Carta abierta a mi hermana: Te quiero
tapón de coca-cola
Me encuentro tomando mi eterna taza de
café, sentada frente al teclado tratando de hilvanar alguna idea
para escribir. Se me agolpan recuerdos lejanos y delirantes que a
través de este pacto eterno con la nostalgia están invadiendo mi
vida estos días. Escribo para ti, escribo para entender yo lo que
siento, escribo para desahogar tantas dudas que jamás sabré
responderme…
¿Qué puedo hacer sabiendo te vas? Sé
que nunca te dije las cosas que debía decir. Y ahora me siento entre
la espada y la pared. Sé que debería decirte cuanto te quiero,
aunque no sepa como hacerlo y decirte que me duele tu dolor. A pesar
de las fallas, a pesar de los oscuros muros que hubo algunas veces. A
pesar de las eternas discusiones en nuestras vidas, de los gritos
tuyos…, que eres muy gritona eh????... De los malos entendidos y
las temporadas sin hablarnos… de que seas esa clase de persona que
señala los errores ajenos y no los propios. Aunque a días nos
llevemos mal, en el fondo nos queremos a rabiar… y es que eres la
única hermana que me queda, somos hermanas y nos queremos a pesar
de todo.
Esa maldita enfermedad está comiéndote
terreno, aunque estás luchando contra ella como lo harías en el
juego del comecocos, tratando de esquivarla, de presentarle batalla…
Que ella está ganando, aunque tú se lo estás poniendo muy difícil,
está saliendo victoriosa, te escudas detrás de una sonrisa, de un
decir que no podrá contigo, de cierto cinismo ante la misma, pero
todos vemos como te gana, como día a día se lleva un poquito de tu
vida y de tu ser. Ahora se ha alojado en tu cerebro, ya la echaste de
tu cara y de tu cuello, pero ella, como el comecocos ha salido por
otro sitio y ha elegido el cerebro, te provoca pérdidas de memoria,
y que muchas veces no entiendas las cosas, muchas veces no te
acuerdas de lo que le dijimos ayer o de lo que has explicado hace un
rato, eso no importa, callamos y volvemos a escucharlo con el corazón
encogido. Te ha robado la visión de un ojo y como es insaciable se
ha dedicado estos últimos días a provocarte dolores que la morfina
no calman… Por eso estás en un hospital tratando de vencerlo de
nuevo, tratando de encontrar las dosis adecuadas de drogas para
calmar el dolor… Soportando una quimioterapia agresiva que te
consume, pero que no lo consume a él como debería ser…
Veo que te vas poquito a poquito y me
duele, no quiero que te vayas, no quiero quedarme sola, tendríamos
que haber sido cuatro hermanos envejeciendo juntos, al primero, el
único chico, ni lo llegamos a conocer, nuestra hermana murió como
bien sabes hace relativamente pocos años cuando menos lo esperábamos
y ahora tú te vas a ir pronto. Quédate, no tengas prisa, no te des
por vencida, sigue luchando como lo haces, sigue negándole la
victoria.
Las dichosas lágrimas no me dejan ver
bien la pantalla del ordenador mientras te escribo esta carta. Estas
lágrimas nunca dejarán de brotar… pero no te preocupes, esconden
un secreto, sé que nunca te olvidaré, que tendré que ser la Mª
José que haga sonreír a los tuyos cuando llegue el día, la
“titaaaa” que esperan tus hijos, la de siempre, la que nada le
afecta, la que siempre se ríe de todo hasta de si misma… Y lo
haré, te prometo que lo haré… Las lágrimas las guardaré para mi
almohada, pero ¡te echaré tanto de menos! No puedo evitar recordar
mi niñez o mi juventud a tu lado… Tantas cosas… Tantas anécdotas
mil veces contadas… Especialmente recuerdo una frase que me dijiste
un día en que por algún motivo que no recuerdo, yo lloraba, me
abrazaste y dijiste: Regálame otra sonrisa.
Es lo único que puedo decirte ahora,
antes de que te vayas: Regálame otra sonrisa.
Te quiero tapón de coca-cola
Mª José
18/09/2009
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