Not seeing a Scroll to Top Button? Go to our FAQ page for more info.

Translate

sábado, 16 de mayo de 2020

Mi querida Fefita: estamos confinados


Sé que nunca llegaras a leer ni esta ni ninguna de las cartas que te escribo, aunque las leyeras tampoco las entenderías, pero yo ¡necesito decirte tantas cosas!

Mamá estamos confinados, tú también aunque no lo sepas. La gente se queja de este confinamiento ¡Sabrán ellos lo que es estar confinados! Estar confinada ahora es una delicia, puedo dormir o estar despierta cuando quiera sin temer que a mitad de mi sueño alguien quiera matarme, Puedo ir a comprar pan u otros alimentos si los necesito. Puedo pintarme las uñas de rojo, azul o el color que me apetezca. Puedo hablar por teléfono cuando quiero. Puedo tener la puerta de la calle sin echar ninguna llave ni tener que dormir con esa llave bajo mi almohada. Puedo tardar el tiempo que quiera en ducharme. La llave de la puerta de mi habitación no la echo de noche ni de día, ni siquiera sé donde está guardada.

Estar dolorosamente confinados es lo que tú y yo hicimos. Cuando yo decidí venirme a vivir contigo porque el señor Alzheimer se hizo presente en nuestras vidas, eso fue un confinamiento. Dejar mi casa, mis trabajos; precarios, pero eran mis trabajos, a Esther... Eso fue lo más doloroso, después de vivir las dos juntas tantos años dejar que se fuera a vivir con su padre ¿Recuerdas esos días? No, tú no ¡qué pregunta más tonta! Yo he intentado olvidar cada uno de aquellos días, cada una de aquellas horas. Casi estaba consiguiendo no pensar en ellos, sin embargo en estos últimos días los recuerdo uno a uno, hora a hora...



Recuerdo el despertar al oír un leve ruido y verte en medio de mi habitación diciéndome que me ibas a matar o preguntando por tu madre muerta hacía ya cuarenta años pero a la que tu veías en casa y cuando no la veías tu angustia era tremenda porque no sabías donde había ido, recuerdo otros despertares sobresaltados al oír que con cualquier llave querías abrir la puerta de la calle para irte a media noche... ¿adónde? Ni tú lo sabías. Recuerdo el tener  los cinco sentidos alerta porque en cuanto me descuidaba me tirabas los pintauñas por la ventana, eran rojos, de puta según tu atormentada cabeza. Tuve que hacer poner una cerradura en mi habitación para evitar esas situaciones, evitar que siguieras tirando por la ventana sábanas, toallas, ropa... Todo lo que podías pillar. Si hablaba con alguien por teléfono después tenia que soportar tus ataques de ira porque pensabas que te estaba criticando, acabé por no hablar con nadie.

En ese confinamiento estábamos tu y yo, yo y tú. Tú odiándome, no había manera de que quisieras salir de casa, por lo tanto aquí nos quedamos las dos. Yo queriendo escapar aunque fuese diez minutos para ir a comprar el pan y tú sin permitirme escapar, no podía dejarte sola, ni de día ni de noche. En aquellos momentos creí que no podría soportarlo, pero lo soporté. Mal, eso si, pero los soporté. Lo más difícil fue convivir con tu odio, con tus ataques de ira, con tantas noches llenas de lágrimas por las cosas que me decías, tú las olvidabas a los diez minutos, yo muchas de ellas aún las llevo clavadas en el alma.

Este confinamiento comparado con aquel es un camino de rosas, hay un pequeño inconveniente mamá, en este si que muere gente, mucha gente, demasiada. En aquel otro tú solo me amenazabas, en aquel estábamos juntas y deseando no verte aunque fuese un ratito y en este daría cualquier cosa porque me dejaran verte aunque fuese un ratito. ¡Te echo tanto de menos Fefita!



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios me ayudarán a ecribir mejor cada día, todos los comentarios son constructivos.