La
solidaridad podríamos decir que es: la determinación firme y
perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien
de todos y cada uno, ya que todos somos verdaderamente responsables
de todos.
Que
bonita definición, a la que nos hemos apuntado muchos en estos
últimos tiempos, queda muy bien ante los demás, proclamar lo
solidarios que somos, eso si de palabra, porque con hechos pocos son
los que pueden decirlo. No es ser solidario cuando ves a alguien
pidiendo y le das un euro porque vas con los amigos y eso queda muy
bien, así dirán de ti que eres muy buena persona, que eres muy
solidario… Claro que no saben que tú pasas todos los días por
ahí, que ese mismo indigente está todos los días en el mismo sitio
y que nunca te molestas ni en mirarlo… Vamos que esa persona está
deseando verte con alguien porque sabe que entonces le darás algo,
mucho no, tan solo lo suficiente como para lavar tu conciencia
delante de los demás.
No
se trata de que tú solito mantengas una ONG, ni que de que te vayas
a las Américas a convertir indígenas (eso déjaselo a los
creyentes) No se trata de que des parte de tu nomina, que ni siquiera
te llega a ti para comer, no se trata de que dones tu casa o tu coche
a ninguna fundación benéfica. Ni siquiera se trata de que des un
solo euro a nadie, que confundimos el ser solidarios con el dar
dinero y son cosas muy, muy diferentes.
¿Qué
significa ser solidarios? Significa compartir la carga de los demás.
Ningún hombre es una isla. Estamos unidos, incluso cuando no somos
conscientes de esa unidad. Nos une el paisaje, nos unen la carne y la
sangre, nos unen el trabajo y la lengua que hablamos. Sin embargo, no
siempre nos damos cuenta de esos vínculos. Cuando nace la
solidaridad se despierta la conciencia, y aparecen entonces el
lenguaje y la palabra. En ese instante sale a la luz todo lo que
antes estaba escondido. Lo que nos une se hace visible para todos. Y
entonces el hombre carga sus espaldas con el peso del otro. La
solidaridad habla, llama, grita a todos y cada uno de nosotros.
Todos
podemos hacer algo por los demás, hay muchas cosas que podemos hacer
sin soltar dinero, hay mucha gente que nos necesita, aunque nosotros
creamos que somos los que necesitamos a los demás y alguna vez así
será, pero no siempre. Podemos consolar a aquella mujer que le han
quitado un pecho porque tenía un cáncer de mama, bastará con ir
una tarde a pasar un rato con ella en el hospital. Podemos pasar una
hora con un niño hospitalizado contándole un cuento, al final de
esa hora si sonríe nos sentiremos satisfechos. Podemos escribir una
carta pidiendo mejores condiciones para un detenido en cualquier
cárcel de algún país tercermundista. Podemos ir a casa de algún
anciano que vive solo, si lo escuchamos un rato, nos explicará sus
recuerdos y sólo con eso, se sentirá feliz. Podemos regalar esa
hora que nos pasamos sentados en el sofá mirando el cotilleo, a
cualquier persona que la necesite y sin desprendernos de nuestros
preciados bienes, habremos contribuido al bienestar de alguien.
Seamos
un poquito más solidarios o lo que es igual, un poquito menos
egoístas, no nos miremos tan solo nuestro ombligo, porque mañana,
pasado, el mes que viene o dentro de diez años, puede ser que
nosotros mismos necesitemos de alguien y entonces nos gustará
encontrar una persona un poquito solidaria que nos ayude… ¿Por qué
no empezar nosotros?
Mª
José
14/02/2009
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