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martes, 9 de diciembre de 2014

Todos los 25 de diciembre

Todos los 25 de diciembre, nuestros corazones rememoran sentimientos jamás perdidos, con sus buenos propósitos para el futuro, que por paradojas de la vida, tan sólo la mente podrá hacer realidad. Así el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El bien y el mal. La vida y la muerte. El corazón y la mente, estarán para siempre encadenados por la simple complicidad del inexorable destino. 

El corazón además de ser fuente de riego para todo el cuerpo -y, naturalmente, de su principal antagonista, el cerebro- guarda celosamente los sentimientos espirituales del ser humano: amor, fidelidad, amistad, lejanos recuerdos de una niñez protegida por el amor de los padres. Penas y alegrías que hicieron palpitar el corazón, para expresar sus más íntimos sentimientos, derramando lágrimas de felicidad o contrición aportadas por ojos brillantes o hundidos en el abismo del desespero. 

En el cerebro y en el corazón -informatizados como el hardware y software de nuestros días-, se encierran los instintos que proporcionarán los medios necesarios para la supervivencia, así como nuestro desarrollo natural en un ambiente agresivo, para favorecer a tantos depredadores siempre acechando, eliminando al más débil, para regenerar la raza. Así los genes, sean de animal o vegetal, llevan impresos los circuitos para mejor participar y vencer en la diaria lucha por la vida. 

En lo más profundo del corazón reposan las virtudes: el amor, verdad, justicia, prudencia, templanza, caridad, esperanza, atesorando acontecimientos imborrables: cumpleaños, hijos, familia, muertes, canciones recordando aquel beso robado en una noche hechizada, Navidades rodeadas de los seres queridos, dones atesorados por ese Dr. Jekyll que todos llevamos dentro, desde el nacimiento del feto en el útero de la madre, que por amor, fue concebido y parido. Aunque a veces ese amor no es real, es imaginario, necesitamos convencernos a nosotros mismos que existe... No siempre es asi, familia, amigos, conocidos... Todos con su Dr. Jekyll y Mr. Hyde, todos con su cara de santidad para mostrar a la galeria y su maldad escondida, acechando, esperando y cuando menos lo esperas se abalanza sobre ti con sus garras afiladas, alcanzando tu alma y dejandote surcos ensangrentados que difícilmente se cierran. 

El cerebro humano, naciendo minúsculo, va desarrollándose con el tiempo, grabando, como en un chip electrónico, enseñanzas y experiencias, donde lo bueno con lo malo se entremezclan en extraña simbiosis. La mentira, el odio, la maldad, la hipocresía, la venganza, el engaño, el ansia de triunfo sin fronteras, hurgando sin piedad entre los pecados capitales: avaricia, lujuria. gula, envidia, asumidos por el Mr. Hyde del cuento, en su lucha incesante contra el débil corazón de los sentimientos, vencidos siempre por la frialdad del cerebro calculador en su busca del triunfo, a costa de quién, cómo y dónde sea. Aún siendo los sentimientos eternos, son brutalmente destruidos por el poder, aún efímero, del Becerro de Oro, venerado a ultranza hasta nuestros días. 

Como los valores humanos no tienen cotización en la Bolsa de Wall Street, los únicos ganadores son aquellos que reparten jugosos dividendos, aunque sean procedentes del corazón más debil expuesto a sus artimañas, sus cargos elevados dentro del clan familiar les aseguran la supremacía para avasallar a quienes, pobres ilusos, aún se dejan llevar por los impulsos de un corazón generoso. 

Todos los 25 de diciembre espero con ansias ese beso cálido de una familia que me proteja y ampare, ese abrazo desinteresado de quien te quiere por ser parte de ellos mismos, que se olviden de ser Mr. Hyde para dejar aflorar al Dr. Jekyll, pero es un deseo incumplido e imposible, jamás sucedera... 

Todos los 25 de diciembre intento olvidar sus desprecios, sus incompresiones y todo aquello con lo que me han herido... Más por mucho que yo lo intente y me convenza de haberlo conseguido, sonría pensando tontamente que formo parte de ellos, que su amor es verdadero, por mucho que quiera que así sea... Antes de que acabe ese día... Antes de que pueda saborearlo como un día medianamente feliz... Algo se encarga de decirme cuán equivocada estaba y Mr. Hyde me da la bofetada en plena cara con la mano bien abierta, seguramente para que la recuerde durante los otros 364 dias del año. 

Como dice una amiga... Hay que elegir entre pasar las Navidades "bien o en familia"... Hasta ahora había elegido "en familia", creo que ha sido el error mas grande de mi vida. Este año voy a elegir pasar las Navidades bien.

Mª José

1 comentario:

  1. Despues de leer esto creo que yo también voy a elegir pasarlas este año "bien". Un saludo

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