Llevo tiempo viendo por ahí que el tema del miccionar y del mingitar está candente y es que ciertamente a veces se nos hace imposible realizar nuestras más íntimas necesidades en nuestro lugar de trabajo o en nuestra propia casa…….. Así que el tema del monólogo de hoy es un poco escatológico.
Supongámonos que estamos un día cualquiera sentados delante del ordenador escribiendo un artículo para nuestro blog. Mientras tecleas tus maravillosas ocurrencias algo dentro de ti cobra vida y desea salir de tu cuerpo…….. ¿Qué haces? Pues aprietas el culo y sigues escribiendo, claro está….. Esperaremos un poco porque acabo de entrar a trabajar y no es cuestión de irme ya al servicio, te dices para convencerte….. Pero esa decisión no es para nada compartida por aquello que habita en tu bajo vientre y te declara la guerra emitiendo sonidos acompañados de fragancias para nada comparables con Adolfo Domínguez o Coco Channel. Y tiene gracia porque parece que se adueña de tu cuerpo y controla todos y cada uno de los músculos que lo componen.
El ritual es el siguiente……. Sientes la proximidad de una flatulencia e inmediatamente te pones a mirar hacia los lados de manera discreta para saber si alguien te está mirando... (¡¡Si los pedos no se ven!!)……. Acto seguido, viendo que nadie sospecha, tu cuerpo empieza a virar para levemente inclinarse hacia uno de los lados (también hay técnicas de inclinarse hacia delante y hacia atrás) y dejar espacio libre para la salida del gas. Parece que ya sólo es dejarle salir, pero nada más lejos de la realidad. Aún estamos a mitad de proceso. Ya estamos colocados, listos y prestos para dejar en libertad a ese pequeño demonio encarcelado en nuestro interior….. Para evitar en la medida de lo posible que su estruendo llame la atención de nuestros compañeros, apretamos nuestros más internos músculos para amortiguar su vibración y convertir lo que sería un redoble de tambores y bombos en un simple y silencioso aleteo. Aunque claro está, por si nuestros músculos fallaran, nuestra mente sabia nos hace que emitamos sonidos para disimular el que proviene de nuestras posaderas. Tosidos, carraspeos, interjecciones, etc……. Todo vale con mantener esta operación en el más absoluto secreto (ni 007 lo hace tan biennn). Y justo en ese momento lo dejamos salir..... Todo ha salido bien, nadie lo ha escuchado, no puedes evitar una leve sonrisa cuando de repente sientes que no era sólo sonido lo que salía sino que venía acompañado de perfumes. Eso ya es más difícil de controlar……… La única escapatoria es disimular, hacer como que trabajas y de repente sacarle conversación a las personas que están a tu alrededor, aquellas que están en el círculo de peligro, para distraerlas y que no centren sus sentidos en oler lo que acabas de expulsar. Si todo sale bien, al final habrás conseguido que todos se den cuenta de que te has tirado un pedo pero al menos habrás evitado que lo comenten con esas frases típicas de ¡Qué peste! ¡Qué mal huele!
Tu cuerpo ya te ha avisado de que tienes que hacerle una visita al Sr. Roca (no al que está en Alhaurín de la Torre por el caso Malaya)………. Así que sin más remedio, dejas lo que estás haciendo y te vas al baño. Lo normal sería que llegaras al baño y éste estuviera libre para ti. Pero como todos sabemos, nunca pasa. Cuando no es la señora de la limpieza quien está en el baño, es otro compañero quien está asentado en el trono real. Así que vas de baño en baño buscando tu liberación y durante el camino no haces más que dejar semillitas como la que dejaste en el despacho pero ahora sin disimulos, vas andando y no puedes contraer los músculos para amortiguar nada. ¡Qué se oiga! Así saben que necesito ir al baño.
Cuando crees que todo está perdido, encuentras el baño cuatro plantas más abajo o en el edificio de enfrente. Es un baño grande, ¡con cuatro o cinco tronos! Así que presto te sientas en uno y dejas que aquello que vivía dentro de ti salga y sea libre……. Todo va bien hasta que sientes unos pasos en el baño. Alguien entra... Y en lugar de seguir con tu tarea, cierras tu puerta trasera y la tensión se apodera de ti….. En lugar de estar cagando parece que estás cometiendo un asesinato y tienes que evitar que nadie se percate de tu presencia. Incluso disminuyes tu respiración y centras tu atención en escuchar lo que hace el visitante. ¡Maldita hora de entrar al servicio! Le escuchas bajarse la cremallera, escuchas el chorrillo, se pone a silbar (tú tenso y sin respirar y el tío ¡silbando!), se tira un pedo sin tapujos porque el que mea y no se pee es como el que tiene un libro y no lee……, se sube la cremallera, se lava las manos, ¡se las seca! (tú pensando ¡si nadie usa el secador ese! ¡Te quieres ir ya!), y finalmente abandona el servicio. Respiras todo lo que puedes, sientes alivio, no me ha pillado, y te pones de nuevo a la tarea.
Por fin parece que todo va a terminar bien, que por fin vas a poder hacer tus cositas a gusto cuando de repente.... ¡SE APAGA LA LUZ! ¡Malditos temporizadores! ¿Por qué duran tan poco las luces de los baños?........ ¡Joder, ¿quién caga tan rápido?! ¡Ni Billy el niño! ¡Maldita sea! ¡Aquí no se puede ni cagar! ¡Vaya mierda de empresa! Definitivamente tu operación WC ha salido como el culo……….. Así que te limpias como puedes, a tientas, y sales del baño. Al final no sólo no has conseguido cagar a gusto sino que además te has puesto de mala leche. Lo peor de todo es que mañana se repetirá la operación, y pasado mañana, y.....
Como digo siempre, en el tema de la mierda todos tenemos Masters y somos Doctor Honoris Causa
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