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martes, 19 de junio de 2012

Despertadores



Recientemente he tenido tiempo de pensar en cosas, no demasiadas porque también me entretenía en concentrarme para no pensar en nada más aparte de la hora de comer, en la que el cuerpo empieza a decirte que llevas mucho tiempo despierta (lo que se conoce normalmente como "sueño") Y una de esas cosas ha sido el infortunio de llegar a tu existencia siendo un despertador.

                                    

Los despertadores son esos objetos puntuales en su mayoría cuyo destino es, ha sido y será dar la tabarra hasta que los apagas y te levantas de la cama, preferiblemente cuando están sonando (excepto los despertadores naturales que ya sólo existen en los pueblos: los gallos de corral, que son imposibles de apagar mientras pretendas que a la mañana siguiente te despierten). Y cada día se entrenan para cumplir su misión hasta que llega la competencia, que siempre es más efectiva, y aparece en el dormitorio un despertador con ruedas que cuando suena echa a correr para que te tengas que levantar a la fuerza a apagarlo. En estos casos, y si la prisa no lo impide, el despertador deja de sonar y reaparece el último sueño antes del acto reflejo-sonámbulo lo interrumpiera.

Y es que las formas en que un despertador deja de sonar son tan variadas como personas y aparatos hay en el mundo.... Está el del radio reloj, que enciende la lamparita de noche y tras comprobar que la hora es correcta, procede a buscar el botoncito y devolver el silencio a la habitación o, por lo menos, un sonido radiofónico sin distorsionar hasta que se levanta de la cama; también está el del despertador del móvil... que se espera a que pase un minuto... con el aparato sonando, con tal de que se apague por sí solo al cambiar la hora de la que estaba programado y seguir durmiendo sin mover un dedo; y queda el despertador típico, el que seguro ha estado en alguna ocasión en nuestra mesilla de noche: el despertador de manotazo... este es el mejor, con él te desahogas, no se queja de la hostia que recibe y son duros los jodidos... con sus manecillas y números fosforescentes en color verde y el botoncito que le salía de la parte de atrás para detener con un golpe seco de la mano el "pi-pi-pi-pí" infernal de la alarma y, para variar, seguir durmiendo.

Que en estos casos ¿para qué queremos un despertador si no le hacemos caso? El misterio está en la naturaleza sufridora del despertador, nacido para recibir golpes matutinos en su mayoría con los que pretendemos hacerlo callar; pero no reparamos en que esa pobre criatura de plástico puede tener sentimientos, que lo único que hace es recordarnos lo que nosotros mismos le ordenamos horas antes que hiciera, y sobre el que cae todo el peso del brazo si suena, y todo su peso contra el suelo si no suena. Así que tengamos un poco más en consideración a este objeto sin el que estaría media humanidad en el paro (a alguien hay que echarle la culpa del paro) o como mínimo, durmiendo

2 comentarios:

  1. ¡Jajaja! De mayor no sé lo que quiero ser, pero lo que sí tengo claro es que no quiero ser despertador. Me ha gustado mucho tu post.

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    Respuestas
    1. Oyeeee es un trabajo como otro cualquiera, bueno, no, mejor hazte cobrador de morosillos es más entretenido :P

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