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viernes, 22 de junio de 2012

EN SILENCIO NI PENSARLO





Cada vez que veía el anuncio de Hemoal, no podía evitar una media sonrisa, eso ocurrió hasta que descubrí que eso también me podía pasar a mí, las almorranas son como el pecado, nadie está libre de ellas.

No tuve el placer o mejor dicho, el sufrimiento de conocerlas hasta que no tuve a mi primera hija, casi no podía caminar, es algo bastante normal después de un parto y veintiún puntos en semejante sitio. Pasito a pasito (como las muñecas de Famosa) llegué hasta el baño, me senté en la taza y con gran esfuerzo conseguí hacer mis necesidades (vamos que cagué), al limpiarme descubrí con gran horror que ahí había cosas que antes de la anestesia no estaban, entre dolorida y acojonada volví a la cama y me enganche al timbre para llamar a la enfermera, estaba segura que se habían dejado algo enganchado en el quirófano… Pero… ¿En semejante sitio?

La pobre mujer vino corriendo ante la insistencia del timbre, yo estaba pálida, más de lo que era normal en esos momentos, balbucee como pude lo que me pasaba ya que no me salía la voz, yo me veía otra vez en el quirófano y era algo que me aterrorizaba. Aunque le costó entenderme y me miró pensando que estaba medio loca, me hizo dar la vuelta y ponerme en una posición un tanto humillante, tras examinar la zona me dice:
- Eso no es nada mujer, no te asustes… Sólo son almorranas, te han salido por el esfuerzo del parto.

Solo, dijo la muy puñetera, se nota que ella no ha tenido, ¡solo!... Desde ese momento y durante muchos días aprendí a convivir con el Hemoal, vamos nos hicimos íntimos amigos, allí donde iba yo lo llevaba, antes de que se acabara pedía otro tubo, éramos inseparables… Pero no solo me hice intima del Hemoal, sino que también me hice intima de un flotador, porque en el anuncio sale esa buena mujer que las sufre en silencio, se pone la cremita y en el acto se sienta tan tranquila, pues no, eso no es así, te puedes poner el tubo entero que el dolor no desaparece, no te puedes sentar porque te cagas en la madre que parió a la puta almorrana, en esos momentos no estás para hablar bien, sin flotador no hay quien se siente.

Iba al sofá, con el flotador debajo del brazo… Iba al coche… El flotador debajo del brazo… A casa de mi madre… El flotador de paseo conmigo… Vamos uña y carne que éramos… Siempre había el gracioso que te decía:
- ¿Qué? ¿A la playita en noviembre???
- ¿No sabemos nadar???
Pa’matarlos!!! Bueno matarlos no, mejor desearles que le salgan un par de almorranitas, así disfrutarían como yo de un flotador.

Poco a poco descubrí que lo que primero era una almorrana con mayúsculas se fue convirtiendo en una almorrana normal, más tarde en almorranita hasta que un día desapareció, se fue sin decirme ni adiós, ¡qué desagradecida! ¡Yo que proclamé su existencia a todo el que me quiso escuchar!!! Vamos que en silencio no la sufrí, yo se lo dije a todo el mundo. Más que nada para que supieran lo que duele esa inquilina en el culo!!!

Mª José

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