que los rodean.

Cuando exhalan el ultimo suspiro no podemos creerlo, no queremos que pase eso que hemos deseado, una angustia atroz atenaza nuestro pecho. Todas las lágrimas no derramadas en su presencia brotan sin control en su ausencia. Nos sentimos culpables por haber deseado su muerte, por haber rogado porque llegara de una vez. Lloramos porque se han ido y con ellos se han llevado un trocito de nuestras vidas, lloramos porque ya no están, lloramos porque no los queríamos ver sufrir, pero tampoco queríamos que muriesen, deseábamos un imposible: que su enfermedad diese marcha atrás y volvieran a ser las personas de antaño.

La mayoría de la gente habla de la calidad de vida en los últimos meses de una enfermedad terminal yo abogo por una calidad de muerte, porque esta sea digna, porque llegue sin robarnos nuestra esencia como personas.

Mª José

06/04/2010

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