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viernes, 3 de enero de 2014

La hipoteca con los intereses más altos.



La vida, en ocasiones, te muestra su lado más positivo y, en otras te enseña los dientes. Dientes que incluso las pirañas les tendrían envidia. Nos quejamos de nuestro presente, del trabajo, del cabrón del jefe, siempre tiene ese calificativo, no se porque, sea o no cabrón lo llamamos así, debe ser una forma cariñosa de hacerlo. Nos quejamos del banco, de los impuestos, de lo que cuesta una lechuga… Discutimos por tonterías, por una silla mal colocada, por una comida sosa, por una palabra más alta que la anterior… Pero nunca, nunca, pensamos que pasaría si la vida nos enseña esos dientes diciéndonos que se acaba, que nos quedan días contados, que mañana en nuestra vida dará igual esa silla mal puesta, esa comida sin sal… Porque la sentencia ha caído sobre nosotros.

Es asombroso como pueden cambiar las cosas de un día para otro, y lo que hoy deseamos, mañana damos cuenta de que ya no lo queremos, o lo que es peor, comprobar que aquello que tanto despreciamos es justo lo que andábamos buscando. Despreciamos nuestra salud, total está ahí, sin que nadie le haga demasiado caso, si nos duele algo ya tomaremos una aspirina y listo, ojalá fuese verdad… No siempre lo es, muchas veces esa aspirina no soluciona nada, ni esa aspirina ni doscientos miligramos de Morfina… No podemos hacer nada… La vida se nos escapa, todo por lo que tanto hemos peleado deja de importar, nada nos va a devolver la vida, el tiempo mal gastado en discursiones, en luchas inútiles, en mal vivir.

Es asombroso como me entienden aquellas personas con quienes comparto silencios, y es absolutamente asombroso que con las que derroché más palabras, jamás me comprendieron, mi hermana esa persona que jamás entendió ni quiso entender lo que le decía, ahora aunque quisiera no podría entenderme. Ahora es alguien, pero no es ella. Esa que he visto hoy en el hospital no es ella, es una impostora que ha adoptado esa mala leche suya, pero no ha podido imitar nada más de ella. Esa mujer con la cara hinchada, con un parche en un ojo; porque ya no ve, en una silla de ruedas; porque ya no puede andar, que apenas come; porque ya no tiene control sobre su propia lengua para tragar, que no se le entiende bien lo que dice; porque la Morfina no la deja coordinar, que quiere ser la misma de siempre; mandona, puñetera, pero apenas puede serlo… Esa, no es mi hermana, es alguien con sus rasgos que una cruel broma del destino ha puesto en esa cama.

Asombroso es que dos personas miremos la misma cosa, y la veamos de tan diferente color. Nos vemos una a la otra, ella me ve igual que siempre y yo solo veo una mujer a la que las pirañas de este maldito destino le ha enseñado los dientes y además la muerden cada vez que pueden, a la que injustamente ese Dios en el que ella creía ciegamente, le arrebató las personas que más quería y ahora se quiere ensañar de nuevo con ella, llevándose la poquita familia que le queda, eso si, despacio, con dolor, con sufrimiento… Para que no sea fácil, para no regalarle ni siquiera el consuelo (idiota, pero consuelo) de decir que se la llevó sin sufrir,

¿Es esto alguna especie de pago por algo que hemos hecho o dejado de hacer? No lo sé, pero esta vida es una hipoteca en la que muchas veces pagamos los más altos intereses.

Mª José

06/02/2010

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